La experiencia tecnocr¨¢tica italiana
El sistema democr¨¢tico est¨¢ atenazado por una crisis de voluntad o de capacidad de decisi¨®n
La formaci¨®n en Italia hace dos a?os de un gobierno de t¨¦cnicos, a los que los partidos pol¨ªticos parlamentarios confiaron la adopci¨®n de las medidas necesarias para enderezar la situaci¨®n econ¨®mica, ha sido considerada entre nosotros como un caso de tecnocracia. An¨¢lisis ¨¦ste que ha llevado l¨®gicamente a su impugnaci¨®n radical, puesto que democracia y tecnocracia son sistemas pol¨ªticos incompatibles.
Es bastante evidente, sin embargo, que no puede equipararse en absoluto el caso italiano con un r¨¦gimen tecnocr¨¢tico. Los t¨¦cnicos no gobiernan en Italia por su propio peso pol¨ªtico, sino porque unas fuerzas pol¨ªticas democr¨¢ticamente elegidas decidieron ponerles al frente del gobierno como mejor soluci¨®n en una situaci¨®n de crisis generalizada. No estamos por tanto ante el gobierno de los t¨¦cnicos fundado en su saber, sino ante una democracia que transitoriamente opta por poner al frente del gobierno a unos t¨¦cnicos sin adscripci¨®n partidista, apoyados en todo momento desde el Parlamento. Y esta distinci¨®n no es un simple prurito acad¨¦mico, sino que conecta con realidades y defectos sist¨¦micos de nuestro sistema pol¨ªtico tal que nos debiera hacer reflexionar.
El gobierno de los sabios o los mejores ha sido propuesto en la historia de Occidente, desde Plat¨®n a Lenin, como una soluci¨®n al problema del conocimiento, es decir, como una forma de superar la ignorancia cong¨¦nita de las masas. El sistema democr¨¢tico, se critica desde las diversas teor¨ªas favorables al tutelaje, garantiza que las decisiones se ajusten a la voluntad de la mayor¨ªa, pero no garantiza en absoluto (m¨¢s bien lo impide) que esas decisiones sean las m¨¢s inteligentes. El gobierno de los sabios ¡ªlos t¨¦cnicos hoy¡ª permitir¨ªa entonces superar un d¨¦ficit de conocimiento experto que ser¨ªa consustancial a las democracias.
Una soluci¨®n cl¨¢sica son los grandes acuerdos o los Gobiernos de coalici¨®n, pero no es de esperar que el sistema partidista los genere por s¨ª solo
No vamos ahora a repetir la cr¨ªtica de este planteamiento, pues ya Arist¨®teles la hizo con eficacia con respecto a su maestro, sino que nos interesa poner de relieve que el problema democr¨¢tico actual al que atienden los gobiernos de t¨¦cnicos no es ya un problema de conocimiento sino uno de capacidad de decisi¨®n. Por lo que no son ya v¨¢lidas, frente a gobiernos como el italiano, las s¨®litas cr¨ªticas dirigidas al tutelaje tecnocr¨¢tico.
En efecto, la realidad de nuestras sociedades en crisis no es la de que exista un d¨¦ficit de conocimiento experto en su seno. M¨¢s bien todo lo contrario: si algo existe es una ampl¨ªsima difusi¨®n del conocimiento. Todos los partidos, o por lo menos los m¨¢s relevantes, tienen a su disposici¨®n la inteligencia necesaria para analizar la crisis y encaminar razonablemente sus soluciones. No existen ya ¡°los sabios¡± como clase espec¨ªfica o aislada del resto de la sociedad. Y, sin embargo, no se adoptan las decisiones que cualquier plantel de t¨¦cnicos reflexivos considerar¨ªa urgentes, menos a¨²n las simplemente necesarias. Entonces, si no es una cuesti¨®n de conocimiento, ?qu¨¦ nos pasa? O mejor: ?qu¨¦ le pasa a nuestro sistema pol¨ªtico?
La respuesta, bastante obvia, es que el sistema democr¨¢tico se encuentra atenazado por una crisis de voluntad, o de capacidad de decisi¨®n si se prefiere. Ni el gobierno ni la oposici¨®n act¨²an hoy por criterios fundados en el conocimiento t¨¦cnico, sino por criterios que modulan y manipulan este conocimiento en funci¨®n de intereses partidistas. El gobierno hace lo que considera mejor para el pa¨ªs pero siempre que ello sea al mismo tiempo lo mejor para su futuro electoral. Y la oposici¨®n responde a id¨¦ntico criterio, aunque sea invertido. Lo cierto entonces es que el problema de fondo consiste en que un sistema pol¨ªtico que responde s¨®lo al c¨®digo binario gobierno/oposici¨®n no puede por definici¨®n producir las soluciones ¨®ptimas sino otras relativamente desviadas (N. Luhmann). Y esto, que es un peaje asumible por la democracia en ¨¦pocas de bonanza, se revela como un lastre insoportable en tiempos de crisis profunda. Porque cuando m¨¢s necesarias son las decisiones sabias, m¨¢s perturbaciones para su adopci¨®n surgen. La capacidad del sistema para producir decisiones adecuadas entra en barrena.
Una soluci¨®n cl¨¢sica a esta barrena son los grandes acuerdos o los gobiernos de coalici¨®n, pero no es de esperar que el sistema partidista los genere por s¨ª solo. Los pactos de La Moncloa son pura ilusi¨®n: si entonces fueron posibles fue, precisamente, porque el sistema de gobierno partidista no se hab¨ªa todav¨ªa consolidado en Espa?a, porque las ¨¦lites no eran todav¨ªa esencialmente sectarias. Hoy lo son: aunque no es un defecto moral, sino sist¨¦mico, es en cualquier caso un l¨ªmite.
La otra soluci¨®n (una soluci¨®n de las conocidas como del tipo ¡°Ulises¡±) es encomendar el gobierno a unos t¨¦cnicos respetados cuyas decisiones los partidos se comprometan de antemano a no impugnar ni cuestionar, y que no est¨¦n afectados por intereses ni escenarios electorales. La probabilidad de que tal sistema produzca decisiones correctas es muy superior al actual, de un lado, y de otro elimina de ra¨ªz gran parte del ruido con que las constantes cr¨ªtica y contracr¨ªtica emborronan la opini¨®n p¨²blica.
El sistema pol¨ªtico de la Rep¨²blica romana fue capaz de inventar una instituci¨®n tan ¨²til y peculiar como la Dictadura, provisional y limitada, para casos de crisis. ?Por qu¨¦ raz¨®n no podr¨ªamos hoy inventar el gobierno democr¨¢tico de los t¨¦cnicos? En Italia no les ha ido mal, desde luego no peor que aqu¨ª.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.