El toples de Kate Middleton desnuda la hipocres¨ªa de la prensa
'The Sun' no ha difundido sus fotos, pero s¨ª se atrevi¨® con las del pr¨ªncipe Harry en Las Vegas ?A qu¨¦ se debe esta ambig¨¹edad de los medios brit¨¢nicos?
?Qu¨¦ diferencia hay entre ver al pr¨ªncipe Enrique de Inglaterra en pelota picada ¨Ceso s¨ª: tap¨¢ndose su hombr¨ªa con las manos y con una estrellita estrat¨¦gicamente situada en la foto para ocultar el ano principesco¨C y ver los pezones al aire de su cu?ada Kate? ?Por qu¨¦ la publicaci¨®n de las primeras fotos provoc¨® mucho alboroto en las islas Brit¨¢nicas, pero poco m¨¢s, y las segundas han hecho que la familia real pida el amparo de la Justicia francesa?
Diferencias hay pocas, y muchas, seg¨²n c¨®mo se mire. Los dos han cometido el mismo pecado de ingenuidad. ?l, al ponerse a tiro de m¨®vil en una fiesta m¨¢s bien asilvestrada en la que no todos los participantes eran de fiar. Ella, al ponerse a tiro de teleobjetivo en una terraza que estaba lo bastante lejos del ojo humano com¨²n, pero lo bastante cerca del ojo profesional del periodismo. Los dos ten¨ªan todo el derecho del mundo a hacer lo que hicieron, pero los dos se habr¨ªan evitado un disgusto si lo hubieran hecho de otra forma.
Las diferencias. Algunas pueden tener una influencia relativa, o dif¨ªcil de calibrar, como el hecho de que Enrique sea un hombre y Catalina, una mujer. Otras pueden tener un papel m¨¢s significativo: las de ¨¦l fueron tomadas en Las Vegas y las de ella, en la Provenza francesa. M¨¢s importancia se le puede dar al hecho de que aunque no es de sangre real, Catalina alg¨²n d¨ªa ser¨¢ reina y Enrique no ser¨¢ rey, salvo inesperados contratiempos. El honor de una reina, aunque lo sea por parentesco pol¨ªtico, que no por herencia din¨¢stica, est¨¢ por encima del honor de un mero pr¨ªncipe del que no se espera que alcance el trono.
Mucho m¨¢s significativo que todo eso es el hecho de que el marido de Kate, el pr¨ªncipe Guillermo, segundo en la l¨ªnea de sucesi¨®n al trono brit¨¢nico, temiera que esta violaci¨®n de la intimidad de la pareja acabara llevando a su mujer por el calvario de acoso medi¨¢tico que padeci¨® su propia madre, la princesa Diana de Gales. Eso bastar¨ªa para explicar la distinta actitud tomada por los Windsor ante los dos casos.
Pero ser¨ªa una explicaci¨®n incompleta. Hay otro aspecto que vale la pena tener en cuenta a la hora de analizar tanto la reacci¨®n de la familia real como la de la prensa brit¨¢nica. Para los Windsor no es lo mismo defender el derecho del pr¨ªncipe Enrique a celebrar org¨ªas privadas en una suite de Las Vegas que defender el derecho de Catalina a sacarse el sujetador mientras toma el sol crey¨¦ndose a salvo de miradas ajenas en un castillo provenzal del vizconde Linley, sobrino de la reina Isabel II.
En ese mismo sentido, el p¨²blico y la prensa brit¨¢nicos sienten menos necesidad de defender a Enrique, al que muchos tienden a ver como un militar que se est¨¢ desbravando entre misi¨®n y misi¨®n en Afganist¨¢n, que de defender a la fr¨¢gil Kate frente a la amenaza de los paparazis. Eso o, mejor dicho, el temor de que el p¨²blico se tirara contra el peri¨®dico podr¨ªa explicar perfectamente por qu¨¦ The Sun se atrevi¨® en su d¨ªa a publicar las fotos de Enrique (casi) desnudo, pero no se ha atrevido a publicar las de los pezones de Kate.
El pr¨ªncipe y la nudista
¡®The Sun¡¯ recogi¨® las fotos de Harry en Las Vegas y Buckingham certific¨® que eran reales. La difusi¨®n de las de Kate por parte del ¡®Irish Daily Star¡¯ supuso el cese de su jefe de redacci¨®n, pero la monarqu¨ªa no ha logrado impedir su publicaci¨®n en revistas de fuera de Inglaterra como la francesa ¡®Closer¡¯, la italiana ¡®Chi¡¯ y la sueca ¡®Se och Hr¡¯.
Eso puede parecer un detalle anecd¨®tico, pero tiene una importancia capital a la hora de analizar el debate sobre el derecho a la privacidad y el derecho a la libertad de prensa que est¨¢ ligado a la publicaci¨®n de esas fotos y que acompa?a a los medios brit¨¢nicos desde hace decenios y, a¨²n m¨¢s que nunca, desde que en julio de 2011 estallara la crisis de las escuchas ilegales del News of the World.
Lo que hizo el peri¨®dico The Sun al publicar las fotos de Enrique no fue preservar el derecho de sus lectores a no verse privados de esa informaci¨®n, como explic¨® el diario, sino preservar sus intereses comerciales creando pol¨¦mica para aumentar las ventas. Y si ahora no ha publicado las de Kate no es por respeto a la privacidad de la princesa, sino para evitar represalias de un p¨²blico muy sensible hacia los excesos de los tabloides en general y de la prensa de Murdoch en particular.
La hipocres¨ªa que ahora ha mostrado The Sun flota tambi¨¦n en torno al debate sobre el derecho a la privacidad y el derecho a la libertad de prensa. Hipocres¨ªa por ambas partes, claro. El derecho a la intimidad y a la vida privada no solo es esencial, sino que nos afecta a todos. Todos podemos de repente perder nuestra intimidad, aunque ahora mismo nuestra vida personal no le interese a nadie.
Pero condicionar el ejercicio del periodismo a la obligaci¨®n de respetar el derecho a la intimidad podr¨ªa causar tanto da?o como el que intenta limitar: podr¨ªa acabar de una tacada con el periodismo de investigaci¨®n, en el que a menudo el periodista se camufla para acceder mejor al objetivo buscado. Por ejemplo, no es lo mismo violar la intimidad de un futbolista para demostrar que le es infiel a su mujer que la de un pol¨ªtico para demostrar que es corrupto o la de un empresario para poder probar que est¨¢ defraudando a Hacienda.
Por eso es tan complejo el debate y por eso los brit¨¢nicos todav¨ªa no saben si quieren seguir con la autorregulaci¨®n que se ha impuesto la prensa desde principios de la d¨¦cada de los noventa o si el Gobierno debe legislar para dejar m¨¢s expl¨ªcito en qu¨¦ condiciones impera el derecho a la intimidad y en qu¨¦ condiciones impera el derecho a informar y la libertad de expresi¨®n.
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