Acuse de recibo de un manifiesto
Aunque algo tard¨ªa, la declaraci¨®n denota una reacci¨®n sensible a la gravedad del momento y se compromete a defender planteamientos que parec¨ªan contar con escaso apoyo
Una relaci¨®n de nombres distinguidos suscribe el notable manifiesto publicado por El Pa¨ªs (04/11/12). Me doy por destinatario del documento y me permito formular un breve acuse de recibo. Ante todo, lo que comparto. Es descarnadamente cierto que nuestro sistema socioecon¨®mico se enfrenta a problemas de primera magnitud, con grav¨ªsimo da?o para los derechos de los sectores m¨¢s vulnerables de la sociedad. Es el fracaso de recetas neoliberales aplicadas durante a?os por gobiernos de colores diversos y en diferentes niveles territoriales: en Europa, en Espa?a y en Catalu?a.
Celebro que este fracaso sea nuevamente reconocido, incluso por alguno de los firmantes que hasta ahora parec¨ªa partidario de aquellas recetas. Es hora, pues, de reivindicar la necesidad de pol¨ªticas diferentes del ut¨®pico neoliberalismo que nos ha llevado al descalabro actual. Es un objetivo central que el texto recuerda y que comparto. Tanto m¨¢s cuanto persiste una contumaz presi¨®n para seguir con la terapia que origin¨® la enfermedad.
Comparto igualmente la cr¨ªtica del manifiesto a quienes se arrogan la exclusiva representaci¨®n de Catalu?a o de Espa?a
Las pr¨®ximas elecciones catalanas exigen, pues, un obligado pronunciamiento sobre el modelo socioecon¨®mico de cada una de las fuerzas que compiten. No vale ocultar la gravedad de la cuesti¨®n socioecon¨®mica. Se plantea ahora con el mismo rigor que la cuesti¨®n nacional. La coincidencia temporal de los dos conflictos no era deseable. Pero tampoco es evitable ni es posible ya establecer prioridades entre una y otra. Ambas reclaman pol¨ªticas urgentes, tal como expresa otra declaraci¨®n colectiva publicada que interesar¨¢ a los lectores (http://mesenlladel25n.wordpress.com).
Comparto igualmente la cr¨ªtica del manifiesto a quienes se arrogan la exclusiva representaci¨®n de Catalu?a o de Espa?a. La historia de las relaciones entre espa?oles y catalanes es m¨¢s compleja que cualquier simplificaci¨®n, sea inocente o interesada. Introducir los matices que reclama el manifiesto es indispensable. Pero su reclamaci¨®n ser¨ªa m¨¢s convincente si evitara erigirse ¨Ccomo hace en alg¨²n momento- en portavoz de los espa?oles. Porque parece atrevido interpretar los sentimientos del ¡°com¨²n de los espa?oles¡± al declarar que ¡°no alberga(n) sentimiento alguno de menosprecio hacia Catalu?a. Bien al contrario, Catalu?a suscita afecto, admiraci¨®n y reconocimiento¡¡±.
Es hora de reivindicar la necesidad de pol¨ªticas diferentes del ut¨®pico neoliberalismo que nos ha llevado al descalabro?
Que este sea el sentimiento de los firmantes y de muchos espa?oles no lo pongo en duda. Pero extenderlo generosamente al ¡°com¨²n de los espa?oles¡± no parece sustentarse en datos concluyentes, al menos, en datos que se desprenden de pronunciamientos reiterados de potentes medios de comunicaci¨®n, en tomas de posici¨®n de algunas fuerzas pol¨ªticas y de algunos de sus dirigentes o en la literatura popular de baja estofa que se prodiga en algunas redes sociales. Me resulta tan excesivo como asegurar que ¡°el com¨²n de los catalanes¡± se caracteriza por su benevolencia hacia los espa?oles y que no existen sectores que los tratan con resentimiento, animadversi¨®n o antipat¨ªa.
