Tahrir contra Tahrir
La nueva Constituci¨®n ha nacido con un d¨¦ficit pol¨ªtico preocupante
Los egipcios han vuelto a las urnas recientemente. En menos de dos a?os revolucionarios ha sido la quinta vez que lo han hecho. Y como en las anteriores ocasiones, la pol¨¦mica ha ensombrecido la trascendencia de la cita. Lo cual tampoco es del todo negativo, en la medida en que refleja la pasi¨®n pol¨ªtica de una sociedad a la que durante cuarenta a?os se le ha escamoteado el ejercicio de la pol¨ªtica. En esta ocasi¨®n, en la que se votaba la nueva Constituci¨®n, la discordia avanz¨® a la par que los trabajos de la Asamblea Constituyente, y culmin¨® cuando 22 de sus miembros la abandonaron, todos ellos representantes de las fuerzas liberales, naseristas, izquierdistas y de la iglesia copta. El rodillo de la mayor¨ªa islamista ven¨ªa imponi¨¦ndose a la l¨®gica del consenso, y las fuerzas minoritarias optaron por boicotear el procedimiento. Y por volver a Tahrir, a la reivindicaci¨®n en la calle. Cuando se conoci¨® el borrador del texto constitucional, ya hab¨ªa sido repudiado en la plaza que lo hizo posible.
Tal vez sea exagerado aventurar que la Constituci¨®n nace muerta, o que s¨®lo sirve para echarla a la papelera, como ha sentenciado Mohamed El Baradei, el l¨ªder opositor preferido por Occidente, pero s¨ª parece que, para comenzar a rodar, arrastra un d¨¦ficit pol¨ªtico preocupante. Porque al cuestionarse el procedimiento constituyente, se ha desvirtuado pol¨ªticamente el resultado, por m¨¢s que la formulaci¨®n textual pueda ser v¨¢lida adem¨¢s de leg¨ªtima. Son muchos los analistas que opinan que el texto final no es peor que el que habr¨ªa resultado de un proceso inclusivo, pero que, como siempre en pol¨ªtica, el fin no justifica los medios. Esto es lo que viene olvidando el presidente Mohamed Morsi con frecuencia. O tal vez sea signo de los tiempos, globales. En cualquier caso, el refer¨¦ndum constitucional, que deber¨ªa haber servido para cohesionar a los egipcios en torno a un proyecto de futuro, ha servido justo para lo contrario.
La oposici¨®n consigui¨® situar al presidente? Morsi en el centro del repudio popular
La incertidumbre sobre el futuro de la revoluci¨®n pesa en el ¨¢nimo de todos los ciudadanos. Sin embargo, los acontecimientos de las semanas previas al refer¨¦ndum permiten vislumbrar algunas claves de la acci¨®n pol¨ªtica presidencial. Un punto de inflexi¨®n fue la declaraci¨®n de Morsi del 22 de noviembre, cuando hizo p¨²blico el decreto que blindaba sus decisiones por encima de cualquier otra instancia estatal, incluido el Tribunal Constitucional. Tildado por la oposici¨®n de golpe de Estado de los Hermanos Musulmanes, evidenci¨® la voluntad del presidente de reformar sin cortapisas los principales soportes institucionales del viejo r¨¦gimen (parte de la judicatura y del Ej¨¦rcito, sobre todo) ante el periodo que se abre con la nueva Constituci¨®n. El c¨ªrculo presidencial hab¨ªa hecho sus c¨¢lculos y contaba, es de suponer, con los r¨¦ditos de la mediaci¨®n egipcia en la reci¨¦n cerrada crisis de Gaza, esto es, con la inhibici¨®n de Estados Unidos en cuestiones de pol¨ªtica interna, toda vez que hab¨ªa quedado claro que nada cambiar¨ªa en lo referente a Israel. Ni en la hist¨®rica tendencia neoliberal de los Hermanos Musulmanes, cuya mayor baza econ¨®mica est¨¢ siendo negociar otro cr¨¦dito de 4.800 millones de d¨®lares del FMI. Pero si el presidente sopes¨® bien sus apoyos internacionales, no calibr¨® la respuesta interior en igual medida. La calle volvi¨® a encenderse como no lo hab¨ªa hecho desde el triunfo de la revoluci¨®n, en febrero de 2011. La oposici¨®n, unida sin precedentes en el Frente de Salvaci¨®n Nacional, consigui¨® situar al presidente en el centro del repudio popular, y Morsi tuvo que escuchar, asediado en el palacio presidencial, las mismas consignas revolucionarias que en su d¨ªa acabaron con Mubarak: ¡°El pueblo quiere la ca¨ªda del r¨¦gimen¡±.
