Mohicanos y b¨¢rbaros en el gueto
En la respuesta al libro de Mario Vargas Llosa sobre la civilizaci¨®n del espect¨¢culo, Jorge Volpi desprecia el universo de Gutenberg y se congratula porque se difuminen las ideas de autor¨ªa y propiedad intelectual
Cuenta Jenofonte que un d¨ªa S¨®crates al darse cuenta de que Lamprocles (su hijo mayor, ten¨ªa tres) estaba enfadado con su madre, le pregunt¨®: ¡°Dime, hijo, ?sabes que a ciertos hombres se les llama ingratos¡±. ¡°Lo s¨¦ muy bien¡±, respondi¨® el joven. ¡°?Y est¨¢s enterado de qu¨¦ es lo que hacen para recibir ese nombre?¡± ¡°Claro que lo estoy¡±, dijo; ¡°se les llama ingratos a quienes han recibido un favor y, cuando pueden devolver la gratitud, no la devuelven¡±. ¡°?No te parece pues que los ingratos se catalogan entre los injustos?¡±. ¡°S¨ª que me lo parece¡±. Ingrato e injusto me parece el comentario que, en estas mismas p¨¢ginas hace varios d¨ªas, le dedic¨® Jorge Volpi al libro de Mario Vargas Llosa La civilizaci¨®n del espect¨¢culo. En realidad ¡°uno de los principales escritores latinoamericanos de las nuevas generaciones¡± (as¨ª lo califica Vargas Llosa en el volumen) ataca m¨¢s a la persona del autor que a su obra. Califica al escritor no s¨®lo como ¨²ltimo mohicano (todav¨ªa quedamos muchos) sino tambi¨¦n como h¨¦roe derrotado ¡°en el ocaso de sus d¨ªas¡±. Adem¨¢s, se felicita de que a intelectuales como ¨¦l les haya llegado su fin.
Conozco a Volpi desde hace a?os y siempre pens¨¦ que, adem¨¢s de ser un buen escritor, era todo un caballero. Sin embargo, me sorprende ahora este desprecio que emana su art¨ªculo no s¨®lo contra un libro y un autor, sino contra todo el universo que procede de Gutenberg. ?Es justo desear la desaparici¨®n de tus maestros y el mundo que representan? ?Alguien se puede alegrar de que todo un universo ¡ªm¨¢s o menos justo, pero perfectamente organizado¡ª deje paso a lo que ¨¦l mismo denomina ¡°b¨¢rbaros¡±?. En Fedro (una obra que la mayor parte de las veces se cita sin haberla le¨ªdo en su origen) Plat¨®n hace pasear por el campo a este personaje (quiz¨¢s ¨¦l mismo) con el maestro S¨®crates. Los dos amigos se sientan bajo la sombra de un ¨¢rbol, junto a un arroyo, y mantienen una larga y compleja conversaci¨®n sobre muy diversos asuntos. Llegado un momento, es S¨®crates quien se refiere a la propiedad o impropiedad de la escritura. Y lo hace a trav¨¦s del di¨¢logo entre el inventor dios egipcio Tot (creador del alfabeto) y uno de los reyes de Egipto, Thamos. Tot, como Fedro y Plat¨®n, est¨¢ de parte del nuevo invento, la escritura; mientras Thamos, como S¨®crates, duda. Estos dos ¨²ltimos entienden lo inevitable de esta invenci¨®n pero, siendo fieles a su mundo, hacen un canto de las virtudes que hasta entonces ayudaron a desarrollar la civilizaci¨®n.
