Los retos de Se¨²l
La democratizaci¨®n econ¨®mica es el principal desaf¨ªo de la primera presidenta surcoreana
La reciente elecci¨®n de Park Geun-hye como primera presidenta de Corea del Sur resultar¨¢ beneficiosa para su pa¨ªs si la dirigente conservadora asume sus promesas de democratizaci¨®n econ¨®mica y de impulso de una sociedad m¨¢s igualitaria. Pero para conseguirlo resulta imprescindible acotar el poder y las pr¨¢cticas del pu?ado de gigantescos conglomerados industriales familiares, los chaebol, que generan la mitad del PIB surcoreano.
Los chaebol ¡ªalgunos de los fabricantes de productos de consumo m¨¢s conocidos del mundo¡ª asfixian a las peque?as y medianas empresas y eliminan con ello miles de puestos de trabajo y toda posible competencia; fuera de su ¨¢mbito existe b¨¢sicamente un empleo precario en el sector de los servicios. Esta semana, la presidenta electa, que asumir¨¢ el cargo en febrero, ha advertido a los todopoderosos jefes de esas corporaciones manufactureras, verdadera dinamo del espectacular crecimiento del pa¨ªs, que es hora de pensar en una reforma del modelo que permita una estructura m¨¢s abierta para la cuarta econom¨ªa de Asia.
La victoria de Park Geun-hye, 60 a?os, representa un hito en una zona del mundo, el noreste de Asia, donde las mujeres tienen escaso poder. Y tiene mayor relevancia, pese a lo ajustada, por cuanto muchos surcoreanos todav¨ªa ven en la futura jefa del Estado un recordatorio del siniestro pasado encarnado por su padre, el dictador Park Chung-hee, general golpista llegado a la presidencia en 1961, liquidador de toda libertad y asesinado en 1979. Fue precisamente Chung-hee el art¨ªfice del surgimiento de los chaebol en los a?os sesenta y setenta.
Nada cambiar¨¢ con la nueva presidenta en la privilegiada alianza entre Se¨²l y Washington (Obama se ha apresurado a record¨¢rselo), pero quiz¨¢ algo se mueva a prop¨®sito del gran contencioso exterior surcoreano, la agresiva dictadura militarista del norte. La elecci¨®n de Park podr¨ªa aportar flexibilidad a las relaciones con Pyongyang ¡ªtras el fracaso de la l¨ªnea dura de su predecesor¡ª, en el improbable caso de que el provocador r¨¦gimen estalinista avance hacia su desnuclearizaci¨®n. Parecida falta de holgura tiene en principio el trato con Jap¨®n, viciado por la disputa sobre unos islotes y, sobre todo, por las amargas memorias surcoreanas de la guerra. La reciente elecci¨®n del nacionalista Shinzo Abe como jefe del Gobierno nip¨®n no augura su mejor¨ªa.
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