P¨¦trea determinaci¨®n
La Constituci¨®n no es p¨¦trea, y eso es bueno, pero la voluntad de los nacionalistas s¨ª lo es
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el anterior president de la Generalitat catalana, Jos¨¦ Montilla, coincidieron hace unos d¨ªas en el Senado en una importante idea, la de que la Constituci¨®n no es p¨¦trea, o sea, que se puede cambiar. El asunto sal¨ªa a flote ¡ªc¨®mo no¡ª a cuenta de los planes soberanistas del aprendiz de brujo Artur Mas, que ya tienen hasta fecha.
Rajoy hac¨ªa una pregunta ret¨®rica: ¡°?Qu¨¦ es una Espa?a federal?¡±. La lanzaba en realidad al aire porque sab¨ªa que no ten¨ªa respuesta, porque tampoco nos la han dado a los dem¨¢s quienes la defienden, que son los socialistas y poco m¨¢s. Y no tienen mucho tiempo para hacerlo, porque los ritmos que se ha marcado la oportunista coalici¨®n de convergentes y Esquerra Republicana son r¨¢pidos. Quieren hacer una consulta a los catalanes en 2014.
La novedad de esta propuesta es solo novedad en nuestro tiempo inmediato, porque ya estuvo en la bronca pol¨ªtica en los a?os veinte y treinta del siglo pasado, cuando hombres tan respetables como el m¨¦dico August Pi i Sunyer reclamaban el derecho a decidir apoy¨¢ndose en una desastrosa concepci¨®n del presidente norteamericano Woodrow Wilson pensada para resolver problemas de fronteras (sobre todo ¨¦tnicas) en Europa y, despu¨¦s, problemas de independencia de los pa¨ªses coloniales. Se llam¨® derecho de autodeterminaci¨®n.
En esa filosof¨ªa heredada de las negociaciones para resolver los problemas de la gran guerra es en la que se apoya el discurso de ERC. Desde este partido independentista se carga sobre la estrategia internacional una gran parte de la fuerza necesaria para salir airosos. Porque en ERC saben que por la v¨ªa legal actual, que incluir¨ªa una votaci¨®n de todos los ciudadanos espa?oles, los objetivos ser¨ªan pr¨¢cticamente imposibles, al menos a medio plazo. Esa estrategia de ERC es, por tanto, de busca de apoyos internacionales bien fundamentada por la existencia de conflictos (no violentos) hasta conseguir, por hartazgo, que se ponga en marcha la consulta. Mientras tanto, el trabajo pol¨ªtico e ideol¨®gico en la sociedad catalana tiene que conducir a obtener una gran mayor¨ªa social que har¨ªa insostenible el no de Espa?a a las ansias de independencia de una parte de Catalu?a.
Es cierto que el camino ya ha sido comenzado con un cierto ¨¦xito, por mucho que pueda fracasar ahora. No sabemos si hay mayor¨ªa en Catalu?a para una propuesta de independencia. Pero s¨ª sabemos (basta con darse un peque?o paseo por all¨ª) que hay una sensibilidad a flor de piel en la calle y que muchos de los paseantes m¨¢s inocentes se creen eso de que ¡°Espa?a nos roba¡± a pies juntillas. Se lo creen de veras. No los grandes empresarios, no todos los habitantes del cintur¨®n industrial. Se lo creen las clases medias, y se lo creen gran parte de las ¨¦lites ilustradas. En la Universidad, desde hace muchos a?os, las tesis soberanistas son hegem¨®nicas.
Al discurso de la rapi?a espa?ola se suma el sentimental. En palabras de Pi i Sunyer en 1930, ¡°los catalanes amamos (a nuestra lengua) igual que amamos a nuestra madre y al campanario de nuestra aldea¡±. El ministro Wert se ha encargado de actualizar ese discurso, ya preparado por la dejadez de unas d¨¦cadas en las que los partidos espa?oles hicieron o¨ªdos sordos al ruido que anunciaba el paso del castellano a segunda lengua. Ante este panorama es muy peligroso volver a esquivar el problema. Porque no hay un discurso de la misma potencia con el que enfrentar al triunfante del soberanismo.
El discurso antag¨®nico tiene que surgir de la propia Catalu?a, por mucho que a todos nos competa. Del PP, de Ciutadans y, sobre todo, del PSC. Sobre todo, porque es una fuerza con capacidad (que hay que volver a demostrar) de montar mayor¨ªas que incluyan a esas clases medias urbanas que ahora le han dado la espalda. Un nuevo discurso que ya no se puede parecer al de todos estos a?os. La defecci¨®n de Ernest Maragall y compa?¨ªa, anunci¨¢ndose de una forma sucia en plena campa?a electoral como partido socialista ¡°genuinamente¡± catal¨¢n, ha roto los equilibrios de anta?o que hac¨ªan del PSC una fuerza comandada por nacionalistas y votada por espa?oles. ?Federalismo? Nos lo tienen que explicar ya. Con un discurso claro que incluya las cuentas bien hechas y el sentimentalismo en sus dosis. Como dec¨ªa alguien tan sobrio y exacto como Francesc de Carreras, alguna consulta habr¨¢ que hacer llegados al punto en que estamos. Para saber todos de qu¨¦ hablamos cuando se pronuncia esa frase del ¡°derecho a decidir¡±.
Porque la Constituci¨®n no es p¨¦trea, y eso es bueno, pero la voluntad de los nacionalistas s¨ª lo es. No van a parar.
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