El portal
Desde cualquier punto de vista que se contemple el Misterio del portal de Bel¨¦n es complicado que pueda servir de modelo a una familia normal
El portal de Bel¨¦n es realmente un Misterio. La mula es un animal h¨ªbrido est¨¦ril. El buey es un toro castrado. San Jos¨¦ no tuvo nada que ver en el asunto puesto que solo era padre putativo. Hay una madre virgen concebida a distancia por una paloma que es el Esp¨ªritu Santo. Del vientre de esa Virgen naci¨® el Hijo de Dios, mediante un juego entre la segunda y tercera persona de la Trinidad, que en t¨¦rminos jur¨ªdicos terrenales podr¨ªa ser considerado un caso de incesto divino. Desde cualquier punto de vista que se contemple ese Misterio, parece demasiado complicado para que pueda servir de modelo a una familia cristiana normal. Al portal de Bel¨¦n llegaron los Magos siguiendo una estrella, que bien podr¨ªa ser el reflejo del estallido de una supernova, vete t¨² a saber. Dejando de lado que los Magos, seg¨²n el papa Ratzinger, fueran andaluces, antepasados del Cigala, lo que cuenta es que le ofrecieron al Ni?o oro, incienso y mirra. De los tres presentes, sin duda el incienso ser¨ªa usado al instante por Mar¨ªa para contrarrestar el hedor natural del establo. A lo largo de la historia, el humo de esa resina ha servido tambi¨¦n para sobrellevar el olor a choto que genera cualquier reba?o si se encierra en un recinto, aunque sea sagrado. La mirra es una sustancia gomosa extra¨ªda de la corteza de un ¨¢rbol con que se elaboran perfumes y ung¨¹entos. Tal vez le sirvi¨® de suavizante y acondicionador del pelo a la Magdalena. Tiene muchas propiedades medicinales. En la antig¨¹edad se daba a los condenados a muerte, mezclada con vino. Seguramente eso hizo el centuri¨®n con el Nazareno en la cruz. Incienso y mirra pudieron usarse all¨ª mismo en el portal de Bel¨¦n. Solo queda por saber el destino del oro. ?En qu¨¦ fondo se invertir¨ªa? Durante los primeros siglos de cristianismo el oro qued¨® sumergido, pero en cuanto ese movimiento espiritual se convirti¨® en Iglesia, ese metal, como s¨ªmbolo de poder y de riqueza, se peg¨® a ella como la piel a la carne. El r¨ªo de oro comenz¨® a fluir arrastrando c¨¢lices, copones, patenas, custodias, anillos, b¨¢culos, ornamentos, mitras, crucifijos, medallas, peanas y retablos, hasta el punto de que es imposible pensar en la Iglesia cat¨®lica sin imaginarla cubierta de oro, lo m¨¢s alejada posible de aquel portal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.