Siendo ya Plat¨®n un escritor, en ning¨²n momento arremete contra el orador S¨®crates. Por el contrario, expresa y aclara su pensamiento, lo entiende, lo comparte y acoge como propio, pero no cede ante las bondades que est¨¢ seguro se van a desprender de la nueva invenci¨®n tecnol¨®gica. No s¨¦ si Vargas Llosa es S¨®crates o Thamos, y Volpi Fedro, Tot o Plat¨®n. Seguramente el peruano est¨¢ m¨¢s cerca del viejo griego que el mexicano del joven. Volpi rechaza de plano todo lo que representa no el pensamiento de Vargas Llosa sino su mundo. Un mundo en el cual ¨¦l mismo se ha formado. A veces lo lleva a cabo con la misma frivolidad de la que Vargas Llosa se queja en su libro y con argumentos populistas y demag¨®gicos de muy poco peso intelectual, precisamente porque esto es lo que ¨¦l mismo rechaza. El libro de Vargas Llosa no es una obra complaciente con su tiempo y su ¨¦poca, sino por el contrario muy cr¨ªtico. Advierte de que muchos de los males de los que hoy nos quejamos los hemos creado nosotros mismos. Por otra parte, su canto nost¨¢lgico hacia este modo de entender la cultura nos ha producido muchos m¨¢s bienes que males, mucha m¨¢s belleza que destrucci¨®n, mucho m¨¢s conocimiento que sombras. No se encierra en s¨ª mismo sino deja abierto un futuro que si bien ¨¦l lo ve como incierto y angustioso tambi¨¦n, como S¨®crates, lo percibe y considera inevitable. Evidentemente Vargas Llosa, a diferencia de Volpi, no juzga todo lo moderno y futuro como bueno, antielitista y democr¨¢tico, y lo pasado y presente como malo, elitista y antidemocr¨¢tico.
S¨®crates entiende que el desarrollo de la escritura es inevitable, pero hace un canto al mundo del que procede
Evidentemente Vargas Llosa, a diferencia de Volpi, no juzga las nuevas tecnolog¨ªas como la panacea universal. ?Volpi acaso encontr¨® el Grial? Que la cultura sea elitista no quiere decir que sea excluyente sino exigente. Exige preparaci¨®n, dedicaci¨®n, esfuerzo, saber, conocimiento, incluso dolor. ?Es acaso excluyente el saber cient¨ªfico o el m¨¦dico? ?Alguien lo calificar¨ªa de elitista como se califica siempre a la cultura de la que estas disciplinas tambi¨¦n forman parte ineludible? ?Cu¨¢ntas personas a lo largo de los siglos han estado dispuestas a sacrificarlo todo en aras del saber? Es cierto que, durante ¨¦pocas, las circunstancias fueron menos favorables, pero cuando el viento sopl¨® a favor, las velas de la nave de la cultura tuvieron siempre que ser ayudadas por los mismos galeotes. Volpi, como buen demagogo, conduce su estrategia hacia un campo de batalla vidrioso. Extender la democracia (un sistema pol¨ªtico) al campo de la cultura y hacernos creer que cualquiera puede ser Vargas Llosa, Octavio Paz, Borges o ¨¦l mismo. Afortunadamente, la cultura va en compa?¨ªa de la democracia. La una y la otra se necesitan y se ayudan en su camino, pero aunque los fines pueden ser los mismos, mejorar las condiciones materiales de vida del ser humano as¨ª como su conducta, la cultura incluso va m¨¢s all¨¢ pues atiende tambi¨¦n al esp¨ªritu, ayudando a despejar muchas inc¨®gnitas sobre la existencia e, incluso, a crear otras nuevas e in¨¦ditas.
La cultura tambi¨¦n, a trav¨¦s de los intelectuales, es, o fue, un contrapoder pol¨ªtico a los sistemas autoritarios, as¨ª como un vig¨ªa cr¨ªtico en los m¨¢s igualitarios. La cultura ejerci¨® siempre una influencia sobre la vida pol¨ªtica. Aport¨® ideas, experiencias y valores. Hoy la cultura est¨¢ siendo sustituida por la publicidad y las encuestas. Una publicidad vac¨ªa de contenidos y, la mayor parte de las veces, enga?osa o mentirosa a la manera de la que hablaba de ella Jonathan Swift: ¡°El arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables y hacerlo a buen fin¡±. La democracia se basa en el respeto a las leyes y a los ¨®rganos que las representan, y en este sentido la cultura a la que se refiere Vargas Llosa tambi¨¦n ten¨ªa leyes y ¨®rganos jurisdiccionales acatados por la gran mayor¨ªa. Volpi acusa a Vargas Llosa de arist¨®crata, elitista, liberal, capitalista, te¨®crata e incluso marxista, en resumen, antidem¨®crata. Ensalza la revoluci¨®n de la ¡°barbarie¡±, en la cual descubre una ¡°oportunidad de definir nuevas relaciones de poder cultural¡±. La sola palabra ¡°b¨¢rbaro¡± o ¡°barbarie¡± que pronuncia varias veces, me produce escalofr¨ªas viniendo de la pluma de quien viene.
