La ¡®cocina inteligente¡¯
La preparaci¨®n de alimentos no puede someterse a la l¨®gica debilitadora de la eficiencia de la tecnolog¨ªa. No ve a los ¡®chefs¡¯ como a talentosos artesanos, sino como a robots esclavizados obligados a obedecer
No tendr¨¢n ustedes una m¨¢quina que les ponga la comida en la boca y que la empuje hacia la garganta?¡±, fue la memorable pregunta que el l¨ªder sovi¨¦tico Nikita Jruschov le hizo a Richard Nixon en el Debate de cocina de 1959, hoy de dudosa fama.
Mientras tales m¨¢quinas alimentadoras siguen teniendo pendiente la invasi¨®n (no digamos la conquista) de nuestros hogares, no ha cesado el empe?o por conseguir hacer m¨¢s inteligentes a nuestras cocinas. Las tecnolog¨ªas de hoy d¨ªa, sin embargo, pueden hacer mucho m¨¢s. Algunas ofrecen no ya simples accesorios pasivos destinados a la experiencia culinaria, sino diminutos y sofisticados sensores que ¡°entienden¡± ¡ªsi esa es la palabra adecuada¡ª lo que est¨¢ pasando en nuestras cocinas e intentan pilotarnos, a nosotros sus amos, en la direcci¨®n correcta. Y si la intervenci¨®n de Jruschov pretend¨ªa poner de relieve las limitaciones de los consumidores, los actuales intentos de construir una cocina inteligente ponen de relieve las de los frikis culinarios.
Un art¨ªculo publicado en la prestigiosa revista brit¨¢nica The New Scientist ha llamado la atenci¨®n sobre varias de esas iniciativas. Nos presenta a Jinna Lei, cient¨ªfica inform¨¢tica de la Universidad de Washington que ha construido un sistema que utiliza varias c¨¢maras de v¨ªdeo instaladas en la cocina para controlar al cocinero. Esas c¨¢maras son realmente listas: pueden reconocer la profundidad y la forma de los objetos ante su vista y distinguir, digamos, entre manzanas y tazas. Lei est¨¢ estudiando a?adir tambi¨¦n una c¨¢mara t¨¦rmica especial que identificar¨ªa las manos del usuario por el calor corporal.
?Para qu¨¦ todo ese esfuerzo? Pues para que los chefs puedan ser advertidos en el caso de que se hayan desviado de la receta elegida. ¡°Por ejemplo, si el sistema detecta que se vierte az¨²car en un recipiente que contiene huevos, y la receta no requiere az¨²car, el sistema podr¨¢ registrar la anomal¨ªa¡±, nos dice Lei entusiasmada. Lamentablemente, ese empe?o por convertir a la cocina moderna en un templo del taylorismo no es algo que nos sorprenda. Los frikis, ya ven, odian cometer errores y adoran ce?irse a los algoritmos. El que la cocina prospere a base de ensayo y error, o que el desviarse de las recetas ortodoxas est¨¦ en el origen de las innovaciones culinarias se desecha como algo caprichoso e irrelevante. Para muchos de esos bienintencionados innovadores no importa el contexto de la pr¨¢ctica que tratan de mejorar, no mientras se pueda aumentar la eficiencia. En consecuencia, a los chefs no se les ve dotados de un virtuosismo aut¨®nomo o como a talentosos artesanos, sino como a robots esclavizados que nunca deben desafiar las ¨®rdenes de sus sistemas operativos.
Considera irrelevante que el desviarse de las recetas ortodoxas est¨¦ en el origen de las innovaciones
Otro proyecto mencionado en The New Scientist es todav¨ªa m¨¢s degradante. Un grupo de investigadores inform¨¢ticos de la Kyoto Sangyo University de Jap¨®n est¨¢ intentando casar la l¨®gica de la cocina con la l¨®gica de la ¡°realidad aumentada¡±, ese elegante t¨¦rmino empleado para poblar nuestro entorno cotidiano con tecnolog¨ªas inteligentes (pi¨¦nsese en los c¨®digos de Quick Response que pueden ser escaneados con un smartphone para abrir su informaci¨®n adicional, o en los inminentes Google Glasses, unos lentes que pueden mejorar tu campo visual con nuevas corrientes de datos).
Con ese fin, los investigadores japoneses han instalado c¨¢maras y proyectores en el techo de la cocina para poder proyectar instrucciones directamente sobre el ingrediente. As¨ª, si se va a cortar un pescado, el sistema proyectar¨¢ un cuchillo virtual y marcar¨¢ el punto del cuerpo del pescado al que debe ir.
Pero ?qu¨¦ hay exactamente de ¡°aumentado¡± en esa realidad? Podr¨ªa estar tecnol¨®gicamente aumentada pero tambi¨¦n parece intelectualmente disminuida; en el mejor de los casos, nos deja con una ¡°realidad disminuida aumentada¡±. Algunos frikis se niegan a reconocer que los desaf¨ªos y los obst¨¢culos realzan m¨¢s que menoscaban la condici¨®n humana. Hacer que cocinar sea m¨¢s f¨¢cil no significa necesariamente aumentarla; m¨¢s bien lo contrario. Someterla completamente a la l¨®gica debilitadora de la eficiencia es privar a los humanos de la capacidad de lograr la maestr¨ªa en esa actividad, es hacer imposible el progreso humano y empobrece nuestras vidas.
