Morirse es un lujo
El BOE eleva las ceremonias f¨²nebres a la categor¨ªa de bien de fasto y esplendor
Es notorio que en Espa?a el precio de los servicios funerarios es caro. Las empresas que explotan el negocio de la muerte obtienen ping¨¹es beneficios. Las sociedades mercantiles que disfrutan de la mayor parte de las concesiones de estas prestaciones siempre han sido punteras en las cotizaciones burs¨¢tiles. Muchos de sus futuros clientes no dudan en invertir sus dineros en tan pr¨®speras actividades.
Es de justicia reconocer que sus pr¨¢cticas comerciales y sus modernas instalaciones han contribuido a desmontar nuestro ancestral rito mortuorio. El ceremonial antiguo se desarrollaba en medio de una asociaci¨®n promiscua entre la condolencia y lo festivo. No se pod¨ªa desmerecer al muerto con un acto austero y sin concesiones a los placeres de la gula.
Las costumbres han variado y el acto social del ¨²ltimo viaje suele estar rodeado de sobria dignidad. El dise?o de los tanatorios contribuye a conseguir este efecto. Hasta el momento no existen o se observan iniciativas encaminadas a rescatar las viejas costumbres. El mercado espera una se?al, solo hace falta que alg¨²n famosillo d¨¦ el primer paso para recuperar los antiguos banquetes en forma de catering o buf¨¦ para el solaz y refrigerio de los condolientes. Las revistas del coraz¨®n pueden contribuir a extender estas costumbres con el seguro agradecimiento de la hosteler¨ªa.
Sin duda todas estas perspectivas habr¨¢n sido evaluadas y cuantificadas por los expertos que han orientado al Gobierno en su decisi¨®n de subir trece puntos el IVA correspondiente a las ceremonias f¨²nebres. La reforma tiene mucho m¨¢s calado que el que pudiera derivarse de un desmedido af¨¢n recaudatorio. Lo han situado en el 21%, reservado para los art¨ªculos de lujo.
Un m¨ªnimo rigor metodol¨®gico nos obliga a preguntarnos por la correlaci¨®n entre el tipo del impuesto y los bienes o transacciones sobre las que se aplica. Es f¨¢cilmente entendible que los bienes de primera necesidad deben gozar de un tipo m¨ªnimo y los de fasto y esplendor llegar al tipo m¨¢ximo. La l¨®gica de esta escala de valores me parece irrebatible.
Ante la caja registradora de las funerarias todos somos iguales,? banqueros,? trabajadores, parados y ministros
El Bolet¨ªn Oficial del Estado ha consagrado la exaltaci¨®n de la muerte a la categor¨ªa de bien de lujo y esplendor. Me temo que a pesar del valor de los textos oficiales, su adecuaci¨®n al rigor conceptual no sea del todo ajustada al significado gramatical de los t¨¦rminos. Lujo equivale a demas¨ªa, exceso, derroche o despilfarro. Morirse nunca ser¨¢ un lujo sino una fatalidad de la vida.
Resignados ante lo inevitable no por ello debemos abandonar la b¨²squeda de la justicia tributaria. Un impuesto debe ser proporcional e igualitario. Es evidente que esta tasa no cumple los m¨ªnimos.
Ante la caja registradora de las empresas funerarias todos somos iguales, los banqueros, los funcionarios, los trabajadores, los parados y hasta los parlamentarios y ministros. Se cumple as¨ª con las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Al llegar el r¨ªo de la vida a la ribera del mar iguala, en un mismo sujeto tributario, a los que viven por sus manos y a los ricos. No me parece justo.
Sigamos con las cuestiones de fondo. Si el IVA es un impuesto sobre el valor a?adido deber¨ªamos inmediatamente preguntarnos: ?es la muerte un valor a?adido? Profunda y enigm¨¢tica cuesti¨®n que solo pueden despejarnos los economistas o los te¨®logos. M¨¢s dudas e interrogantes. El impuesto sobre el lujo recarga al que decide adquirir un bien suntuario para satisfacer su vanidad o buscarse un placer. La muerte es un acontecimiento que, en la inmensa mayor¨ªa de los casos, no cuenta con la anuencia del sujeto pasivo tributario. El hecho que genera el tributo es de efectos autom¨¢ticos e ineludibles. Sin embargo, me malicio que los mecanismos para cobrar el impuesto de sociedades a las lucrativas empresas funerarias no deben ser tan eficientes.
Sin embargo, es cierto que el impuesto puede proporcionar en vida ciertas satisfacciones. Si usted es funcionario o pensionista tiene la seguridad y la confianza de que, a partir del trance, no sufrir¨¢ m¨¢s amputaciones econ¨®micas ni disminuci¨®n de derechos.
Si ha conseguido sobrevivir a los recortes en la sanidad p¨²blica le queda la satisfacci¨®n de contribuir a su mantenimiento y a la conservaci¨®n de los puestos de trabajo. Piense tambi¨¦n en la escuela p¨²blica y en la cantidad de profesores y alumnos que se beneficiar¨¢n con su muerte.
Cuando llegue el d¨ªa de la partida estaremos aportando nuestro ¨²ltimo tributo a las arcas p¨²blicas contribuyendo as¨ª al logro del sagrado equilibrio presupuestario y a la disminuci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico. Los mercados y Bruselas se lo agradecer¨¢n.
En fin, si no fuera porque la adrenalina est¨¢ por las nubes ser¨ªa para morirse de risa. No se desanime, int¨¦ntelo y contribuya a sanear las cuentas del Estado.
Jos¨¦ Antonio Mart¨ªn Pall¨ªn, abogado, es magistrado em¨¦rito del Tribunal Supremo y comisionado de la Comisi¨®n Internacional de Juristas (Ginebra).
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