Estamos en los inicios de una nueva Edad Media baja y, para sobrevivir, hay que refugiarse en el trabajo
Eliot, uno de los ejes vertebradores de este ensayo, como Steiner, Freud, Debord, Bajt¨ªn u otros muchos ensayistas a los que cita para asentir o disentir con sus propuestas, escrib¨ªa que la decadencia de la cultura ¡ª¨¦l ya la intu¨ªa en su tiempo¡ª podr¨ªa conducirnos a una ¨¦poca carente de cultura. Vargas Llosa afirma rotundamente que ese tiempo ya lleg¨®. Yo, por el contrario, pienso que estamos en los inicios de una nueva Edad Media baja y que, para sobrevivir a este tiempo incierto, desconocido y proceloso, hay que hacer lo mismo que entonces hizo la cultura: refugiarse en el estudio y el trabajo. Adem¨¢s ahora podemos aplicar al viejo saber las nuevas tecnolog¨ªas. Entonces cambiaron al usado papiro por el novedoso pergamino para copiar el saber que se perd¨ªa. Al final de ese largo t¨²nel surgi¨® de nuevo la luz, el Renacimiento y la imprenta. ?Por qu¨¦ una y otra vez liquidar el pasado? ?Acaso nos parece poco holocausto las quemas de bibliotecas, la destrucci¨®n de obras de arte o la persecuci¨®n por defender la libertad de pensamiento o de expresi¨®n? ?Acaso aquellos y estos b¨¢rbaros no son siempre los mismos?
Volpi escribe cosas curiosas como la siguiente: ¡°Tras el fin del comunismo ¡ªel ¨²nico lugar donde, por cierto, la alta cultura se mantuvo intacta¡ª, las democracias liberales no han respondido a las expectativas de los ciudadanos¡±. ?Sobrevivi¨® la alta cultura en el mundo sovi¨¦tico y en el fascismo? Volpi deber¨ªa releer a Milosz y su libro El pensamiento cautivo y recordar tambi¨¦n c¨®mo acabaron sus d¨ªas Mandelstam o Benjamin, y qu¨¦ le sucedi¨® al ¡°arte degenerado¡±. En la URSS la cultura estaba administrada por el Estado. J¨®zef Czapski cuenta en su libro En tierra inhumana como Tolst¨®i, Ch¨¦jov o Gorki eran simplemente tolerados frente a Dostoievski que, aunque no estaba prohibido, era autor no grato. Y adem¨¢s, estas fidelidades se ve¨ªan modificadas con el tiempo, no eran permanentes. La alta cultura, como escribe Steiner, con quien Vargas Llosa no coincide del todo, pudo provocar inconscientemente muchos de los conflictos del siglo XX (se le otorga as¨ª un poder que nunca tuvo), pudo ser antisemita (en el caso europeo), repleta de jud¨ªos, pudo reemplazar a Dios por la tecnolog¨ªa e incluso coexistir con el fanatismo, pero tambi¨¦n pag¨® sus propios errores en los frentes de batalla, en los campos de concentraci¨®n y en el exilio. En 1957 Isaiah Berlin escrib¨ªa lo siguiente en su texto titulado La cultura de la Rusia sovi¨¦tica: ¡°Los defensores de la cultura 'proletaria' no se pon¨ªan de acuerdo en si ¨¦sta deb¨ªa estar producida por personas de talento que destilaban en s¨ª mismas las aspiraciones de las masas proletarias, reales y potenciales, actuando, por as¨ª decirlo, como portavoces, mejor a¨²n, como meg¨¢fonos, o si, tal como proclamaban los ide¨®logos m¨¢s extremistas, los individuos como tales no ten¨ªan ning¨²n papel que desempe?ar en el nuevo orden, puesto que la literatura de la nueva sociedad colectivista deb¨ªa de ser inherentemente colectiva. Estos ¨²ltimos cre¨ªan, en efecto, que las obras literarias deb¨ªan estar escritas de manera colectiva por grupos y las cr¨ªticas, por escuadrones de cr¨ªticos que se repartieran la responsabilidad colectivamente por su texto, cada uno de ellos un componente an¨®nimo de un todo social¡±. ?D¨®nde sobrevivi¨® la cultura elitista? Quien lea entero el texto de Berlin encontrar¨¢ muchas semejanzas a lo que hoy, curiosamente, se pretende hacer en la red.
