Protesta paneuropea
Una huelga desigual y grandes manifestaciones recogen el enorme descontento social
La segunda huelga general en menos de un a?o tuvo un seguimiento importante en la industria y los transportes urbanos, fue mucho m¨¢s desigual en los servicios, y se vio rubricada con decenas de manifestaciones, muy numerosas, que evidenciaron el enorme descontento social con las medidas tomadas por el Gobierno de Mariano Rajoy y la mayor¨ªa parlamentaria en la que se apoya. M¨¢s all¨¢ de la guerra de cifras ¡ªseguimiento ampl¨ªsimo, seg¨²n los sindicatos, y m¨¢s reducido, a juicio de las organizaciones patronales¡ª, esta protesta repite las caracter¨ªsticas de la llevada a cabo en marzo pasado contra la reforma laboral, con un menor n¨²mero de detenidos que en aquella ocasi¨®n, pero decenas de heridos, entre ellos un chico de 13 a?os en una carga de los Mossos d¡¯Esquadra en Tarragona. A¨²n as¨ª, el propio Ministerio del Interior subray¨® la ausencia de hechos graves, lo aislado de los incidentes registrados y el respeto a los servicios m¨ªnimos establecidos, de todo lo cual hay que congratularse.
La huelga realizada en Espa?a se insert¨® en una jornada de protesta europea contra el diktat de la austeridad, desarrollada a varios niveles. En diferentes pa¨ªses se celebraron marchas y concentraciones, reforzadas por paros parciales en Italia y Grecia. Solo en Portugal y Espa?a tomaron la forma de huelgas generales, en una muestra de reflejo ib¨¦rico que da una impresi¨®n de acercamiento entre las situaciones sociales de los dos pa¨ªses. En todo caso, la protesta paneuropea supone un movimiento de solidaridad sin precedentes contra los recortes presupuestarios y los sacrificios de las poblaciones debido a los objetivos de d¨¦ficit, que, a juicio de los sindicatos, constituyen causas directas de la recesi¨®n y del paro masivo en la Europa meridional.
Por eso, las instituciones europeas tambi¨¦n deben considerarse interpeladas por los que protestaban ayer, y desde luego por los que lo hicieron en Espa?a. La prueba es que el responsable econ¨®mico de la Comisi¨®n Europea, Olli Rehn, dedic¨® una conferencia de prensa (no prevista) a descartar que el Gobierno espa?ol deba apretar m¨¢s las tuercas a los ciudadanos en 2013, aunque aplaz¨® todo pronunciamiento sobre si puede relajarse el objetivo de d¨¦ficit en el futuro.
En lo que se refiere a Espa?a, los convocantes pretend¨ªan tambi¨¦n un objetivo pol¨ªtico, concretado en la exigencia de un refer¨¦ndum. Los sindicatos acusan al Ejecutivo de gobernar alterando el compromiso electoral de hace un a?o, que eludi¨® hablar de recortes al gasto sanitario y educativo, del abaratamiento del despido o de la subida generalizada de impuestos decidida con posterioridad. Es pr¨¢cticamente imposible que el Gobierno ¡ªcualquier Gobierno¡ª d¨¦ satisfacci¨®n a una reivindicaci¨®n sindical tan pol¨ªtica, y en todo caso corresponder¨ªa a los votantes de las pr¨®ximas elecciones sancionar las actuaciones de Ejecutivo y oposici¨®n. De modo que el efecto inmediato de las protestas es el de medir, una vez m¨¢s, la febrilidad provocada por el estado de indignaci¨®n en un cuerpo social muy castigado. Esto convierte la huelga y las manifestaciones de ayer en protestas leg¨ªtimas y sostenidas en el tiempo, sin la menor vacilaci¨®n, aunque es dudoso que ayuden a encontrar salidas a la crisis.
Espa?a amanece hoy con los mismos problemas que ayer, porque mientras la actividad econ¨®mica no se recupere, el paro masivo y el empobrecimiento general amenazan con seguir su curso. Pero una parte considerable de la ciudadan¨ªa ha enviado un mensaje inequ¨ªvocamente contrario a las pol¨ªticas del Gobierno, y lo ha hecho por segunda vez en menos de un a?o. Por eso, el Ejecutivo tiene la obligaci¨®n ineludible de escucharlo y canalizarlo.
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