Hablamos de m¨¢s
Curiosamente, pueden acabar con el Rey aquellos que pretenden hacerle hablar demasiado
Y espero que se entienda el t¨ªtulo del art¨ªculo, porque en los ¨²ltimos tiempos leemos con tanto af¨¢n de reaccionar que imagino que no ser¨¢n pocos los que, en un primer vistazo, piensen que voy a dedicarle un art¨ªculo al presidente de la Generalitat. Y no. Me refiero a que hablamos de m¨¢s, en exceso, y me ronda la desagradable sensaci¨®n de que Espa?a se ha convertido en un pesadillesco pa¨ªs de contertulios y que la tendencia nos est¨¢ arrastrando a todos. Rey incluido.
Pero no ser¨ªa justo afirmar que se trata de un problema exclusivo de Espa?a. Ya bastantes problemas con denominaci¨®n de origen para a?adir otro. Se puede decir que en USA el republicano Romney va a perder por hablar de m¨¢s, por tratar de agradar a una audiencia que no hab¨ªa pensado que ser¨ªa tan claro, y a nadie se le pasar¨¢ por alto que el actor ic¨®nico de su campa?a, Clint Eastwood, habr¨¢ puesto su granito de arena en la derrota con una gracieta a la que le sobraban casi todas las palabras. Raro en un hombre tan parco que por no hablar ni les da indicaciones a los actores.
Pero hay algo particular en la verborrea de los espa?oles (dicho sea ¡°espa?oles¡± sin ¨¢nimo de incluir a quien no lo desee) y es que, por no haber recibido en la escuela o en casa un adiestramiento m¨ªnimo para defender lo que pensamos sin llamar cretino al adversario, padecemos un continuo calentamiento de boca. De ah¨ª que tengamos el t¨¦rmino id¨®neo para definirnos, ¡°bocazas¡±, que en su versi¨®n m¨¢s castiza ha degenerado en ¡°bocas¡± o ¡°bocachanclas¡±, que tambi¨¦n es muy gr¨¢fico. Somos unos bocas, y ser bocas consiste en que el pensamiento sale de esa parte concreta del organismo sin darse un pase¨ªllo previo por el cerebro. Eso no quiere decir que vivamos en un territorio en el que cada bocas expresa con gallard¨ªa lo que piensa, muy al contrario: en la tierra de los bocas hay muchos que hablan sin atreverse a tener un juicio individual, por cobard¨ªa o por un temor justificado a ser estigmatizado por otros bocas m¨¢s radicales.
En el Pa¨ªs de los Bocas, los personajes p¨²blicos no han aprendido a expresarse en Internet sin meter la pata
El bocas, en el fondo, tiene mucha violencia interior. Antes soltaba presi¨®n en los bares, en casa. Adem¨¢s de esta tribuna p¨²blica, los padres ten¨ªan derecho leg¨ªtimo a ser bocas en casa y a menudo soltaban en la mesa el mitin que no se atrev¨ªan a dar fuera. Ahora creo que los padres han perdido ese derecho, pero, al menos, cuentan con ese arma, Internet, que en un pa¨ªs de bocas temerosos ha venido a proporcionar una enorme barra de zinc en la que nos acodamos todos y hacemos part¨ªcipe al mundo de nuestro calentamiento de boca en vivo y en directo. No solamente son bocas aquellos ciudadanos an¨®nimos que intervienen en los foros para decir que el periodista que escribe el art¨ªculo es un indocumentado y el entrevistado un gilipollas, no, tambi¨¦n son bocas aquellos personajes p¨²blicos, periodistas, cantantes, pol¨ªticos y salvam¨¦s que se miden los unos a los otros por ver qui¨¦n la tiene m¨¢s concurrida (la cuenta de Twitter, por ejemplo). Un amigo m¨ªo que sabe mucho de redes, dado que lleva las cuentas de varias estrellas internacionales, me dice que en el Pa¨ªs de los Bocas, los personajes p¨²blicos no han aprendido todav¨ªa a expresarse en Internet sin meter la pata. Cierto. No hay mezcla m¨¢s explosiva que un bocas famoso con dos copas de m¨¢s o simplemente insomne expres¨¢ndose en Twitter. Deber¨ªa haber una aplicaci¨®n que te prohibiera expresarte despu¨¦s de la una de la madrugada. Pero tampoco los community managers, esos intermediarios cibern¨¦ticos que aconsejan a un personaje qu¨¦ se debe poner en una p¨¢gina, han paliado esa tendencia end¨¦mica al bocazismo. Hay que tener en cuenta que por mucho que el nombre del oficio est¨¦ en ingl¨¦s, los espa?oles padecen el mismo mal. Cuando escucho, por ejemplo, que tal instituci¨®n est¨¢ modernizando su web para acercarse m¨¢s al p¨²blico (o al pueblo) me echo a temblar, porque no hay community managers ni asesores ni secretarios de prensa que libren a un espa?ol de irse de la lengua.
De esta forma, cuando le¨ª hace cosa de un mes que la Casa del Rey estaba actualizando su web para acercar al pueblo la realidad y los desvelos de la Corona, me pregunt¨¦: ?pero qui¨¦n les asesora, un quintacolumnista? Luego pens¨¦ que la informaci¨®n no ir¨ªa m¨¢s all¨¢ de unas cuantas fotos y un repaso oficialote a la apretada agenda del n¨²cleo duro. Lo t¨ªpico. Aun as¨ª, durante d¨ªas las redes bull¨ªan con lo que en esa p¨¢gina se dec¨ªa de Urdangarin o con la posibilidad de entrar en ella y hacerle part¨ªcipe a la Casa del Rey de tu republicanismo. En fin, lo que viene siendo la voluntad de expresarse del pueblo soberano. Cu¨¢l no ser¨ªa mi sorpresa cuando leo en la prensa que el Rey ha escrito un art¨ªculo. ?Un art¨ªculo! Desconozco si el community manager tuvo esa iniciativa para atraer lectores a la p¨¢gina. Si se trataba de eso, ?enhorabuena! Eso s¨ª, el ¨¦xito conten¨ªa un peligro: de tanto acercar el Rey al pueblo, lo pueden convertir en uno de tantos bocas, en uno que da su opini¨®n, en uno que a la que te descuides aparece de contertulio, en uno que tiene Twitter.
El Rey pasar¨¢ a la historia por haber hablado en el momento en el que deb¨ªa hacerlo. Curiosamente, pueden acabar con ¨¦l aquellos que pretenden hacerle hablar demasiado en un pa¨ªs en el que no cabe una boca m¨¢s.
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