El poder de la inteligencia ha sido sustituido por el de los medios de comunicaci¨®n, de los cuales es hijo Internet?
La alfabetizaci¨®n generalizada y la extensi¨®n de la educaci¨®n, promovidas por los estados democr¨¢ticos, hicieron aumentar el inter¨¦s por la cultura. Gentes mejor preparadas demandaban m¨¢s saber e informaci¨®n. La cuota subi¨® como hasta entonces nunca hab¨ªa acontecido antes pero, desgraciadamente, el esfuerzo no lo hicieron todos de igual manera y por el camino se quedaron muchas gentes atrapadas en los embustes del entretenimiento. Era menos peligroso divertirse que pensar. Era menos dolorosa la amnesia que el recuerdo. ¡°Nunca tanta gente disfrut¨® de la alta cultura. Nunca se leyeron tantas novelas profundas, nunca se oy¨® tanta m¨²sica cl¨¢sica, nunca se asisti¨® tanto a museos, nunca se vio tanto cine de autor¡± escribe Volpi. Tiene raz¨®n, la alta cultura abri¨® su c¨ªrculo pero s¨®lo proporcionalmente a las nuevas circunstancias socio pol¨ªtico econ¨®micas. Lipovetsky y Serroy lo explican muy bien en La cultura-mundo, respuesta a una sociedad desorientada. La alta cultura abri¨® su c¨ªrculo y se desmoron¨® absorbida por la industria y el consumo, y el poder de la inteligencia fue sustituido por el poder de los medios de comunicaci¨®n de los cuales es hijo Internet y todas las nuevas tecnolog¨ªas. Los creadores se convirtieron en mano de obra y los lectores o espectadores en clientes o consumidores. La cultura ¡°profunda¡± poco a poco volvi¨® a sus l¨ªmites y otra impostora se ha ido haciendo cada vez m¨¢s fuerte, vaciada de inquietudes espirituales e incluso hasta materiales.
Tiene raz¨®n Vargas Llosa, Tolst¨®i, Mann, Joyce o Faulkner escribieron libros para derrotar a la muerte. Hoy la cultura-consumo, la cultura-diversi¨®n fabrica productos para ser consumidos al instante y desaparecer. Si la alta cultura creci¨® y durante alg¨²n tiempo quedamos fascinados por este espejismo, tambi¨¦n la mala literatura avanz¨®, las pel¨ªculas de entretenimiento diezmaron a los espectadores de las salas de arte y ensayo, los programas de televisi¨®n deleznables ensimismaron a millones de personas y, luego, para rematar, las nuevas tecnolog¨ªas ayudaron a desplazar la atenci¨®n. Como dice el soci¨®logo Fr¨¦deric Martel en su libro Cultura Mainstream, y recoge Vargas Llosa, ¡°la inmensa mayor¨ªa del g¨¦nero humano no practica, consume ni produce hoy otra forma de cultura que aquella que, antes, era considerada por los sectores cultos, de manera despectiva, mero pasatiempo popular, sin parentesco alguno con las actividades intelectuales, art¨ªsticas y literarias que constitu¨ªan la cultura. Esta ya muri¨®, aunque sobreviva en peque?os nichos sociales, sin influencia alguna sobre el mainstream¡±. No, la cultura no ha muerto, ha vuelto, est¨¢ volviendo a ser lo que siempre fue, est¨¢ regresando a sus l¨ªmites, a su elitismo en el que alguna vez, ella misma, descrey¨® y al que de nuevo est¨¢ siendo arrojada.