Puede acabar siendo un caballo de Troya para proyectos mucho m¨¢s siniestros
No se trata de hacer una defensa esnobista del elitista arte culinario. En un mundo en el que solo unos pocos escogidos pudieran dominar los secretos del oficio, esas cocinas aumentadas probablemente ser¨ªan bienvenidas, aunque solo fuera por su promesa de democratizar el acceso a dicho arte. Pero no es ese el mundo en el que habitamos: Internet est¨¢ abarrotado de detalladas recetas y de v¨ªdeos con instrucciones de c¨®mo cocinar los platos m¨¢s exquisitos. ?Realmente necesitamos de un robot ¡ªy no digamos de c¨¢maras de vigilancia sobre nuestras cabezas¡ª para cocinar tal pavo relleno o para asar tal cordero?
Adem¨¢s, no es tan dif¨ªcil predecir ad¨®nde conduce esa l¨®gica: una vez dentro de nuestras cocinas, esos nuevos aparatos recopiladores de datos nunca las dejar¨¢n, desarrollando nuevas y supuestamente inesperadas funciones. Primero instalar¨ªamos c¨¢maras en las cocinas para recibir mejores instrucciones, luego las empresas de alimentaci¨®n y de electrodom¨¦sticos nos dir¨ªan que les gustar¨ªa que conserv¨¢ramos las c¨¢maras para mejorar sus productos y, finalmente, descubrir¨ªamos que todos nuestros datos culinarios residen ahora en un servidor de California, donde las compa?¨ªas de seguros analizan cu¨¢nta grasa saturada consumimos a fin de ajustar nuestras primas de seguros. Cocinar inducidos por tecnolog¨ªa inteligente puede acabar siendo un caballo de Troya para proyectos mucho m¨¢s siniestros.
Con todo esto no quiero decir que la tecnolog¨ªa no pueda aumentarnos el disfrute de cocinar, y no solo en t¨¦rminos de hacer una comida m¨¢s sabrosa y m¨¢s sana. La tecnolog¨ªa, utilizada con cierta imaginaci¨®n y sin el tradicional fetichismo de los obsesos por la eficiencia y la perfecci¨®n, realmente puede hacer que el proceso de cocinar sea m¨¢s estimulante, abri¨¦ndose a nuevas perspectivas para la experimentaci¨®n y proporcion¨¢ndonos f¨®rmulas nuevas con las que transgredir las reglas.
Comp¨¢rese la empobrecedora visi¨®n culinaria expuesta en The New Scientist con algunos de los imaginativos artilugios adoptados por el movimiento de la gastronom¨ªa molecular. Desde circuladores de inmersi¨®n termal para cocinar a bajas temperaturas hasta impresoras de papel comestible, desde jeringas para inyectar extra?os rellenos hasta cocinas de inducci¨®n que calientan el recipiente met¨¢lico con la emisi¨®n de ondas magn¨¦ticas, todos esos gadgets hacen que cocinar sea m¨¢s dif¨ªcil, m¨¢s estimulante, m¨¢s fascinante. Pueden inculcar a cualquier aspirante a chef una gran pasi¨®n por el arte culinario, mucha m¨¢s que las c¨¢maras de vigilancia o que los robots que expelen instrucciones.
Los pesimistas y los tecn¨®fobos est¨¢n equivocados: la humanidad y la tecnolog¨ªa no est¨¢n en desacuerdo la una con la otra. Sin embargo, cuando el dise?o y la puesta en pr¨¢ctica de las tecnolog¨ªas descansa sobre una comprensi¨®n m¨¢s bien superficial de lo que nos hace humanos, es muy natural que la tecnolog¨ªa tenga tan mala reputaci¨®n. Pero el problema son los frikis, no sus tecnolog¨ªas.
Aqu¨ª reside, quiz¨¢, la gran lecci¨®n para todos esos bienintencionados innovadores que est¨¢n tan deseosos de mejorar el mundo con la ayuda de la tecnolog¨ªa. Celebrar la innovaci¨®n solo por serlo es de mal gusto. Para que la tecnolog¨ªa aumente de verdad la realidad, sus dise?adores e ingenieros deber¨ªan tener una mejor idea de las complejas pr¨¢cticas de las que se compone esa realidad; tales pr¨¢cticas tienen sus propios objetivos, ideales y valores.
As¨ª, el fracaso y la imperfecci¨®n podr¨ªan ser evitados en algunos contextos y ser apreciados en otros. Incluso la ignorancia, la ambig¨¹edad y la incertidumbre podr¨ªan llegar a desempe?ar importantes papeles. Declarar una guerra preventiva a esos valores solo porque tecnolog¨ªas inteligentes y conscientes del contexto nos permitan erradicarlos parece equivocado e inmaduro. Los frikis necesitan poner coto a su entusiasmo y aprender a apreciar las innumerables paradojas e iron¨ªas de la condici¨®n humana.
Evgeny Morozov es profesor visitante en la Universidad de Stanford y profesor en la New America Foundation. Su ¨²ltimo libro publicado en Espa?a es El desenga?o de Internet. Los mitos de la libertad en la Red (Destino).
Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
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