?Se equivoc¨® Montesquieu?
Una reciente pol¨¦mica vindica sus teor¨ªas, la institucional y la geogr¨¢fica
Charles de Secondat, bar¨®n de Montesquieu es uno de los grandes fil¨®sofos pol¨ªticos del todos los tiempos, cuyo gran tratado, El esp¨ªritu de las leyes(1748), introdujo dos nuevas ideas sobre la sociedad humana que a¨²n hoy se citan y discuten con intensidad. La primera de ellas es que la libertad pol¨ªtica depende de la separaci¨®n de los poderes. La idea estaba ya en John Locke (otro gigante de la ciencia pol¨ªtica), pero Montesquieu la expres¨® mejor e identific¨® m¨¢s claramente cu¨¢les eran esos tres poderes: el legislativo, el ejecutivo, y el judicial. La doctrina de la separaci¨®n de poderes, inspirada en el parlamentarismo ingl¨¦s, fue m¨¢s tarde adoptada por todos los sistemas electivos, aunque algunos pol¨ªticos practicones actuales hayan sostenido que es una traba para la democracia. Resumiendo, podemos decir que la primera gran aportaci¨®n de Montesquieu es subrayar la relevancia que tienen las instituciones pol¨ªticas para la libertad y el buen desarrollo de las sociedades.
Su segunda gran aportaci¨®n fue el advertir la importancia que tiene el medio f¨ªsico para ese mismo desarrollo, y se?alar que el clima es determinante en la organizaci¨®n de los pueblos y comunidades. Como ¨¦l mismo escribi¨®, ¡°el car¨¢cter del esp¨ªritu y las pasiones del coraz¨®n son extremamente diferentes en los diversos climas¡±, y las leyes deb¨ªan adaptarse a esas diferencias. Ambas novedades filos¨®ficas escandalizaron a la sociedad de su tiempo, hasta el punto que la Iglesia puso El esp¨ªritu de las leyes en el ?ndice de libros prohibidos.
Para Diamond las diferencias ambientales explican el grado de desarrollo
La doctrina de la importancia del medio f¨ªsico o geogr¨¢fico ha sido objeto de a¨²n mayor controversia que la de la separaci¨®n de poderes. Hoy se da m¨¢s importancia a los factores geogr¨¢ficos en cuanto determinan la capacidad productiva (aridez, pluviosidad, condiciones de transporte, riqueza mineral, etc.) que en cuanto modifican la conducta. La doctrina ha sido bautizada, especialmente por sus detractores, como ¡°determinismo geogr¨¢fico¡±, aunque muy pocos, y, desde luego, no el propio Montesquieu, han pensado que el marco geogr¨¢fico sea el ¨²nico determinante del devenir de los pueblos.
La vigencia de las doctrinas de Montesquieu queda en evidencia en una pol¨¦mica muy reciente entre tres cient¨ªficos norteamericanos. De un lado est¨¢ Jared Diamond, de la Universidad de California (Los Angeles), autor de Armas, g¨¦rmenes, y acero, libro ampliamente difundido y premiado, que argumenta en favor de la significaci¨®n de la geograf¨ªa para explicar el desarrollo a muy largo plazo de las sociedades humanas. Del otro lado est¨¢n Daron Acemoglu (MIT) y James Robinson (Harvard), autores del reciente How Nations Fail, a¨²n no traducido al espa?ol. Sugiero al traductor que lo titule El fracaso de las naciones. La tesis de este libro es, sint¨¦ticamente, que lo ¨²nico que explica el desarrollo econ¨®mico es la pol¨ªtica. En la jerga de estos autores, las naciones con organizaci¨®n pol¨ªtica ¡°inclusiva¡±, es decir, democr¨¢tica, triunfan; las que tienen organizaci¨®n ¡°extractiva¡±, es decir, explotadora, fracasan. El campo de batalla entre ambos bandos ha sido la New York Review of Books, donde Diamond rese?¨® el libro de Acemoglu y Robinson (junio 2012) y donde estos contraatacaron con una larga carta, a la que Diamond respondi¨® (agosto 2012).
Para Diamond, las diferencias en los desarrollos de los varios continentes se deben a ¡°diferencias en los medios naturales de cada continente, no a la biolog¨ªa¡±. Es decir, no son las diferencias raciales, sino las ambientales, las que explican las diferencias en los niveles de desarrollo. Por supuesto, a medida que la tecnolog¨ªa cambia, los efectos de las condiciones ambientales se modifican: lo que durante muchos a?os fue un desierto, por ejemplo, puede convertirse en un vergel con las modernas t¨¦cnicas de irrigaci¨®n. Desde la prehistoria las condiciones agrarias han moldeado las sociedades, hasta que la industria vino a aminorar la tiran¨ªa de la agricultura. Ahora bien, la industria naci¨® precisamente en aquellas sociedades donde la agricultura estaba m¨¢s desarrollada: Europa occidental y, en particular, Inglaterra. La riqueza tiende a ser acumulativa. Por eso, aun hoy, un mapa mundial mostrando la renta por habitante pone en evidencia que los pa¨ªses ricos est¨¢n situados en la zona templada, tanto en el hemisferio Norte como en el Sur.
