El negocio de la discordia
Nuestro mayor peligro ser¨ªa que los dirigentes pol¨ªticos empleen un viejo instrumento que los poderosos suelen utilizar en tiempos de dificultad: la construcci¨®n de un enemigo con que entretener a los ciudadanos
En ese magn¨ªfico libro de Fran?ois Truffaut que es El cine seg¨²n Hitchcock, el mago brit¨¢nico del suspense le explicaba al realizador franc¨¦s qu¨¦ era el ?Mac Guffin?: ¡°un rodeo, un truco, una complicidad¡±. En realidad ¡ªcontinuaba Hitchcock¡ª se trataba de algo sin importancia y los l¨®gicos se equivocaban al buscar la verdad del ?Mac Guffin?; la maestr¨ªa del autor de 39 escalones ¡ªcomo supo ver Truffaut¡ª radicaba en evitar que sus pel¨ªculas se resolviesen mediante un final explicativo de ese ardid, con lo que lograba manejar la atenci¨®n del espectador a su capricho. As¨ª, adem¨¢s, elud¨ªa descubrir que tras esa argucia apenas hab¨ªa nada.
La cuesti¨®n territorial parece ser el ?Mac Guffin? m¨¢s recurrente ¡ªy tambi¨¦n el m¨¢s peligroso¡ª de la escena pol¨ªtica espa?ola. Son muchos los responsables pol¨ªticos que en los ¨²ltimos lustros han empleado manique¨ªsmos atroces para alimentar un interesado enfrentamiento entre los ciudadanos de los distintos territorios de Espa?a. En las p¨¢ginas de El Pa¨ªs se ha denunciado estos d¨ªas ese manique¨ªsmo que identifica a Espa?a con una comunidad extremista. Esa es una falsedad que ha calado en la sociedad catalana, del mismo modo que una parte significativa del resto de la ciudadan¨ªa espa?ola se ha empapado de una aversi¨®n hacia Catalu?a, insensatamente fomentada desde determinados resortes pol¨ªticos y medios de comunicaci¨®n. Con el tiempo quiz¨¢s se vea con mayor nitidez el papel decisivo que en esta infausta historia han tenido, por un lado, dirigentes pol¨ªticos entregados a una estrategia tan oportunista como irresponsable, y, por otro, ciertos medios de comunicaci¨®n aliados con los primeros en el rentable negocio de la confrontaci¨®n entre los ciudadanos. Quiz¨¢s para desenmara?ar ese debate y analizarlo en sus justos t¨¦rminos convenga regresar ahora al pensamiento de Francisco Tom¨¢s y Valiente, una de las personalidades m¨¢s sobresalientes del ¨²ltimo medio siglo espa?ol. Escrib¨ªa hace casi veinte a?os:
Creo ciertamente que la diversidad constitutiva de Espa?a entendida como pluralidad general es enriquecedora y positiva, y que no debe poner en cuesti¨®n la unidad que la Constituci¨®n y los estatutos garantizan y hacen compatible con la autonom¨ªa. (La dial¨¦ctica entre unidad y diversidad, El Pa¨ªs, 13 de enero de 1994).
Hay que recordar que la Espa?a actual es la que construyeron personas como Tom¨¢s y Valiente
Todo nacionalismo es una pasi¨®n ¨²til, y tal vez necesaria cuando la conciencia de grupo es agredida desde fuera. Si la agresividad exterior no s¨®lo es inexistente, sino que ha sido sustituida por un r¨¦gimen jur¨ªdico-pol¨ªtico de libertades y autogobierno, la pasi¨®n reactiva carece de justificaci¨®n, la mitificaci¨®n ideol¨®gica corre el peligro de convertirse en rid¨ªcula y la utilidad del mensaje victimista se desgasta y pierde fuerza. (Nacionalismos en broma y en serio, El Pa¨ªs, 13 de noviembre de 1994).
Algo quiz¨¢s ha cambiado desde el asesinato de Tom¨¢s y Valiente, algo que, sin el dramatismo de su muerte, deber¨ªa preocuparnos muy seriamente. Me refiero al ¨¦xito de los discursos contra el Estado auton¨®mico, tanto los de tinte independentista como los que proponen el retorno al centralismo ¡ªextra?a alianza ¨¦sa, ?verdad?¡ª. Diecis¨¦is a?os despu¨¦s de la muerte del brillante jurista, los recalcitrantes que, a un lado y otro del Ebro, parec¨ªan orillados, se han mantenido a flote y han ganado partidarios. Es cierto que, en la mayor parte de los casos, se mueven en el territorio de los prejuicios, de las emociones m¨¢s turbias, de las desconfianzas m¨¢s primarias, pero su ¨¦xito es indudable y ¨¦ste ha devenido en desprestigio del Estado de las autonom¨ªas, de ese r¨¦gimen jur¨ªdico-pol¨ªtico de libertades y autogobierno que glosaba Tom¨¢s y Valiente. Esa irresponsable campa?a de desprestigio ha sido alentada ¡ªcuando no acometida, ya ¡°sin complejos¡±¡ª desde las propias instituciones del Estado: desde el Palau de la Generalitat, s¨ª, pero tambi¨¦n desde la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol e, incluso, desde el Palacio de la Moncloa o desde la propia sede del Tribunal Constitucional que en su d¨ªa presidiese Tom¨¢s y Valiente, con la dignidad que ¨²ltimamente tanto ha escaseado por esos lares. Hemos presenciado as¨ª, casi impasibles, un intento de demolici¨®n institucional que parec¨ªa ser orquestado desde las propias instituciones, sin que haya m¨¢s motivos para ello que los intereses particulares y partidarios de cada cual.
