La esperanza de Venezuela
Henrique Capriles ha hecho una campa?a valiente y conciliadora. Si triunfa tendr¨¢ que restituir el sentido verdadero a una democracia pervertida por los a?os de gobierno de Ch¨¢vez que tiene todav¨ªa mucho apoyo
Si Henrique Capriles Radonski triunfa en las pr¨®ximas elecciones del 7 de octubre en Venezuela, lograr¨¢ una haza?a democr¨¢tica sin precedente en la historia latinoamericana. Es posible que nunca un candidato opositor haya enfrentado un poder similar al que representa Hugo Ch¨¢vez. Su r¨¦gimen no aplica la violencia f¨ªsica como principal pol¨ªtica de Estado, pero ejerce otro tipo de violencia coercitiva y amenazante, omn¨ªmoda y opresiva. Su poder proviene de las urnas... estrechamente controladas por las armas, por sus armas.
Cuando la democracia desplaz¨® finalmente a la dictadura en Argentina, Uruguay o Chile, los militares ¡ªpor el repudio p¨²blico a sus actos genocidas¡ª se hallaban en irreversible retirada. En el otro extremo del espectro ideol¨®gico, quiz¨¢ el ¨²nico caso de un desplazamiento de un r¨¦gimen autoritario de izquierda por la v¨ªa democr¨¢tica fue el de los sandinistas, pero el proceso no implic¨® la dificultad que reviste ahora el venezolano por el hecho mismo de que el Gobierno sandinista ¡ªdeteriorado tambi¨¦n a fines de los ochenta¡ª no era democr¨¢tico ni fing¨ªa serlo. En ambos casos, contra la derecha militarista y la izquierda revolucionaria, la democracia no tuvo que desandar un camino: tuvo que construirlo.
En Venezuela los dem¨®cratas deber¨¢n comenzar antes del principio: deber¨¢n restituir el sentido verdadero a una democracia pervertida. Igual que Castro (y los viejos dictadores sudamericanos como el Doctor Francia o Juan Vicente G¨®mez), el designio expl¨ªcito de Ch¨¢vez ha sido imperar al menos hasta el 2030, su 76? cumplea?os (y si llega a los 76 a?os, sin duda alguna, querr¨¢ seguir). Pero a diferencia de Castro (y de los generales sudamericanos o los sandinistas) Ch¨¢vez ha usado astutamente a la democracia para acabar con la democracia.
Lo ha hecho paso a paso, instituci¨®n por instituci¨®n, imponiendo sus designios y personeros en la legislatura, la judicatura, los ¨®rganos fiscales, los electorales. Si no ha terminado su labor de demolici¨®n es debido a la pasi¨®n c¨ªvica de un amplio sector de la sociedad venezolana que no ha olvidado el significado de la libertad. En una competencia inequitativa (porque Ch¨¢vez tiene la propiedad privada de los recursos p¨²blicos, y los usa copiosamente en su beneficio), ese sector ha desplegado un admirable esp¨ªritu de unidad y ahora tiene en Capriles un l¨ªder joven, sensible y visionario. Las posibilidades de victoria son reales, pero el adversario, a pesar de su enfermedad (o gracias a su enfermedad), es formidable.
Para sus seguidores, el presidente ha sido la reencarnaci¨®n de Bol¨ªvar y hasta un vicario de Cristo
Ch¨¢vez no es solo un caudillo: es un redentor. Para apuntalar esa torcida dimensi¨®n religiosa, Ch¨¢vez ha abusado del p¨²lpito medi¨¢tico. Por largos a?os, como se sabe, apareci¨® en el programa dominical Al¨®, Presidente, reality show de seis horas en el cual Ch¨¢vez ¡ªlocuazmente¡ª monologaba, bailaba, cantaba, recitaba, le¨ªa cartas, declaraba su amor al pueblo, increpaba al imperio y a los pitiyanquis (sus supuestos aliados internos), daba clases sobre el ¡°Socialismo del siglo XXI¡±, rememoraba escenas de su autobiograf¨ªa (que en su peculiar concepci¨®n encarna la historia venezolana) y emit¨ªa tonantes decretos. Frente a los miembros de su Gabinete (todos vestidos de rojo, silenciosos y obedientes como ni?os en un sal¨®n de clases) ordenaba expropiaciones, movimientos de tropa, desplantes diplom¨¢ticos, pol¨ªticas p¨²blicas. Un amplio sector de la sociedad venezolana rechazaba este espect¨¢culo. Pero m¨¢s de la mitad del electorado lo celebraba. Para ellos Ch¨¢vez ha sido la reencarnaci¨®n de Bol¨ªvar y hasta un vicario de Cristo, m¨¢s ahora que ha convertido su penosa enfermedad en un calvario p¨²blico.