Seg¨²n Acemoglu y Robinson lo ¨²nico que explica el desarrollo econ¨®mico es la pol¨ªtica
Hay excepciones, por supuesto, y a ellas apelan Acemoglu y Robinson para afirmar rotundamente que la doctrina geogr¨¢fica, cuya paternidad atribuyen correctamente a Montesquieu, ¡°no funciona¡±. Los enormes contrastes entre las Coreas del norte y del sur, o entre las poblaciones al norte y al sur de la frontera entre Estados Unidos y M¨¦xico, para ellos demuestran que la geograf¨ªa no tiene ning¨²n peso. Recurren al viejo truco de simplificar exageradamente la tesis contraria para demostrar su error, como les reprocha Diamond. Pero, tratando de mostrar la superioridad de su teor¨ªa, se encierran en un laberinto l¨®gico, porque, si las condiciones geogr¨¢ficas no son el dato inicial de la historia humana, ?c¨®mo se explica que haya tales diferencias en los niveles de desarrollo? O volvemos al racismo, o recurrimos al azar. Unos pa¨ªses acertaron en darse las buenas instituciones y otros fallaron al adoptar las malas. Acemoglu y Robinson afirman tener una teor¨ªa para explicar estas divergencias, pero en realidad no la tienen. Todo lo basan en que unas peque?as diferencias en la estructura pol¨ªtica existentes en un momento dado, como las que exist¨ªan entre Espa?a e Inglaterra en el siglo XVI, se convierten en caminos divergentes al llegar una ¡°coyuntura cr¨ªtica¡± como el descubrimiento de Am¨¦rica o la aparici¨®n del protestantismo y dan lugar a grandes diferencias como las que hab¨ªa a finales del XVII entre las estructuras pol¨ªticas de ambos pa¨ªses. Lo que Acemoglu y Robinson no explican es c¨®mo aparecen esas peque?as diferencias iniciales, y sin explicar esto la teor¨ªa no explica nada. Tampoco plantean, por ejemplo, c¨®mo Arabia Saud¨ª y Libia tienen niveles de renta muy altos mientras sus vecinos los tienen muy bajos. ?Son Arabia y Libia modelos de sociedad ¡°inclusiva¡± y sus vecinos de sociedad ¡°extractiva¡±? Estos casos contradicen la teor¨ªa institucional; son tan demoledores para esta teor¨ªa como puedan serlo Corea y la frontera USA-M¨¦xico para la geogr¨¢fica; por tanto, Acemoglu y Robinson no los mencionan. Su problema es que intentan ser tan excluyentes en su defensa de la teor¨ªa institucional que, en realidad, la debilitan. Es evidente que, como muestra el caso de Arabia y Libia, la dotaci¨®n de factores naturales (como la posesi¨®n de grandes yacimientos de petr¨®leo) puede ser m¨¢s importante que la democracia a la hora de explicar los niveles de renta. Y tambi¨¦n que, como prueban tanto la Espa?a franquista como la China actual, una sociedad ¡°extractiva¡± puede producir altas tasas de desarrollo. Por desgracia, las cosas no son tan simples como piensan Acemoglu y Robinson.
En ¨²ltimo t¨¦rmino, Montesquieu, que alumbr¨® ambas teor¨ªas, la institucional y la geogr¨¢fica, resulta vindicado. Las sociedades humanas son complejas y su ¨¦xito o su fracaso no pueden explicarse apelando a un solo factor. Es muy tentador para un cient¨ªfico social el vendernos la f¨®rmula m¨¢gica del ¨¦xito; pero, por desgracia, no est¨¢ el mundo para crecepelos milagrosos. Y adem¨¢s, estas p¨®cimas sociales entra?an un gran peligro. Fue un simplismo parecido al de Acemoglu y Robinson el que indujo a George W. Bush a invadir Irak, proclamando que, introduciendo all¨ª la democracia a la americana, el pa¨ªs se iba a enderezar y el Oriente Pr¨®ximo a estabilizarse. Ya hemos visto los resultados.
Gabriel Tortella, profesor em¨¦rito de la Universidad de Alcal¨¢, es autor, con Clara Eugenia N¨²?ez, del libro Para comprender la crisis, entre otros.
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