No queremos volver a la Espa?a de los 50
Necesitamos cambiar radicalmente nuestra estrategia de negociaci¨®n con la UE, abandonar el populismo y no acusar a Bruselas de las reformas que hay que hacer con apoyo de los partidos mayoritarios
Espa?a camina a trompicones, pero inexorablemente, por un sendero que conduce a perder los avances conseguidos por dos generaciones de espa?oles. En un pa¨ªs donde las familias, las empresas, los bancos y el sector p¨²blico est¨¢n excesivamente endeudados, la falta de cr¨¦dito supone un par¨®n que, si bien gracias al BCE no es por ahora repentino, s¨ª que es dram¨¢ticamente real. Los mercados est¨¢n cerrados a cal y canto y la ¨²nica financiaci¨®n que entra viene del BCE, que no solo nos financia la actividad econ¨®mica sino que tambi¨¦n sustituye una acelerada fuga de capitales al exterior.
Ante esta situaci¨®n, cunde el des¨¢nimo y el victimismo entre los espa?oles incluyendo los editorialistas de la prensa: nosotros lo hemos hecho todo y no nos hacen caso. La culpa de todo, nos explican, es de Europa que en el fondo ¡°no nos quiere¡±. Esto es una falacia. Tras cuatro a?os de crisis seguimos con los bancos en situaci¨®n cr¨ªtica y dependientes de la financiaci¨®n del eurosistema (ning¨²n pa¨ªs se ha beneficiado tanto de las operaciones de liquidez como Espa?a). Ninguna de las reformas acometidas han alterado sustancialmente un estado insostenible. En vez de ello, las reformas, particularmente las fiscales, han modificado solo los m¨¢rgenes y, a menudo, en la direcci¨®n incorrecta. Las continuas sorpresas sobre la situaci¨®n fiscal de las administraciones, central y auton¨®micas, demuestran que Espa?a tiene un problema constitucional que pocos consideran y que otros, como el presidente del Gobierno, niegan.
Es por ello que nuestra postura en la negociaci¨®n con Europa es tan absurda que raya en lo incomprensible: ni el BCE ¡°no nos ayuda¡± ni nosotros hemos ¡°hecho nuestros deberes¡±. Contrariamente a lo que nos hacen crear, en Europa ha habido siempre una enorme comprensi¨®n hacia Espa?a, fruto de la transici¨®n y de un liderazgo pasado con visi¨®n y capacidad de sacrificio. Pero este respeto est¨¢ siendo destruido por nuestra infantil amenaza de romper la baraja.
Hay una Espa?a posible por la que queremos luchar, moderna, con instituciones fuertes
Y es que salirnos del euro, por mucho que resulte tentador, ser¨ªa, muy probablemente, mucho peor de lo que imaginamos. Los que escuchan el canto de esta sirena nos dicen que eliminar¨ªa a la vez la deuda privada y p¨²blica y mejorar¨ªa la competitividad. La realidad es que, el d¨ªa despu¨¦s de la salida, la situaci¨®n ser¨ªa complicad¨ªsima. La nueva moneda se devaluar¨ªa considerablemente, los salarios y pensiones perder¨ªan gran parte de su poder de compra y todos los productos importados subir¨ªan de precio. Al aumentar la carga de la deuda, empresas, bancos y sector p¨²blico se enfrentar¨ªan a la bancarrota. Las empresas, muy integradas en cadenas de valor global, suspender¨ªan pagos con sus proveedores y perder¨ªan sus relaciones con sus clientes. Los bancos quebrar¨ªan. El pago de bienes importados ser¨ªa dif¨ªcil. Adem¨¢s, para dar credibilidad a la nueva moneda, y evitar una hiperinflaci¨®n en un contexto de descenso de los ingresos, el Estado tendr¨ªa que proceder a una brutal consolidaci¨®n fiscal, eliminando de una vez el d¨¦ficit primario, lo mismo que de momento reh¨²sa a hacer.
La esperanza que tienen los que sue?an con esta quimera es que Espa?a rebotar¨ªa en dos a?os. Y s¨ª, tarde o temprano, lo har¨ªa. Pero esa Espa?a ser¨ªa la Espa?a de los 50, con ingresos bajos, derivados del turismo, con baja productividad, bajos costes y con un control brutal ejercido por los caciques locales, que controlar¨ªan los monopolios de la nueva econom¨ªa cerrada. Del control de cambios y de exportaciones, aparecer¨ªa, como en Argentina, una nueva clase privilegiada, estrechamente ligada al poder, nacida del chanchullo, la chapuza y el compadreo. Nosotros no nos reconocemos en esa Espa?a, que hemos pasado varias generaciones enterrando. Y como nosotros, muchos otros. Sin ir m¨¢s lejos, Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco ver¨ªan su independencia como m¨¢s atractiva que nunca.