El gueto no lo crearon los jud¨ªos, el elitismo no lo cre¨® la cultura. Las grandes aventuras de la creaci¨®n intelectual, al menos por ahora, han sido abandonadas. Requirieron siempre un gran esfuerzo, un gran sacrificio y hoy el desaliento y la vida fren¨¦tica las impide porque quienes las podr¨ªan hacer tambi¨¦n se han contaminado. Todo ya es ligero, divertido, inteligible, accesible y accesorio, sin el m¨¢s m¨ªnimo esfuerzo intelectual, sin el m¨¢s m¨ªnimo bagaje cultural. Obras art¨ªsticas y literarias importantes quedan marginadas al carecer del inter¨¦s de los lectores y de un m¨ªnimo conocimiento de los mismos para comprenderlas. La p¨¦rdida de saber lleva consigo la p¨¦rdida de inquietud intelectual y la desaparici¨®n de una intuici¨®n y sensibilidad acordes. La p¨¦rdida de las ¨¦lites y de la cr¨ªtica dejan al creador como un naufrago. Un buen escritor es menos importante que un escritor que vende m¨¢s libros. Un cient¨ªfico o m¨¦dico que ha salvado vidas es menos importante que un deportista o un cantante. Un escultor o pintor tiene como hom¨®logo a un modisto o a un restaurador. As¨ª, tampoco es casual, escribe acertadamente Vargas Llosa, ¡°que, as¨ª como en el pasado los pol¨ªticos en campa?a quer¨ªan fotografiarse y aparecer del brazo de eminentes cient¨ªficos y dramaturgos, hoy busquen la adhesi¨®n y el patrocinio de los cantantes de rock y de los actores de cine, as¨ª como de estrellas de f¨²tbol y otros deportes. Estos han reemplazado a los intelectuales como directores de conciencia pol¨ªtica de los sectores medios y populares y ellos encabezan los manifiestos, los leen en las tribunas y salen a televisi¨®n a predicar lo que es bueno y es malo en el equipo econ¨®mico, pol¨ªtico y social. En la civilizaci¨®n del espect¨¢culo el c¨®mico es el rey¡±. La cultura fue invadida, fue ocupada, pero tambi¨¦n fueron culpables muchos de sus componentes, fueron colaboracionistas con el invasor. Su propio desprecio, su propio exhibicionismo, su propia investigaci¨®n sobre el vac¨ªo colabor¨® a ello.
Todo ya es ligero, divertido, inteligible, accesible y accesorio, sin el m¨¢s m¨ªnimo esfuerzo intelectual
La teor¨ªa y elucubraci¨®n cr¨ªtica lleg¨® a suplantar a la propia obra literaria o art¨ªstica. La teor¨ªa justificaba la obra de arte, ¨¦sta exist¨ªa para ser traducida e interpretadas por el cr¨ªtico-sacerdote-gur¨². Sin embargo no estoy de acuerdo en la calificaci¨®n de impostores que hace de Lacan, Kristeva, Braudrillard, Deleuze, Guattari o Virilio. Excesos los hubo, pero mejor eso que el desierto filos¨®fico y ensay¨ªstico, por ejemplo, de un pa¨ªs como el nuestro. Un pa¨ªs sin int¨¦rpretes de la creaci¨®n. La alta cultura y la incultura disfrazada bajo el sello de la cultura popular. Vargas Llosa culpa a Bajt¨ªn y a sus seguidores de haber abolido las fronteras entre cultura e incultura, dando a lo inculto una dignidad relevante. Era lo que se entend¨ªa por cultura oficial y cultura popular. Bien distinta era esta otra clasificaci¨®n que en el mundo anglosaj¨®n distingu¨ªa entre obras m¨¢s dif¨ªciles de comprender y obras m¨¢s f¨¢ciles. La highbrow culture y la lowbrow culture, la cultura de la ceja levantada y la de la ceja alica¨ªda. Ambas representaban a obras igual de interesantes y est¨¦ticamente valiosas. Vargas Llosa pone como ejemplo las obras de Eliot o Joyce como ¡°dif¨ªciles¡±, o las novelas de Hemingway y los poemas de Whitman como ¡°f¨¢ciles¡±. No s¨¦ yo si hoy ser¨ªa capaz de clasificarlas de esta manera. M¨¢s bien las situar¨¢ a todas en la highbrow culture. Hasta tales extremos hemos llegado. ?Es hoy la cultura ¡ªcomo dec¨ªa Eliot¡ª todo aquello que hace de la vida algo digno de ser vivido? Para m¨ª, evidentemente, s¨ª. Pero lo que yo juzgo como digno de ser vivido puede ser muy diferente para otros. La cultura ten¨ªa antes un prestigio, una jerarqu¨ªa, un valor que en las ¨²ltimas d¨¦cadas se ha subvertido. Prestigio y cr¨¦dito reconocidos a una persona o instituci¨®n por su legitimidad, calidad y competencia en alguna materia.
