La estatua de sal
Hay que volver la vista atr¨¢s, no con ¨¢nimo de venganza sino por respeto a la democracia
Luis de Guindos nos ha recordado que la mujer de Lot fue convertida en estatua de sal por volver la vista atr¨¢s. En los tiempos que corren es de agradecer que un ministro de Econom¨ªa haga una referencia a la Biblia, y que ¨¦sta no sea al Apocalipsis. Es importante, sin duda, tener en la memoria el asunto de la estatua de sal. Pero me parece que las conclusiones pueden ser muy diversas. El se?or Guindos dijo ¡ªo eso afirmaron los peri¨®dicos¡ª que ¡°no hay que mirar muy atr¨¢s¡±. Y ah¨ª empiezan los problemas: ?qu¨¦ significa ¡°muy atr¨¢s¡±? ?Es un ¡°muy atr¨¢s¡± c¨®smico, geol¨®gico, biol¨®gico o hist¨®rico? Para no recibir el castigo que recibi¨® la mujer de Lot qu¨¦ es lo que, exactamente, no hay que mirar. ?El Big Bang?; ?el origen de la vida en la Tierra?; ?la ca¨ªda del Imperio Romano?; ?la guerra civil espa?ola?; ?la Transici¨®n? O, tal vez, es un ¡°muy atr¨¢s¡± m¨¢s reciente, y no hay que mirar a la fuente del desastre econ¨®mico actual, o al origen del colapso financiero, o ¡ªsi el ¡°muy atr¨¢s¡± es todav¨ªa m¨¢s pr¨®ximo¡ª a la g¨¦nesis de la dilapidaci¨®n en Bankia, motivo ¨²ltimo de la reflexi¨®n b¨ªblica del ministro.
Es dif¨ªcil saber con precisi¨®n las consecuencias de la cita del se?or Guindos, apoyada en una fea expresi¨®n castrense o judicial que est¨¢ de moda ¨²ltimamente, y que es la favorita del banquero Goirigoizarri, actual presidente de Bankia: ¡°no es mi misi¨®n depurar responsabilidades¡±. Esto complica a¨²n m¨¢s el horizonte pues, si no hay que encontrar responsables en el camino, ?para qu¨¦ volver la vista atr¨¢s, aunque no sea ¡°muy atr¨¢s¡±? La mujer de Lot sinti¨® curiosidad y se vio esculpida en sal, pero si no hay que sentir curiosidad alguna para no toparse con responsables de cualquier tipo, ?a qu¨¦ viene esta cita b¨ªblica? Hubiera sido mejor recomendar una lectura colectiva del Libro de Job para que los espa?oles supiesen que lo que sucede, o ha sucedido, es la consecuencia de designios inescrutables, como los divinos.
Es imprescindible el aire fresco de la catarsis. La sociedad debe percibir que las responsabilidades ¡°se dirimen¡±
Al contrario que el ministro de Econom¨ªa yo s¨ª creo que hay que volver la vista atr¨¢s, incluso ¡°muy atr¨¢s¡± si es necesario, no con ¨¢nimo de venganza sino por respeto a la democracia. Es una cuesti¨®n de miradas. La mirada vengadora busca el ajuste de cuentas y, aunque pueda satisfacer al agraviado, o a los suyos, en nada contribuye al crecimiento de la libertad. La mirada reparadora ¡ªtras la cual s¨ª tienen que ¡°depurarse responsabilidades¡±¡ª otorga confianza a la comunidad y, al evitar la percepci¨®n de que los delincuentes quedan impunes, refuerza el sentido mismo de la ley democr¨¢tica. Los delitos pueden ser perdonados, si as¨ª se considera para una mayor concordia, pero deben ser investigados implacablemente, todo lo atr¨¢s que sea imprescindible. Naturalmente para eso se necesita una sociedad que sea lo suficientemente libre como para decirse la verdad.
Y esa, creo, es la ra¨ªz del problema. Tener el coraje de decirse la verdad guarda similitudes con la curiosa tentaci¨®n de mirar atr¨¢s. Tambi¨¦n la mujer de Lot hubiese podido ser convertida en estatua de sal por querer saber la verdad. ?Una verdad cercana?; ?una verdad que quedaba atr¨¢s?; ?una verdad que quedaba ¡°muy atr¨¢s¡±? Tomemos el caso pr¨¢ctico al que alud¨ªa el se?or Guindos: ?cu¨¢ntos subsuelos hay que atravesar para encontrar algo de luz en la sima de Bankia? El ¡°subsuelo Goirigoizarri¡±, el ¡°subsuelo Rato¡±, el ¡°subsuelo Blesa¡±¡ ?Ser¨ªan suficientes? Evidentemente no, pues es f¨¢cil deducir que cada uno de ellos estalla en m¨²ltiples direcciones. Deber¨ªamos decirnos la verdad en tantas cosas que nadie est¨¢ dispuesto a abrir una nauseabunda caja de Pandora. Sin embargo, hay algo m¨¢s que la sagrada omert¨¤ de los banqueros, la complicidad de los pol¨ªticos o la ineptitud de los jueces: hay una general impotencia en nuestra sociedad para contemplar el presente y, sobretodo, el pasado sin recurrir a la mentira o, cuando menos, a la opacidad. La falta de valent¨ªa no s¨®lo imposibilita toda ecuanimidad sino que origina un permanente sectarismo.
