Anfiteatro
Antes la minor¨ªa selecta dictaminaba en qu¨¦ consist¨ªa la cultura. Hoy el c¨¢ntaro se ha roto y la cultura se ha derramado en la calle
Asistir al festival de Salzburgo o al de Bayreuth y abanicarse elegantemente la mand¨ªbula con el programa de mano mientras suena Mozart o Wagner, es una forma de estar en el mundo de la cultura. En los entreactos puede usted tomar una copa de champa?a y algunos pastelillos, saludar a los conocidos con una leve reverencia en el foyer y ejercer cr¨ªticas o elogios acompa?ados de una civilizada sonrisa. En cambio, asistir a un concierto de Bruce Springsteen, bailar al comp¨¢s de la bomba Beyonc¨¦ o extenuarse hasta la agon¨ªa gritando a Lady Gaga con las entra?as cargadas de la energ¨ªa que genera la multitud, ya no es una forma de estar en el mundo de la cultura, sino una manera de ser, una actitud personal ante la vida. Desde la Grecia cl¨¢sica la cultura siempre ha sido un espect¨¢culo, hasta hace poco ofrecido a la degustaci¨®n de unos iniciados y hoy a merced del apetito insaciable de las masas. El privilegio de formar parte de ese reducto exclusivo que cree que la cultura es un jard¨ªn cerrado cuyo cultivo requiere una especial sensibilidad, est¨¢ a punto de pasar a la historia. Probablemente a ciertos exquisitos les produce rechazo contemplar los museos invadidos por un p¨²blico con la mochila a cuestas y un reci¨¦n nacido en brazos o formando colas interminables ante cualquier acontecimiento deportivo, art¨ªstico o musical, pero esas colas est¨¢ticas y esas gradas vociferantes ya son una forma de creaci¨®n, una instalaci¨®n moderna, una representaci¨®n en si mismas. Antes la minor¨ªa selecta dictaminaba en qu¨¦ consist¨ªa la cultura. Hoy el c¨¢ntaro se ha roto y la cultura se ha derramado en la calle, ya no tiene due?o, ya no existen gu¨ªas ni maestros, todo el mundo se siente artista, escritor, m¨²sico, poeta, fil¨®sofo, profeta, periodista, porque el p¨²blico es ahora la parte fundamental, la m¨¢s creativa, de cualquier espect¨¢culo. La famosa rebeli¨®n de las masas, seg¨²n Ortega, era esta. No consist¨ªa en una revuelta social, sino en esa sensaci¨®n de lleno, que invade nuestra vida. Toda la cultura parece hoy ligera, visual, comestible, digerible y digitalmente excretable, pero m¨¢s que nunca es materia de un sue?o colectivo, cargado de erotismo, por un lado inane, por otro altamente explosivo, que estalla, muere y se renueva cada d¨ªa.
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