En 2010 la Editorial Tusquets public¨® un espl¨¦ndido libro de Leonardo Sciascia titulado El caso Moro; en esa especie de investigaci¨®n que, en una agud¨ªsima y sobrecogedora ex¨¦gesis, el autor italiano llev¨® a cabo a partir de las cartas que Aldo Moro remiti¨® en los amargos d¨ªas de su secuestro, su muerte a manos de las Brigadas Rojas resulta a¨²n m¨¢s dram¨¢tica porque se ve acompa?ada de otro asesinato: el que toda la clase pol¨ªtica italiana ¡ªcasi sin excepci¨®n¡ª consuma contra la figura pol¨ªtica de Moro. Ser¨ªa penoso contemplar c¨®mo, a un lado y otro del Ebro, nos entregamos a los intereses particulares y espurios de cuantos quieren asesinar esa idea de Espa?a, como espacio para la convivencia en libertad entre diferentes, que analiz¨® y defendi¨® Tom¨¢s y Valiente hasta su muerte y que nada, absolutamente nada, tiene que ver con el extremismo.
Debemos defender el Estado de las autonom¨ªas. Que no lo perviertan las ¨¦lites en beneficio propio
Convendr¨ªa recordar que la Espa?a actual es la que construyeron personas como Tom¨¢s y Valiente, y que las delirantes opiniones de los personajillos estultos que pueblan algunos medios de comunicaci¨®n no son m¨¢s que delirios interesados, porque el inmoral negocio de la discordia ¡ªalimentado de insidias, odios injustificados y nefandas manipulaciones¡ª ofrece alt¨ªsimos r¨¦ditos. Deber¨ªamos desconfiar de estos mu?idores de la confrontaci¨®n. Identificar a Espa?a con ese grup¨²sculo de extremistas carpetovet¨®nicos ¡ªcomo pretende trasladar a sus ciudadanos un Artur Mas atosigado por sus nefastas pol¨ªticas antisociales¡ª ser¨ªa elevar a categor¨ªa lo que no deber¨ªa pasar de anecd¨®tico. De ah¨ª que sea necesario defender el Estado de las autonom¨ªas y evitar que nadie lo pervierta en beneficio propio, sin que ello impida exigir su buen funcionamiento y la correcci¨®n de sus posibles imperfecciones. Magro servicio al actual marco institucional prestan quienes dicen defender la unidad de Espa?a y terminan por instalar en el debate pol¨ªtico un manique¨ªsmo tabernario, tan pernicioso y disgregador como el propalado por algunos de esos nacionalistas a los que detestan. Sus broncos discursos se asemejan demasiado y dif¨ªcilmente se compadecen con la realidad actual del pa¨ªs, aunque quiz¨¢s llegue el d¨ªa en que, al cabo, terminen por trastornarlo: dir¨¢n entonces que estaban en lo cierto, cuando aquello no ser¨¢ m¨¢s que una profec¨ªa autocumplida.
Llevado a sus ¨²ltimas consecuencias y cualquiera que resulte triunfador ¡ªcentralistas o independentistas¡ª, este infame negocio de la discordia supondr¨¢ un amargo fracaso colectivo, porque habr¨¢ quebrado nuestro marco de convivencia y los nuevos espacios resultantes ser¨¢n m¨¢s reducidos, m¨¢s puros y por ende menos libres. Los ¨²nicos perdedores ¡ªa un lado y otro del Ebro¡ª seremos as¨ª los ciudadanos en su conjunto, v¨ªctimas de la hipnosis de ese ?Mac Guffin? interesado, perge?ado por unas ¨¦lites ajenas a los intereses generales de la ciudadan¨ªa. Los l¨ªderes y las ¨¦lites lampedusianas lograr¨¢n as¨ª que todo cambie, pero s¨®lo en apariencia y en su exclusivo beneficio, porque, tras la pasi¨®n reformista o contrarreformista de las estructuras pol¨ªticas nacidas en 1978, ¨²nicamente se esconder¨¢n las luchas particulares por acrecentar su poder. Una vez expulsadas las acuciantes cuestiones sociales de la agenda pol¨ªtica, los poderosos lo ser¨¢n m¨¢s y los ciudadanos habremos sido vilmente estafados, porque esas mismas ¨¦lites habr¨¢n logrado quedar eximidas de cualquier responsabilidad por su gesti¨®n durante los ¨²ltimos a?os.
En las actuales circunstancias, nuestro mayor peligro ser¨¢ as¨ª que los dirigentes pol¨ªticos empleen un viejo instrumento de los poderosos en tiempos de dificultad a lo largo de la historia: la construcci¨®n de un enemigo con que entretener a los ciudadanos. Eso s¨ª que suele resultar dram¨¢tico, m¨¢s a¨²n cuando, como sucede en Espa?a, se acostumbra a recurrir al enemigo interior. Ser¨ªa una triste paradoja comprobar c¨®mo las ¨¦lites catalanas acaban por echar mano de una tradici¨®n tan espa?ola.
Patricio Fern¨¢ndez Garc¨ªa. es funcionario archivero de la Administraci¨®n de la Comunidad de Castilla y Le¨®n
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