Creencias y libertades
La desafortunada ridiculizaci¨®n de Mahoma no puede servir de coartada al fanatismo violento
La publicaci¨®n por la revista francesa Charlie Hebdo de unas vi?etas ridiculizando a Mahoma ha a?adido le?a al fuego de las protestas originadas en numerosos pa¨ªses musulmanes por un v¨ªdeo estadounidense considerado igualmente blasfemo. La violencia desatada en las dos ¨²ltimas semanas, que ha costado la vida a medio centenar de personas, no ser¨¢ previsiblemente la ¨²ltima en el c¨ªrculo vicioso que viene enfrentando al mundo isl¨¢mico y sus s¨ªmbolos religiosos contra Occidente.
La indignaci¨®n de algunos musulmanes es comprensible ante lo que parece una provocaci¨®n o una palmaria exhibici¨®n de mal gusto, pero en absoluto justifica la violencia fan¨¢tica que siega vidas inocentes. El valor sagrado de una imagen o una creencia no puede imponerse al resto del mundo. La libertad de expresi¨®n es la esencia de la democracia y el fundamento de la organizaci¨®n social y pol¨ªtica que se han dado las naciones m¨¢s progresivas del planeta. Su defensa dif¨ªcilmente puede resultar excesiva.
No hay por qu¨¦ esperar que los pa¨ªses musulmanes adopten los est¨¢ndares occidentales. El fanatismo es planta que crece en todas partes. Pero alcanzar el saludable desapego y escepticismo de Occidente ante lo sagrado, que pueda ser abiertamente criticado y hasta ridiculizado, ha costado siglos de conflictos y tit¨¢nicas batallas de pensamiento. Los tribunales son el territorio adecuado para sustanciar presuntos delitos de incitaci¨®n a la violencia o al odio religioso, no el asesinato, el asalto y la dinamita.
Ser¨ªa ingenuo observar solo como manifestaci¨®n espont¨¢nea de agravio la violenta ira entre los musulmanes. Con frecuencia hay detr¨¢s intereses espurios, cuando no la abierta instrumentalizaci¨®n del ultraje religioso por parte de Gobiernos o grupos integristas que ven en la extensi¨®n y radicalizaci¨®n de la protesta la coartada perfecta para ocultar sus abismales carencias democr¨¢ticas. Eso es especialmente cierto en pa¨ªses donde se ignora la libertad religiosa o directamente se oprime a credos minoritarios: Pakist¨¢n, Arabia Saud¨ª, Egipto, Afganist¨¢n o Ir¨¢n, por citar algunos ejemplos.
Uno de los retos supremos de las primaveras ¨¢rabes es que sus dirigentes islamistas sean capaces de alumbrar sociedades plurales, en las que sea posible el debate religioso. Occidente, b¨¢sicamente Europa y Estados Unidos, tiene un enorme inter¨¦s estrat¨¦gico en alentarlo, pero no a costa de comprometer sus propios valores o sucumbir al miedo. No se puede comprar una paz ficticia con el mundo isl¨¢mico aherrojando la libertad de expresi¨®n que en nuestro ¨¢mbito ha llevado siglos conseguir y apuntalar. Si no se puede ofender gratuitamente al otro, tampoco se puede tolerar que el otro decida qu¨¦ o qu¨¦ no es punible.
Los dibujos de Charlie Hebdo o el pedestre v¨ªdeo sobre Mahoma son inoportunos y provocadores. Pero su divulgaci¨®n no puede verse fuera del marco de la libertad de expresi¨®n, un derecho frente al que no cabe la protecci¨®n de dogmas, por intocables que resulten para algunos de sus adeptos.
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