La cultura desacralizada, la religi¨®n, la sexualidad, la pol¨ªtica, el periodismo y la democracia, todo va a parar hoy a manos de la econom¨ªa y el mercado. Vivimos en el desapego a los valores esenciales en los que fuimos educados. Vargas Llosa los echa de menos, Volpi celebra esta insurrecci¨®n hacia un nuevo mundo desconocido. ?Responsabilidad de uno? ?Irresponsabilidad del otro? No. Confirmaci¨®n del uno y esperanza del otro. La vida sigue, la mutaci¨®n es ya un hecho. De nada vale condolerse. Entregu¨¦monos al futuro sin contemplaciones y sin condiciones. Siempre el futuro fue mejor que el pasado. ¡°Confieso que tengo poca curiosidad por el futuro, en el que, tal como van las cosas, tiendo a descreer. En cambio, me interesa mucho el pasado, y much¨ªsimo m¨¢s el presente, incomprensible sin aqu¨¦l¡±, escribe Vargas Llosa.
?Por qu¨¦ se quiere despachar al papel sin v¨ªtores ni honores?. ?Por qu¨¦ tanta prisa en su jubilaci¨®n?
Vargas Llosa y Volpi pertenecen a generaciones distintas. Este ¨²ltimo, en un art¨ªculo titulado R¨¦quiem por el papel (EL PA?S, 15/10/2011), celebraba la llegada del libro electr¨®nico pensando que ayudar¨ªa a la democratizaci¨®n de la cultura. De nuevo, el t¨®pico. Vargas Llosa, tal y como se desprende del comentario que hace en su libro, cre¨ªa injusta esta alegr¨ªa. El libro en papel ha sido un elemento fundamental en la culturizaci¨®n y democratizaci¨®n general de Occidente. ?Por qu¨¦ se le quiere despachar sin v¨ªtores ni honores?. ?Por qu¨¦ tanta prisa en su jubilaci¨®n? ?Por qu¨¦ tanto rencor hacia Gutenberg a quien la humanidad le debe uno de sus mayores logros?
Vargas Llosa critica suavemente a Volpi y se apoya en el art¨ªculo de respuesta que Vicente Molina Foix le dedic¨® a ¨¦ste, ensalzando las virtudes de nuestro tan viejo y querido compa?ero. ?M¨¢s ¨²til, barato, democr¨¢tico el libro electr¨®nico? Probablemente ¨²til s¨ª, y tambi¨¦n barato, pero democr¨¢tico ?en qu¨¦ sentido?. Quienes no le¨ªan en uno no lo har¨¢n en el otro, tendr¨¢n m¨¢s informaci¨®n posible a su alcance, pero no m¨¢s conocimiento. Por otra parte, del art¨ªculo de Volpi se desprend¨ªa una alegr¨ªa inusitada porque la palabra ¡ªel utensilio que ¨¦l mismo utiliza no s¨®lo para crear sino tambi¨¦n para vivir¡ª fuese destronada. Volpi, como yo mismo, est¨¢ seguro que este soporte nuevo traer¨¢ consigo la desaparici¨®n de algunos g¨¦neros literarios e incluso period¨ªsticos y se implantar¨¢n otros nuevos. Visto lo cual, ¨¦l manifestaba su satisfacci¨®n por la inminente ¡°aparici¨®n de textos enriquecidos ya no s¨®lo con im¨¢genes sino con audio y v¨ªdeo¡±. ?D¨®nde entonces la palabra? En su art¨ªculo m¨¢s reciente El ¨²ltimo de los mohicanos (EL PA?S, 27/04/2012), curiosamente, tambi¨¦n se congratulaba de que poco a poco ¡°se difuminan nuestras ideas de autor¨ªa y propiedad intelectual¡±. ?Qu¨¦ quedar¨¢ entonces del escritor? ?A qu¨¦ oficio se dedicar¨¢ el propio Volpi?
