Segunda huelga
Los sindicatos intentan otra prueba de fuerza contra un Gobierno reacio a explicarse y negociar
Mariano Rajoy tendr¨¢ que enfrentarse a la segunda huelga general convocada por los sindicatos y otras entidades sociales, y apoyada inicialmente por partidos de la oposici¨®n, el PSOE entre ellos, cuando lleva menos de un a?o al frente del Gobierno. Si el anterior paro del 29 de marzo tuvo por objetivo la protesta contra la reforma laboral, ahora se trata de hacer una demostraci¨®n frente a la pol¨ªtica de austeridad a ultranza del Ejecutivo, haci¨¦ndose eco del creciente malestar social y en coincidencia con una jornada de movilizaciones sindicales a escala europea. La cuesti¨®n es qu¨¦ eficacia cabe esperar de la nueva huelga general para aliviar los sufrimientos de la poblaci¨®n afectada por los recortes salariales, los aumentos de impuestos, el paro desbocado y el miedo a peores condiciones de vida en el futuro, ni en qu¨¦ ayudar¨¢ a encontrar mejores salidas.
La instalaci¨®n de una conflictividad social duradera podr¨ªa tener impacto pol¨ªtico, pero al precio de uncir a Espa?a cada vez m¨¢s al grupo de sociedades desesperadas por la falta de frutos de las pol¨ªticas de rigor. En tiempos de empobrecimiento de la poblaci¨®n, la cultura de la huelga incluso cuesta m¨¢s dinero a los trabajadores, sin que ese coste garantice la fuerza suficiente como para torcer el brazo al Gobierno.
Espa?a podr¨ªa haber aprovechado la crisis en que se encuentra para salir fortalecida si el poder pol¨ªtico hubiera promovido m¨¢s la cultura del di¨¢logo y de la explicaci¨®n franca de las dificultades, algo que se echa de menos. Es dif¨ªcil que los ciudadanos acepten las razones de la austeridad presupuestaria sin esperanza alguna de que disminuya el paro y sin que mejoren las condiciones en que se produce el endeudamiento de Espa?a. El Gobierno de Rajoy, en las fauces de la recesi¨®n, se limita a apoyarse en la ancha base de poder institucional de la que dispone para conducir unilateralmente una pol¨ªtica de fuerte y r¨¢pida reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico. No tiene mucho margen, pero la rectificaci¨®n deseable en la pol¨ªtica del Ejecutivo es que d¨¦ se?ales mucho m¨¢s claras de creer en el di¨¢logo. A falta de los frutos del crecimiento, que no se pueden repartir porque no existen, se trata de distribuir m¨¢s equitativamente los costes de la crisis y de buscar soluciones que acorten la recesi¨®n.
Tambi¨¦n se necesita una mayor imagen de unidad de Espa?a ante las instancias europeas. Pero esa unidad interna hay que trabajarla. El Gobierno sacar¨ªa posiblemente rendimientos intentando acuerdos, por dif¨ªcil que sea la tarea. Y no se entiende, por otra parte, en qu¨¦ puede beneficiar un nuevo paro general a una econom¨ªa ya debilitada, ni es evidente lo que puedan sacar en limpio los trabajadores de la nueva prueba de fuerza. No le hace falta a este pa¨ªs una sucesi¨®n de huelgas generales, que ser¨ªan in¨²tiles y contraproducentes, ni que sucedan hechos irreparables.
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