La socialdemocracia y el proyecto europeo
Esta crisis ofrece la oportunidad de quitarnos de encima las complicadas y vacuas definiciones acu?adas por la Tercera V¨ªa de Tony Blair
Europa es lo m¨¢s parecido que hay a la socialdemocracia. Incluso, Europa es socialdemocracia. Se podr¨ªa replicar que la construcci¨®n europea fue un ¨¦xito conjunto de democristianos y socialdem¨®cratas, con los primeros al frente de m¨¢s gobiernos durante las d¨¦cadas iniciales de postguerra. Pero no es menos cierto que aquellos viejos cristianodem¨®cratas, humanistas democr¨¢ticos con sentimiento social, han sido reemplazados por agrios conservadores hijos de la revoluci¨®n neoconservadora de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y que cuentan con nuevos amigos en su propio seno o a su derecha, ya sean viejos y siniestros conocidos europeos como hemos visto en Grecia, o una derecha fundamentalista y ultraconservadora a imagen de la que en Estados Unidos se autodenomina Tea Party. Una derecha que la profunda crisis econ¨®mica y social que estamos viviendo est¨¢ poniendo en evidencia, demostrando lo poco tiene que ver con la que contribuy¨® a construir el Estado del bienestar europeo. Mientras, por contra, la socialdemocracia sigue manteniendo intactos los principios y valores de entonces, convertida, como dec¨ªa Tony Judt, en la prosa de la pol¨ªtica europea contempor¨¢nea, lo cual constituye su principal problema, su ¨¦xito sin ¨¦pica.
La combinaci¨®n de crisis econ¨®mica y supuesta crisis de la socialdemocracia nos obliga a responder con valent¨ªa. La izquierda no supo reaccionar con determinaci¨®n a la crisis financiera de 2008. Esta crisis ofrece la oportunidad de quitarnos de encima las complicadas y vacuas definiciones acu?adas por la Tercera V¨ªa de Tony Blair en su intento de construir un pensamiento progresista compatible con la desregulaci¨®n financiera y con la globalizaci¨®n en un marco neoliberal. Un camino que solo sirvi¨® para distribuir, y hacerlo de esa manera, la riqueza creada en unos a?os de prosperidad insostenible.
Vivimos tiempos de crisis social, de p¨¦rdida de calidad de vida y bienestar, de voladura controlada del sistema de igualdad de oportunidades que tanto cost¨® construir, de abandono de la sanidad y educaci¨®n p¨²blicas, de paro desbocado. Tiempos de inseguridad e incertidumbre en los que a pesar del indecente espect¨¢culo protagonizado por el sistema financiero y sus gestores, los mercados han logrado imponer pol¨ªticas sin debate democr¨¢tico alguno con el fin de rescatar al sector financiero del desastre provocado por la desregulaci¨®n que antes logr¨® imponer.
Las consecuencias de esta crisis demuestran que nunca como en estos a?os hab¨ªa estado la pol¨ªtica tan sometida a los intereses econ¨®micos de unos pocos. Este sometimiento ha provocado la mayor crisis de la construcci¨®n europea desde su creaci¨®n porque Europa es justamente lo contrario, el sometimiento de la econom¨ªa a un fin pol¨ªtico, la convivencia democr¨¢tica en libertad bajo nuestro modelo de bienestar social. Tras la Segunda Guerra Mundial Europa puso la econom¨ªa ¡ªel carb¨®n y el acero primero, el mercado com¨²n despu¨¦s, el euro¡¡ª al servicio de un gran sue?o. Y esta crisis provocada por la desregulaci¨®n ha puesto todos los sue?os pol¨ªticos, ciudadanos y de convivencia al servicio de un paradigma econ¨®mico injusto e insostenible.
La estructura de bienestar social europea debe comunitarizarse
La combinaci¨®n de crisis econ¨®mica y una derecha m¨¢s alejada que nunca de los valores humanistas de la Ilustraci¨®n como apunta Tzvetan Todorov, ofrece una oportunidad irrepetible a la izquierda europea para construir una alternativa cre¨ªble. Un inmenso reto porque en la pr¨¢ctica, salvo honrosas excepciones, socialdemocracia solo ha habido en Europa. Pero las cosas han cambiado tambi¨¦n fuera de Europa, y mucho. Dani Rodrik en su famosa paradoja se?ala la imposibilidad de conciliar tres elementos: democracia, soberan¨ªa nacional y globalizaci¨®n, teniendo que optar como m¨¢ximo por dos. Las dos primeras conducen al aislamiento y la autarqu¨ªa. Las dos segundas, ?a China? Si apostamos por la primera y la ¨²ltima, democracia y globalizaci¨®n, debemos convertir esta globalizaci¨®n en el campo natural de actuaci¨®n de nuestra imperfecta Europa, reubicando en Europa la soberan¨ªa perdida.
