Un dilema doloroso

Paul Kagame, el presidente de Ruanda, es un hombre inteligente y persuasivo con bienintencionados e influyentes amigos en el extranjero. A lo largo de las semanas pasadas, Bill Clinton, expresidente de EE UU, y Tony Blair, ex primer ministro brit¨¢nico, entre otros, han estado entonando sus alabanzas. Los Gobiernos estadounidense y brit¨¢nico, los principales donantes de ayuda a Ruanda, se han deshecho en elogios sobre la trayectoria econ¨®mica de Kagame. Pero por mucho que impresionen los logros de Kagame en materia econ¨®mica, su historial en lo tocante a los derechos humanos tiene cada vez m¨¢s borrones, tanto dentro como fuera de su pa¨ªs. Es intolerante con la oposici¨®n. Un reciente informe de la ONU ha acusado a su Gobierno de apoyar una rebeli¨®n en el este del Congo, en la frontera con Ruanda, que ha provocado m¨¢s de 300.000 refugiados. (¡­) ?Deben los pa¨ªses occidentales seguir cerrando los ojos a esas desagradables inclinaciones? ?O deben intentar corregirle reduciendo la ayuda, arriesg¨¢ndose a que los perdedores sean algunas de las personas m¨¢s pobres de Ruanda? (¡­) Hasta el momento, los Gobiernos estadounidense y brit¨¢nico han enviado se?ales a Kagame suspendiendo o demorando las ayudas comprometidas, pero las cantidades afectadas son simb¨®licas. Otros Gobiernos occidentales han hecho lo mismo. Deber¨ªan ser m¨¢s dr¨¢sticos. (¡­) La ayuda deber¨ªa cortarse hasta que Kagame muestre aut¨¦ntica disposici¨®n a contener a sus peones en el extranjero y d¨¦ mayor libertad a su oposici¨®n interna. (¡­) Londres, 4 de agosto