Hubiera sido ¨²til asimismo una alusi¨®n m¨¢s clara al cambio de clima en las relaciones Espa?a-Catalu?a de la ¨²ltima d¨¦cada. Pasar por alto los antecedentes recientes de estas relaciones impide captarlas en toda su dimensi¨®n. Desencuentros y choques de estos ¨²ltimos a?os no han cicatrizado. En todas las instancias: institucionales, partidistas, judiciales, empresariales, medi¨¢ticas, eclesi¨¢sticas. En lo simb¨®lico y en lo tangible. Hay responsabilidades para todos y no siempre en la misma medida. Sin mayor atenci¨®n a este itinerario conflictivo, es poco comprensible lo que ahora ocurre y el reencuentro que se propone tendr¨ªa bases muy poco s¨®lidas.
Defienden un futuro compartido, pero se comprometen a respetar el deseo mayoritario de los catalanes
Finalmente, retengo como parte m¨¢s notable del texto su toma de posici¨®n ¨Caunque algunos podr¨¢n juzgarla algo tard¨ªa- en temas que provocaron el rechazo clamoroso de gran parte de la opini¨®n espa?ola durante el debate estatutario de 2006. Un rechazo que tuvo su confirmaci¨®n solemne en la sentencia del Tribunal Constitucional 31/2010. Me referir¨¦ solo a dos aspectos: en el campo simb¨®lico y en de los recursos materiales. En el terreno simb¨®lico ¨Ctan importante en este contencioso- afirman los signatarios que ¡°En Catalu?a existe un profundo sentimiento nacional, del que el resto de los espa?oles es plenamente consciente". Despu¨¦s de tan rotunda y tan atrevida invocaci¨®n a la totalidad de los espa?oles, a?aden: ¡°De ah¨ª que sostengan con firmeza que (este sentimiento) haya de ser reconocido e integrado de nuevo en el seno de instituciones compartidas".? Y siguen: ¡°...si ese sentimiento de forma mayoritaria se manifestara contrario de modo irreductible y permanente al mantenimiento de las instituciones que entre todos nos dimos, la convicci¨®n democr¨¢tica nos obligar¨ªa al resto de los espa?oles a tomarlo en consideraci¨®n para encontrar una soluci¨®n apropiada y respetuosa: los ciudadanos de Catalu?a tienen que saber que este es nuestro compromiso irrenunciable".
No ocultan que su deseo es un futuro compartido, pero declaran su compromiso democr¨¢tico de respetar cualquier deseo mayoritario de los catalanes en otro sentido. Es una declaraci¨®n muy digna de ser tenida en cuenta. Por lo dem¨¢s, el manifiesto asume tambi¨¦n la necesidad de un proceso de federalizaci¨®n que incorpore un sistema de solidaridad financiera interterritorial incluyendo el discutido ¡°principio de ordinalidad¡±, reclamado hace tiempo desde Catalu?a y rechazado hasta el d¨ªa de hoy.
En conclusi¨®n, acojo el manifiesto con inter¨¦s. Porque denota una reacci¨®n sensible a la gravedad del momento y porque se compromete en la defensa de planteamientos que hasta ahora parec¨ªan contar con escaso apoyo. O, en todo caso, con apoyo discreto por lo selecto y por lo sigiloso. Lo recibo a la vez con la modesta esperanza de que su opini¨®n obtenga la eficacia que aseveraba Stuart Mill al afirmar que ¡°una persona con convicci¨®n tiene un poder social equiparable al de noventa y nueve que solo tienen intereses¡±. Se pondr¨¢ ahora a prueba esta tesis de Mill cuando los firmantes del texto confronten su opini¨®n con los intereses de potentes sectores de la sociedad espa?ola y no s¨®lo de la catalana.
Josep M. Vall¨¨s es catedr¨¢tico em¨¦rito de ciencia pol¨ªtica (UAB)
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