Christine Spengler: "En la guerra, la reportera accede a mundos vedados"
Sus fotos como reportera de guerra han dado la vuelta al mundo. Ahora Christine Spengler acaba de pasar unos d¨ªas en Madrid con motivo de la venta de fotograf¨ªas de su nueva exposici¨®n ¡°El color de la vida¡± en el c¨¦ntrico restaurante Rams¨¦s. ¡°Casi siempre he expuesto en blanco y negro y casi siempre sobre guerra. Ahora muestro mi faceta de color inspirada por mi madre, que era una artista surrealista en Par¨ªs, se llamaba Huguette Spengler y tambi¨¦n inspirada por las horas que he pasado a lo largo de mi vida en el museo del Prado a la sombra de los grandes maestros¡±.
Christine es francesa, pero madrile?a de adopci¨®n. De peque?a pas¨® grandes temporadas viviendo en Madrid en casa de sus t¨ªos Luis y Marcelita.
¡°Son fotomontajes on¨ªricos, barrocos y coloreados realizados a cada regreso de mis reportajes de guerra para exorcizar el dolor de la guerra. De la misma manera que en la guerra hay que ser riguroso y yo eleg¨ªa el blanco y negro para huir del sensacionalismo, estas visiones no s¨®lo las he so?ado sino que he dado tambi¨¦n rienda suelta a mi fantas¨ªa e imaginaci¨®n. Est¨¢n hechos con la misma c¨¢mara anal¨®gica que utilizo en la guerra, mi Nikon. Nada de ordenador ni de retoques. Y todas las fotos est¨¢n tomadas con la luz natural que ca¨ªa sobre mi balc¨®n de la calle V¨¢lgame Dios (cuando estuve viviendo en la misma casa en la que hab¨ªa vivido el torero Manolete, en pleno barrio de Chueca, en Madrid) o la luz que ca¨ªa en los diferentes balcones de los distintos lugares en los que he vivido y he realizado esas fotos, como Marruecos o Argelia. Las que est¨¢n hechas en Espa?a son un homenaje a Madrid. Est¨¢n muy inspiradas en Dal¨ª o en El Bosco, mientras que en la guerra el maestro fue Goya. Y mi inspiraci¨®n para realizar el libro sobre toreros, Vel¨¢zquez. Cuando yo iba a las guerras como reportera, pensaba en Goya. Al principio yo no sab¨ªa ni qui¨¦nes eran Robert Capa ni Don McCullin¡ me inspiraba Goya, absolutamente", explica Spengler.
¡°En estas fotograf¨ªas siempre coloco al personaje en el centro sin querer y rodeado de objetos de recuerdo y flores, como he visto hacer a las mujeres en los cementerios de los m¨¢rtires de Ir¨¢n o en M¨¦jico y Bolivia¡ podr¨ªan llamarse relicarios¡±
Christine viene vestida de amarillo para nuestro encuentro. Llega a la terraza del Rams¨¦s saludando cari?osamente a todos los empleados como si los conociera de toda la vida, a pesar de que no hace ni una semana que estren¨® exposici¨®n. Le gustan mi anillo, mis ojos, me lo hace saber inmediatamente. Pero no le gusta mi pendiente y me lo comenta a los cinco minutos de conocernos. Dice que el peque?o cuerno blanco que llevo prendido en mi oreja quedar¨ªa mejor como collar. Es directa y sincera. ¡°Me gusta tu vestido pero llevas pocos adornos, c¨®mprate unas pulseras, mujer¡±¡
-Es que mi novio me ha dicho que este vestido me queda mejor sin cintur¨®n¡
-¡°No digo cintur¨®n, digo alg¨²n adorno, alg¨²n collarcito¡ es que tu vestido es muy p¨¢lido aunque me gusta mucho¡°.
No parece una corresponsal de guerra que ya lo ha visto todo, probablemente. Pero quiz¨¢ sea por eso que no se canse de hacer homenajes a la vida. ¡°Yo nunca dejo de crear, nunca paro de moverme. Ahora acabo de escribir tres libros nuevos (para los que busco editor): la segunda parte de mi autobiograf¨ªaEntre la luz y la sombra, que se va a llamarUna mujer en la vida y est¨¢ dedicada a mi psicoanalista egipcio que, en Par¨ªs, me cur¨® del deseo de morir. Aunque sigo igual de temeraria¡ a la edad que tengo, a m¨ª me llaman para la guerra y yo voy¡. En eso no he cambiado¡ me siguen atrayendo la aventura y el peligro¡ la diferencia es que ya no ir¨ªa a la guerra con la idea de morir¡ antes yo iba para morir y para trabajar. Iba buscando la muerte, como los toreros¡ Ahora ir¨ªa s¨®lo para trabajar, para dar testimonio de las tragedias del mundo".
El segundo libro que escribi¨® es una novela autobiogr¨¢fica llamada El hombre azul. "En ella cuento una historia de amor que tuve con un tuareg en el desierto argelino. Y el tercer libro, El abrazo, es una novela sobre el mundo fascinante del tango. Yo ahora bailo tango. Lo hago desde que he regresado de Buenos Aires, hace algo m¨¢s de un a?o. Espero regresar pronto all¨ª, donde expondr¨¦ mis fotograf¨ªas¡±, contin¨²a.
Spengler vive entre Madrid, Par¨ªs, Ibiza y Buenos Aires. Su imagen fr¨¢gil y peque?a no hace sospechar su incre¨ªble experiencia vital. Es muy viva y pizpireta.
¡°En cuanto me marche de Madrid, me vuelvo a Par¨ªs porque me han propuesto presentarme al premio Marguerite Duras. Este a?o participar¨¦ en un homenaje con una proyecci¨®n de mis fotos de guerra pero el a?o que viene ser¨¦ candidata al premio. Marguerite Duras es mi ¨ªdolo y para m¨ª es un honor esta candidatura. Yo tengo muchos puntos en com¨²n con ella: el tema del hermano joven muerto que una y otra vez se repite a lo largo de nuestras vidas, Vietnam, la guerra, la maladie del amor¡ en Francia ya se ha escrito de m¨ª que soy una ¡°hero¨ªna durasiana¡¡±, lo cual para m¨ª es un orgullo¡¡±
Terminamos de comer en la terraza de Rams¨¦s.
La dejo regresando a su hotel, cercano a la Biblioteca Nacional, sobre unos peque?os tacones blancos y un gran bolso en el que lleva la c¨¢mara de fotos, pulseras, cintas para la cabeza y un gran estuche de maquillaje. ¡°Una mujer siempre ha de llevar el maquillaje encima y que incluya siempre una polvera, para quitarse los brillos. No dejes de comprarte una polvera¡±.
Me doy la vuelta, le digo adi¨®s, gracias.Y gracias por firmarmeel libro. Hasta pronto. Pero no he hecho m¨¢s que girar sobre mis propios pasos cuando escucho su voz alej¨¢ndose: ¡°Dale recuerdos a tu novio. C¨®mprate la polvera. Y unas pulseras. Y ll¨¢mame, pero no ahora, que me voy a echar la siesta¡±
No dejo de sonreir mientras escribo estas l¨ªneas. Ella es as¨ª.
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