M¨¢s all¨¢ de esa advocaci¨®n, ha estado su vocaci¨®n social (que ser¨ªa absurdo negar). Durante el frustrado golpe de Estado contra Ch¨¢vez en 2002, una anciana portaba un cartel con estas palabras ¡°Devu¨¦lvanme a mi loco¡±. Una parte considerable de los pobres en Venezuela le ha agradecido siempre su voluntad de atenderlos a trav¨¦s de las ¡°Misiones¡± que estableci¨® desde 2003 (principalmente con personal cubano, que tambi¨¦n se ha hecho cargo del aparato de seguridad) con el objeto de proveer de salud, alimentos y educaci¨®n. Aunque muchos de estos programas han enfrentado serios problemas operativos y no est¨¢n dise?ados para promover la autonom¨ªa de las personas sino su dependencia del Gobierno, los chavistas no lo perciben as¨ª. El casi monopolio de la verdad p¨²blica (que goza Ch¨¢vez tras haber expropiado a los principales canales de televisi¨®n abierta) ha disfrazado la realidad. Millones de venezolanos conf¨ªan en su palabra como el espejo fiel de la verdad, m¨¢s a¨²n si son empleados p¨²blicos cuyo ingreso depende ¡ªo as¨ª lo creen¡ª de la munificencia del comandante.
Pero el ocultamiento de la verdad ha sido gigantesco. ?Alguna vez ponderar¨¢n los venezolanos el incre¨ªble dispendio de los casi 700.000 millones de d¨®lares que han entrado a las arcas de la empresa estatal de petr¨®leo PDVSA (que lleg¨® a ser un ejemplo de modernizaci¨®n por encima de Petrobras)? Imposible saberlo. Pero, aunque Ch¨¢vez ha enmascarado con el velo de su discurso la oce¨¢nica corrupci¨®n de la ¨¦lite pol¨ªtica y militar que le es adicta e ignora que Venezuela ocupa el sitio 172 en corrupci¨®n (de un total de 182 pa¨ªses), muchos entienden que el pa¨ªs atraviesa por una crisis grav¨ªsima: los niveles de inflaci¨®n son los m¨¢s altos del continente; hay una persistente carest¨ªa de productos y un caos en servicios b¨¢sicos (resultado del acoso a la empresa privada as¨ª como de la ineficacia y la corrupci¨®n de los administradores p¨²blicos). Y para colmo, la criminalidad es la m¨¢s alta del continente.
Ha enmascarado con el velo de su discurso la oce¨¢nica corrupci¨®n de la ¨¦lite pol¨ªtica y militar
La campa?a de Capriles ha sido valiente y conciliadora. Sus propuestas buscan recobrar la sensatez econ¨®mica y proteger las conquistas sociales (reales o percibidas). Ch¨¢vez lo ha acusado de querer acabar con las Misiones; Capriles ha insistido en que no quiere tocarlas sino mejorarlas. Ch¨¢vez lo se?ala como la reencarnaci¨®n de la vieja guardia pol¨ªtica venezolana; Capriles ha demostrado que las malas pr¨¢cticas del chavismo son similares a las de la Cuarta Rep¨²blica y que su Gobierno corregir¨¢ a ambas. Ch¨¢vez lo ha calumniado incesantemente con insultos vulgares y ha cometido la infamia imperdonable de llamarle ¡°nazi¡±, a sabiendas de que los bisabuelos de Capriles fueron exterminados por los nazis. Capriles, por su parte, ha permanecido sereno.
Todo puede pasar, incluso un estallido de la end¨¦mica violencia que ha azotado la historia venezolana. El hechizo de un Ch¨¢vez enfermo y su vasto control sobre el aparato estatal pueden darle el triunfo. En ese caso, la oposici¨®n debe persistir sin tregua ni des¨¢nimo. Ch¨¢vez vencer¨¢ pero no convencer¨¢, y tras su eventual fallecimiento la divisi¨®n interna de su grupo y la presi¨®n interna e internacional podr¨ªan propiciar una vuelta a la democracia plena, que tendr¨ªa el efecto adicional de presionar la transici¨®n cubana hasta acercarnos al momento ¡ªin¨¦dito en nuestra historia¡ª de una Iberoam¨¦rica enteramente democr¨¢tica.
Este desenlace que hasta hace poco hubiese parecido ut¨®pico, est¨¢ a la mano si triunfa Capriles. Ya ocurri¨® en el refer¨¦ndum de diciembre de 2007, cuando los venezolanos, contra todos los pron¨®sticos, dijeron no al proyecto de legislaci¨®n que convert¨ªa a su pa¨ªs en una nueva Cuba. Yo conf¨ªo en ese milagro c¨ªvico. Y espero que con esa victoria no solo vuelva la democracia sino algo mucho m¨¢s importante y necesario: la reconciliaci¨®n de la familia venezolana, hoy dividida por un odio ideol¨®gico que le es ajeno, que la ha envenenado por casi tres lustros, y que ha cegado, en su fuente misma, toda posibilidad de concordia.
Enrique Krauze es escritor mexicano, director de la revista Letras Libres.
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