El actual espect¨¢culo entorno al Diccionario de la Academia de Historia es suficientemente elocuente. La esperp¨¦ntica falta de consenso de los historiadores espa?oles parece confirmar el t¨®pico de que la Historia de Espa?a es cosa de los anglosajones y de alg¨²n franc¨¦s. En cualquier caso ser¨ªa dif¨ªcil esperar una transparencia historiogr¨¢fica en una sociedad escasamente interesada en la verdad hist¨®rica, o miedosa ante sus consecuencias (¡°depurar responsabilidades¡±). Casi ocho d¨¦cadas despu¨¦s de iniciada la Guerra Civil la confusi¨®n sigue viva entre nosotros, y tras casi cuatro d¨¦cadas transcurridas desde el principio de la transici¨®n no hay una informaci¨®n ponderada sobre sus condiciones y consecuencias. Al parecer ¡ªy en eso Guindos tendr¨ªa su raz¨®n¡ª no se puede ahondar en el pasado sin temer los resultados.
Este tab¨² ha acabado siendo una herida cada vez m¨¢s profunda en el cuerpo de la democracia. Su gangrena es la desconfianza: los ciudadanos desconf¨ªan de sus supuestos representantes, y los pol¨ªticos desconf¨ªan de cualquier movimiento que implique ¡°dirimir responsabilidades¡±, apareciendo ante aqu¨¦llos como una casta que se autoprotege, y protege a los suyos. La imagen de impunidad de que ha gozado la corrupci¨®n ha llevado al recelo generalizado, un peligroso cul de sac en el que cualquier irracionalismo y demagogia son posibles, pero plenamente justificado por la tupida telara?a de intereses que rodea al poder, y que el ciudadano ve traducido en un sinf¨ªn de regal¨ªas (por ejemplo, los consejos de administraci¨®n que se regalan, incomprensiblemente, a los pol¨ªticos), fantasiosas indemnizaciones e impunidades.
La sistem¨¢tica ocultaci¨®n de la verdad ha llevado a un tal empozo?amiento de la vida p¨²blica que ya nadie sabe si las declaraciones contundentes son fruto del autoenga?o o de la desfachatez, p¨¦simo s¨ªntoma en ambos casos. Y me temo que es esta din¨¢mica de la incertidumbre creciente la que se ha trasladado a la opini¨®n internacional que, agitada por la prensa amarilla pero tambi¨¦n por responsables pol¨ªticos de envergadura, empieza a se?alar la culpabilidad colectiva de los espa?oles, como antes hizo con los griegos, sin distinguir demasiado entre los que delinquieron y los que pagan los efectos del delito. La hemorragia crece sin cesar y para cortarla en alg¨²n punto, se?or Guindos, ¡°hay que dirimir responsabilidades¡± y reconocer la verdad.
Si es necesario mirar atr¨¢s, se mira. No parece que haya tiempo para la cobard¨ªa
Los ejemplos son infinitos, y necesitar¨ªan no un art¨ªculo sino una enciclopedia, pero examinemos brevemente dos, de militancias pol¨ªticas opuestas, el primero situado en un ¡°atr¨¢s¡± no muy lejano y el segundo en otro bien reciente. ?Es responsable todav¨ªa hoy el se?or Zapatero de su c¨¦lebre tesis sobre la solidez suprema de la banca espa?ola? S¨ª, a mi juicio, fuera aquella nefasta euforia consecuencia del autoenga?o ¡ªal que era tan proclive¡ª o de una expl¨ªcita falta de verdad. No se le puede otorgar el beneficio de la ignorancia, porque un presidente del gobierno, a no ser que fuera un inepto completo, lo cual implicaba culpabilidad en un cargo as¨ª, no pod¨ªa ignorar el desastroso estado de los bancos, primeros art¨ªfices de la especulaci¨®n inmobiliaria. Mirando a anteayer encontramos, n¨ªtida, la figura de Zapatero. Al mirar ¡°menos atr¨¢s¡±, a un ayer reciente, hallamos a Rodrigo Rato proclamar en una conferencia en Barcelona, hace tres semanas, la herc¨²lea potencia de Bankia. Rato, ministro de Econom¨ªa con Aznar, antes de ser presidente del Fondo Monetario Internacional y luego de Bankia, no pod¨ªa, en ning¨²n caso, ignorar la dimensi¨®n de la mentira proclamada. Si no tuviera otras responsabilidades ¡ªaunque me temo que s¨ª¡ª, tiene la responsabilidad de ese enga?o.
La mara?a de informaciones contradictorias, de medias verdades cocinadas en el fog¨®n de la manipulaci¨®n, de confusos tecnicismos en boca de buscadores de impunidad ¨²nicamente puede conducir al colapso. De no remediarlo pronto nos encontramos con la imagen m¨¢s vergonzosa: la de las ratas abandonando el barco porque este est¨¢ a punto de hundirse. Para evitarlo es imprescindible el aire fresco de la catarsis. La sociedad debe percibir que las responsabilidades ¡°se dirimen¡±. En eso consiste la democracia. Si es necesario mirar atr¨¢s, se mira. No parece que haya tiempo para la cobard¨ªa. Ya dijo un poeta: ¡°En ocasiones hace falta regresar al pasado para conquistar el porvenir¡±.
Rafael Argullol es escritor.
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