Lo triste es que a muchos de nuestros pol¨ªticos este escenario no les asusta: una econom¨ªa cerrada es una econom¨ªa en la que pueden hacer y deshacer a su antojo, usando las palancas de la peseta para dar d¨¢divas a sus amigos a discreci¨®n. Es a los espa?oles, por el contrario, a los que les conviene mantener el euro, que es la ¨²nica forma de preservar el m¨ªnimo control de los desmanes de nuestros dirigentes.
Nos dir¨¢n que no hay alternativa. Mentira: la alternativa es clara. Espa?a tiene que hacer su parte, y Europa la suya.
Para empezar, necesitamos cambiar radicalmente nuestra estrategia de negociaci¨®n con Europa. Este es un juego cooperativo, con ganancias potenciales enormes para todos si encontramos la soluci¨®n, no un juego de suma cero. En la construcci¨®n europea no hay acuerdo posible sin confianza mutua, no hay rescate sin alianza. Contrariamente a la propaganda que escuchamos, Alemania no quiere dominar Europa. El problema es precisamente el contrario, que Alemania desea que le dejen en paz y asegurarse que no se impone una soluci¨®n en la que le toman el pelo y en la que debe hacer transferencias al resto de Europa hasta el fin de los tiempos.
Nos conviene mantener el euro, ¨²nica forma de control de los desmanes de nuestros dirigentes
Segundo, debemos abandonar el populismo. Olvid¨¦monos de Gibraltar: entran m¨¢s espa?oles a vivir en Londres en un a?o que la entera poblaci¨®n del Pe?¨®n. ?Queremos hablar de esto cuando empresas cruciales espa?olas dependen de la voluntad del regulador financiero, energ¨¦tico o aeroportuario ingl¨¦s? Igualmente, dejemos de clamar a gritos nuestra soberan¨ªa en peleas abiertas a pecho descubierto con el BCE ¡ªque es el ¨²nico que provee ahora mismo de financiaci¨®n a la econom¨ªa espa?ola¡ª y con nuestros socios. La histeria debe pasar a mejor vida.
Y no acusemos a Bruselas por lo que nos piden hacer. Las reformas hay que defenderlas en s¨ª, porque es en el inter¨¦s de Espa?a que el estado sea sostenible. Espa?a debe expresar un claro compromiso con la construcci¨®n europea y con soluciones que minimicen en lo posible las transferencias a largo plazo. Espa?a debe decir un claro s¨ª a Europa, que es lo ¨²nico que nos protege del peronismo empobrecedor, y que estamos dispuestos a pagar el precio que esto acarrea.
Para ello, necesitamos urgentemente un nuevo gobierno, con apoyo de todos los partidos mayoritarios y de nuestros expresidentes, compuesto por pol¨ªticos competentes y t¨¦cnicos intachables con amplios conocimientos de su cartera. Este gobierno debe trabajar con tres prioridades. Primero, poner de verdad en marcha las reformas necesarias reconstruyendo la confianza de inversores extranjeros, contribuyentes espa?oles y socios europeos. Segundo, afirmar, sin ambig¨¹edad, el compromiso absoluto con el euro y la construcci¨®n europea. Y, tercero, plantear a nuestros socios, desde la confianza generada por un gobierno coherente y serio, una ayuda econ¨®mica en condiciones para resolver el ¨²nico problema que no podemos resolver solos: el agujero creado por la burbuja inmobiliaria en el sistema financiero, a cambio de un control europeo de los bancos rescatados y de un sistema regulador com¨²n.
La sociedad espa?ola debe decidir qu¨¦ Espa?a quiere. Hay una Espa?a posible por la que queremos luchar, una Espa?a moderna, con instituciones fuertes e independientes, con un nivel de vida elevado, un sistema educativo abierto pero exigente y con un Estado del bienestar sostenible. Este modelo de Espa?a est¨¢ en su misma esencia ligado a Europa.
Y esta respuesta deber¨ªa ser obvia, pues ya la dio Ortega hace 102 a?os en un discurso al club de opini¨®n de Bilbao. Frente a los que acusan a Europa de todos nuestros males, hoy como ayer, Espa?a es el problema, Europa la soluci¨®n.
Jes¨²s Fern¨¢ndez-Villaverde es catedr¨¢tico de Econom¨ªa, University of Pennsylvania; Luis Garicano es catedr¨¢tico de Econom¨ªa y Estrategia, London School of Economics; Tano Santos es catedr¨¢tico de Econom¨ªa y Finanzas de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia.
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