Esa alternativa exige, no obstante, tomarse en serio de una vez por todas el proyecto de construcci¨®n europea, y hacerlo tomando decisiones que lo transformen. Hay que asumir que una Europa de 27+1 miembros puede conducir r¨¢pidamente a un proceso de geometr¨ªa variable en el que solo unos pocos Estados profundicen en todo aquello imprescindible para volver a poner la econom¨ªa al servicio de los ciudadanos.
En el ¨¢mbito econ¨®mico, la Uni¨®n Europea y m¨¢s a¨²n los pa¨ªses que conforman el euro, deben ser capaces de cerrar el deficiente dise?o de lo que solo es una uni¨®n monetaria. Armonizaci¨®n fiscal con impuestos y tipos marginales equiparables, un mecanismo de mutualizaci¨®n y solidaridad financiera y de la deuda como en cualquier uni¨®n federal, un presupuesto europeo eficaz y transparente, recursos propios ¡ªtasa sobre transacciones financieras¡ª, un BCE comprometido con el crecimiento y el empleo, y una regulaci¨®n y supervisi¨®n bancaria con garant¨ªas. La pol¨ªtica econ¨®mica de dimensi¨®n europea est¨¢ obligada a concentrar sus esfuerzos en educaci¨®n e I+D+i, pol¨ªtica industrial y energ¨¦tica, y a hacerlo desde la doble perspectiva de la sostenibilidad tanto social como medioambiental. Exactamente lo contrario de lo que el Gobierno espa?ol est¨¢ eligiendo como camino. Un Gobierno que confunde errores propios con incomprensi¨®n europea como siempre ha hecho la derecha en nuestro pa¨ªs.
El Parlamento Europeo debe ser la sede del control pol¨ªtico de todas las pol¨ªticas comunes. Los socialistas nos tenemos que comprometer a presentar un candidato ¨²nico a presidente de la Comisi¨®n en las pr¨®ximas elecciones europeas para evitar el fiasco Barroso de 2009. Para ello, antes debemos convertir el partido de los Socialistas Europeos (PSE) en un verdadero partido pol¨ªtico. Un PSE volcado en la propuesta de pol¨ªticas de dimensi¨®n europea destinadas a impulsar el crecimiento y el empleo, reducir las desigualdades y desequilibrios econ¨®micos, sociales y regionales, y convertir el modelo social europeo en se?a de identidad y garant¨ªa de ¨¦xito y competitividad. La estructura de bienestar social europea debe comunitarizarse, m¨¢s aun ahora que la derecha comienza a asumir la inevitabilidad de propuestas socialdem¨®cratas en lo fiscal ¡ªuni¨®n fiscal, eurobonos¡ª y financiero ¡ªuni¨®n bancaria, dicen ahora¡ª. Pues bien, en lo social tambi¨¦n.
Las libertades fundamentales europeas no deben ser condicionales. O somos europeos o no lo somos.
En el ¨¢mbito institucional debemos vencer la resaca soberanista que amenaza Europa, y hacerlo reformando sus instituciones para dotarlas de verdadera esencia democr¨¢tica y de capacidad de control ciudadano, oponi¨¦ndonos a su vez a cualquier retroceso. No tiene sentido suspender Schengen cada vez que se organiza una cumbre financiera en una ciudad importante. Las libertades fundamentales europeas no deben ser condicionales. O somos europeos o no lo somos.
Por ¨²ltimo, debemos seguir profundizando en la construcci¨®n de la ciudadan¨ªa europea, m¨¢s aun hoy en d¨ªa en el que vivimos en una sociedad multiidentitaria de vocaci¨®n laica en la que cada uno tiene derecho a sentir muchas cosas a la vez. Probablemente tengamos que aligerar nuestros problemas ling¨¹¨ªsticos priorizando el ingl¨¦s como segunda lengua comunitaria y v¨ªa de comunicaci¨®n com¨²n. Europa debe garantizar la ¨²ltima instancia judicial no s¨®lo en derechos y libertades fundamentales como hace ahora en la instituci¨®n hermana de la Uni¨®n, el Consejo de Europa en Estrasburgo, sino tambi¨¦n en derechos econ¨®micos y sociales.
La socialdemocracia tiene que lograr que su actuaci¨®n en Europa sea coherente con los objetivos ¨²ltimos de construcci¨®n de una Europa federal, de una verdadera uni¨®n pol¨ªtica con todas sus consecuencias como un servicio exterior y un ej¨¦rcito europeo donde se comparta, b¨¢sicamente, todo. La construcci¨®n de una Europa unida y el sue?o socialdem¨®crata de una sociedad democr¨¢tica, justa y pr¨®spera han sido los motores pol¨ªticos de nuestros ¨²ltimos cien a?os. Europa ser¨¢ socialdem¨®crata o no ser¨¢.
Juan Moscoso del Prado es diputado a Cortes por Navarra (PSN-PSOE)
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