Futuro en concordia
El deseo de reconciliaci¨®n entre Chile y Per¨² tiene mayores ra¨ªces de las que imagin¨¢bamos
Entre el Llamado a la concordia de estos d¨ªas y la declaraci¨®n pacifista de v¨ªsperas del centenario de la guerra del Pac¨ªfico, de hace nada menos que 33 a?os, hay diferencias abismantes. Hemos conversado sobre el asunto con Mario Vargas Llosa y nos hemos quedado pensativos.
La historia puede cambiar, y lo m¨¢s notable de todo es que puede cambiar para mejor. En 1979 nuestros pa¨ªses estaban bajo dictaduras. Los aires belicistas, ultranacionalistas, en algunas declaraciones oficiales del r¨¦gimen militar peruano eran francamente alarmantes. Y eran a?os en los que las guerras locales, as¨ª como las guerras y guerrillas internas, estaban a la orden del d¨ªa: a?os negros, peligrosos, en los que la conciencia internacional, dentro del ambiente letal de la guerra fr¨ªa, se encontraba todav¨ªa medio adormecida, anestesiada por la divisi¨®n de los bloques mundiales.
Ahora hemos redactado un texto breve y optimista, con sentido de futuro, entre firmantes de pa¨ªses democr¨¢ticos, gente heterog¨¦nea, diversa, pero unida por consensos esenciales, por una adhesi¨®n general a una filosof¨ªa pol¨ªtica de fondo humanista, con todos los matices que ustedes quieran.
Es decir, el Llamado a la concordia es un texto propuesto por un grupo de personas que aman la paz y la libertad, m¨¢s all¨¢ de diferencias partidarias leg¨ªtimas, y que han tenido, esta vez, el privilegio de expresarse en condiciones de respeto a las libertades y a los derechos humanos. Se dice en pocas l¨ªneas, pero no es poca cosa.
El texto de ahora, abierto a todos, donde todas las firmas son indispensables, pero no excluyentes, solo pod¨ªa publicarse en democracias recuperadas y en proceso de desarrollo. Si se piensa bien, nunca las relaciones entre Per¨² y Chile, desde que los redactores y firmantes del Llamado a la concordia tenemos conciencia, hab¨ªan sido mejores: nunca hubo m¨¢s encuentros, mayores intereses comerciales e inversiones rec¨ªprocas, m¨¢s intercambios universitarios, culturales, de todo orden.
El peso de la historia, con su carga p¨¦trea, reductora, nos obliga, a pasar p¨¢gina de una vez por todas
Lo anterior podr¨ªa ser la expresi¨®n de una verdad que no debemos olvidar y que quiz¨¢ es propia del siglo XXI: las sociedades democr¨¢ticas, modernas, libres, en procesos vigorosos de desarrollo, respetuosas de los derechos fundamentales, abren la posibilidad de alcanzar relaciones normales, de inter¨¦s mutuo, entre diferentes pa¨ªses. Es otra confirmaci¨®n que parece simple, pero que tiene una seria y dif¨ªcil complejidad.
?Podr¨ªamos decir que entender estas cosas, captarlas en profundidad, es propio de una diplomacia moderna? Quiz¨¢ s¨ª, o quiz¨¢ la diplomacia es una profesi¨®n del pasado, y que se ejerce mejor fuera de sus cauces habituales.
Las declaraciones favorables, amistosas, de los ministros de Defensa de Per¨² y de Chile han sido in¨¦ditas, propias de un periodo enteramente nuevo, inesperadas y bienvenidas. Alguien, desde una radio de Lima, me pregunta por el peso de la historia. ?No pienso yo que el peso de la historia, inevitablemente, no nos va a permitir pasar p¨¢gina? Pues bien, el razonamiento, la cuesti¨®n previa, se puede invertir. El peso de la historia, con su carga p¨¦trea, reductora, nos obliga, precisamente, a pasar p¨¢gina de una vez por todas.
?Qu¨¦ habr¨ªa sucedido, por ejemplo, si Francia y Alemania, despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, hubieran seguido paralizadas por un determinismo hist¨®rico? Nosotros, ahora, como pa¨ªses ya maduros, y guardadas todas las proporciones, debemos dar un paso imaginativo y parecido. En resumidas cuentas, pasar del siglo XIX, con sus visiones nacionalistas, locales, anquilosadas, al siglo XXI. Nos conviene a todos, a tirios y a troyanos, y es una necesidad de todos.
?Vamos a seguir rumiando dramas antiguos o vamos a abrir las ventanas y permitir que entre aire fresco?
Ya cont¨¦ en Madrid que uno de los firmantes chilenos, al contestar con su adhesi¨®n y con una carta personal, me dio una raz¨®n contundente: me cont¨® que viajaba con frecuencia a Per¨² y que ¡°lo amaba¡±. Nadie puede creer hoy, en nuestro tiempo, que amar a Per¨² implique una traici¨®n a la patria chilena. El sentimiento nacional tiene que suponer un sentimiento universal, un humanismo amplio. De lo contrario, se convertir¨¢ en un sentimiento equivocado, en una xenofobia.
Las adhesiones al Llamado a la concordia en la Red (Llamado a la concordia.com), han sido un fen¨®meno revelador. Tres horas despu¨¦s de la rueda de prensa del mi¨¦rcoles 25 de julio hab¨ªa m¨¢s de 380 inscripciones. Soy un perfecto ignorante en nuevas tecnolog¨ªas, pero me mostraron las firmas en una pantalla. Ese mismo mi¨¦rcoles, a las 22.30, ya se hab¨ªan reunido m¨¢s de 2.000 adhesiones. En otras palabras, el deseo de reconciliaci¨®n, de paz verdadera, ten¨ªa mayores ra¨ªces de las que uno se pod¨ªa imaginar. Antes hablaban los gobernantes, los periodistas profesionales, los pol¨ªticos. Ahora hablan a trav¨¦s de la Red los que antes no ten¨ªan voz, y llegan mucho m¨¢s lejos. Me siento reconfortado, y me reconcilio, de paso, con estas nuevas y misteriosas tecnolog¨ªas.
Jorge Edwards es escritor chileno.
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