Sin palabras, sin autor¨ªa, sin derechos de autor, sin m¨¢s lectores sobre el soporte que sea, ?qu¨¦ quedar¨¢ del escritor? ?Volpi ha elegido ya su nueva profesi¨®n? Vargas Llosa no se refiere a un cambio de g¨¦neros pero s¨ª de escritura ¡°algo de la inmaterialidad del libro electr¨®nico se contagiar¨¢ a su contenido, como le ocurre a esa literatura desma?ada, sin orden ni sintaxis, hecha de ap¨®copes y jerga, a veces indescifrable, que domina el mundo de los blogs, el Twitter, el Facebook y dem¨¢s sistemas de comunicaci¨®n a trav¨¦s de la Red, como si sus autores, al usar para expresar ese simulacro que es el orden digital, se sintieran liberados de toda exigencia formal y autorizados a atropellar la gram¨¢tica, la sind¨¦resis y los principios m¨¢s elementales de la correcci¨®n ling¨¹¨ªstica¡±. Vargas Llosa a¨²n conf¨ªa en que la literatura, la poes¨ªa, la filosof¨ªa, la historia, la cr¨ªtica, sobrevivir¨¢n en la red siendo cada vez m¨¢s entretenidas, superficiales y pasajeras¡± como todo lo que se vuelve dependiente de la actualidad¡±. Yo por el contrario creo que muchos de estos g¨¦neros mutar¨¢n, cambiar¨¢n e incluso desaparecer¨¢n dando lugar a otros distintos y diferentes. ?Mejores o peores? ?Qui¨¦n puede saberlo? El soporte inevitablemente modificar¨¢ la forma del mensaje. Este hecho no se producir¨¢ de manera inmediata, quiz¨¢ muchos de nosotros no lo veremos, ni la ¡°vieja¡± generaci¨®n de Vargas Llosa, ni la m¨ªa intermedia, ni la m¨¢s joven de Volpi, pero ese cambio gen¨¦tico-gen¨¦rico sin duda se llevar¨¢ a cabo. ?Debemos temerlo? ?No! Nadie puede ir contra el destino, contra el ¡°progreso¡±, los cambios son inevitables y, por lo general, siempre han favorecido al ser humano.
?La literatura ha muerto, como piensa Steiner, como piensan en silencio muchos escritores? Probablemente, la literatura, como la hemos entendido nosotros, est¨¢ ya moribunda, pero estoy seguro que ella misma sabr¨¢ pervivir de otra manera. En ninguna ¨¦poca de la historia el ser humano ha dejado de contar sus inquietudes, sus pasiones, sus deseos, sus imaginaciones. Lo har¨¢ de una manera u otra, pero jam¨¢s dejar¨¢ de contar. En medio de esta revoluci¨®n, en medio de esta especie de sometimiento totalitario, Czeslaw Milosz lo narr¨® a la perfecci¨®n. Ante el poder de la industria tecnol¨®gica (bajo ella nos proletarizaremos todos los productores de contenidos), Volpi quiere hacer el papel de Robespierre. Seguramente se le jalear¨¢ en la Red, como tantos jalearon al ide¨®logo de la revoluci¨®n en Par¨ªs, probablemente aquellos mismos que luego lo llevaron al cadalso.
C¨¦sar Antonio Molina es director de la Casa del Lector y fue ministro de Cultura (2007-2009).
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