Hacer los deberes
Me deja at¨®nita que haya contertulios a los que oigo de ma?ana y a los que tambi¨¦n veo de noche
Hay d¨ªas en que la cabeza me revienta de escuchar tantos debates. Desayuno con la radio. Y ah¨ª est¨¢n, los polemistas. Despu¨¦s del caf¨¦ leo los peri¨®dicos, porque leo varios (demasiados). Dicen que es bueno leer a unos y a otros, para contrastar, y juro que con ese noble prop¨®sito lo hago, pero yo dir¨ªa que al final del d¨ªa mi cabeza no est¨¢ al borde del contraste, sino de la explosi¨®n. Tras la comida me pongo a Ana Blanco. Hay otras, pero yo me he propuesto morir con ella: ella, que Dios la guarde muchos a?os, cayendo sobre la mesa de noticias del mediod¨ªa cuando haya sobrepasado los noventa; yo, clavando la barbilla en el pecho para siempre frente a la tele. Qu¨¦ mejor que un final mutuo para una relaci¨®n tan fiel. Dejando a un lado que no quisiera que me pillara fuera de casa el d¨ªa hist¨®rico en que la Blanco se equivoque.
Pero mi adicci¨®n a los medios no acaba ah¨ª. S¨¦ que hay honrados ciudadanos que han decidido que en estos tiempos lo mejor es no ver para no sufrir. Es una opci¨®n. Que no comparto. Iba a decir eso tan democr¨¢tico de ¡°aunque comprendo¡±, pero no, qu¨¦ caramba, no la comprendo. No podr¨ªa estar viviendo sin saber en qu¨¦ mundo vivo. A ¨²ltima hora de la noche sigo a los contertulios televisivos. Lo sorprendente no es que yo tenga energ¨ªa para seguir escuchando te¨®ricas sobre la crisis, al fin y al cabo no me tengo que esforzar en construir un discurso, sino en engullir el de otros; lo que me deja at¨®nita, digo, es que haya contertulios a los que oigo de ma?ana, cuando tomo el caf¨¦, y a los que tambi¨¦n veo de noche. Y, mientras yo estoy directamente destrozada por lo que sale de sus bocas a lo largo de la jornada, a ellos se les aprecia m¨¢s frescos que una lechuga. Que me lo expliquen. Cuando los veo maduros me entra un cansancio delegado, el que me derrota a m¨ª cuando paso el d¨ªa fuera de casa; cuando los veo j¨®venes, me agobio, pienso, pero estas criaturas, ?no tienen vida privada?, ?prefieren perder su juventud entre estudios y plat¨®s? Hay una mujer joven, de mirada incisiva y dicci¨®n cristalina, que opina con el mismo ¨ªmpetu a las nueve de la ma?ana en una radio que a las doce de la noche en una tele. Soy torpe para memorizar los nombres, pero a fuerza de escuchar ¡°qu¨¦ opina Carmen Morodo de este asunto¡± es como si tuviera ese nombre clavado con agujas de acupuntura en las sienes. No critico la permanente presencia de todos ellos, incluso yo dir¨ªa que les admiro, porque jam¨¢s he conseguido en mi vida mantener una discusi¨®n durante m¨¢s de un cuarto de hora. Prefiero perder en una pol¨¦mica a soportar a un pesado, y reconozco que evito en lo posible a los polemistas porque soy de mosqueo f¨¢cil, y val¨®renme esta confesi¨®n, por favor, dado que lo que tiene prestigio es presumir de que uno sabe discutir sin sentirse afectado personalmente. Por tanto, yo miro y escucho a los contertulios como a seres que pertenecieran a una raza diferente de la m¨ªa, y sospecho que un debate conmigo ser¨ªa un aut¨¦ntico aburrimiento, porque por tratar de que la cosa se zanjara pronto y no sentirme herida ser¨ªa capaz de darle la raz¨®n al oponente m¨¢s cretino.
Los admiro, porque yo jam¨¢s he conseguido mantener una discusi¨®n durante m¨¢s de un cuarto de hora
Esa es la ventaja de tener una columna: no tienes que v¨¦rtelas con nadie. Yo no s¨¦, por ejemplo, c¨®mo llevar¨ªa el que en una de estas tertulias pol¨ªticas uno de los participantes soltara eso de ¡°Europa piensa que todav¨ªa tenemos deberes por hacer¡±. A m¨ª, que he sido como Felipe el de Mafalda y la palabra ¡°deberes¡± me produce urticaria, el escuchar que alguien, con toda naturalidad, habla de deberes como si todos fu¨¦ramos en el mismo barco y viajaran de igual manera los que est¨¢n en camarotes de primera o de segunda que los que se est¨¢n cruzando el oc¨¦ano a nado me irritar¨ªa enormemente. Si escuchara (otro ejemplo) c¨®mo alguien opina, con grandes dosis de paternalismo, que aun comprendiendo que la gente exprese su descontento con los recortes en sus sueldos o con el paro hay que tener presente que si se incide en las protestas callejeras se puede desembocar en una helenizaci¨®n de la vida espa?ola, no podr¨ªa evitar preguntar, ¡°?pero qu¨¦ otra forma tiene entonces esa gente de canalizar su ira?, ?qu¨¦ otra manera se le ofrece de participar en su destino?¡±. Por otra parte, por qu¨¦ sorprende que nos helenicemos, si los trabajadores reciben a diario razones para helenizarse.
Desde mi columna todo lo veo claro, desde la cocina donde tomo el caf¨¦, desde el sof¨¢ donde veo la tele, pero no sabr¨ªa defenderlo de palabra y optar por una opci¨®n ideol¨®gica que me definiera como la contertulia que ha de ocupar el sill¨®n conservador o el progresista. Y no es por falta de principios, es falta de energ¨ªa. Como a Felipe, el de Mafalda, me ocurrir¨ªa que mientras otro contertulio expusiera sus puntos de vista, a m¨ª se me ir¨ªa la cabeza a otra cosa; porque a los que no sabemos debatir nos pasa eso con demasiada frecuencia: utilizamos toda la bater¨ªa para expresar nuestra opini¨®n y luego la dejamos recargando mientras otros hablan. No es falta de inter¨¦s por lo que otros piensan, se trata m¨¢s bien de un d¨¦ficit de pasi¨®n por el debate que nos convierte, y lo sabemos, en perdedores de cualquier discusi¨®n. Eso no quita que no me guste asistir a c¨®mo otros se dejan la vida en ello. Desde la barrera, igual que Felipe. Igualita.
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