En este clima, poco calm¨® los ¨¢nimos la retractaci¨®n parcial del presidente el 8 de diciembre. Entremedias, se hab¨ªa hecho p¨²blico el borrador constitucional y la intenci¨®n de mantener la fecha de su ratificaci¨®n en refer¨¦ndum. Con ello las protestas por la deriva autoritarista de Morsi se confundieron en la pr¨¢ctica con el levantamiento de los que rechazaban el borrador constitucional y exig¨ªan la paralizaci¨®n de todo el proceso. Sin embargo, como ha insistido Amr Musa, destacado l¨ªder opositor, en ning¨²n caso debe confundirse el rechazo a la nueva Constituci¨®n con el cuestionamiento de la presidencia de la Rep¨²blica. La ambig¨¹edad en este punto puede costarle cara a la oposici¨®n y, por extensi¨®n, al pueblo egipcio y su sue?o revolucionario. Porque por m¨¢s claroscuros que tenga la Carta Magna, el presidente fue elegido democr¨¢ticamente y es su gesti¨®n y no su legitimidad lo que debe ser cuestionado.
El ciudadano egipcio quiere participar en el juego pol¨ªtico en igualdad de condiciones
La r¨¢pida marcha atr¨¢s de Morsi refleja cierta flexibilidad ante la presi¨®n popular, lo cual, en general, no ha sido sopesado en t¨¦rminos de pr¨¢ctica pol¨ªtica. Pero adem¨¢s, en clave interna de la Hermandad Musulmana es un indicio de las diferencias que hay en su seno, como ha evidenciado la dimisi¨®n del vicepresidente Mahmud Mekki coincidiendo con el final del refer¨¦ndum. Si el presidente no es sordo a Tahrir y si entre los Hermanos Musulmanes y el partido del Gobierno, Libertad y Justicia, existen tensiones, la oposici¨®n, en exceso segmentada, minoritaria y elitista, tiene un margen de maniobra impensado que deber¨ªa aprovechar para empoderarse.
La nueva Constituci¨®n egipcia, como toda Carta Magna, no soluciona los problemas colectivos, sino que crea un marco jur¨ªdico para resolverlos leg¨ªtimamente a trav¨¦s de la pol¨ªtica. Consagra la igualdad de todos los ciudadanos con independencia de su religi¨®n, sexo o etnia. Leerla en clave islamista o contrasecularista no deja de ser una herencia interpretativa de la batalla por la modernidad de la ¨¦poca colonial, cuando la mayor¨ªa se hac¨ªa garante de la protecci¨®n de los derechos de las minor¨ªas. En la revoluci¨®n de Tahrir, el ciudadano egipcio rechaz¨® viejos paternalismos y demand¨® una democracia que no consistiera en permitir, sino en compartir derechos y participar en el juego pol¨ªtico en igualdad de condiciones. Ha pasado muy poco tiempo desde entonces y, a veces, las comparaciones hist¨®ricas no son odiosamente euroc¨¦ntricas: en Espa?a, la transici¨®n a la democracia hubo de pasar por un intento de golpe de Estado seis a?os despu¨¦s de muerto el dictador... En Egipto, en dos a?os, se ha juzgado a Mubarak, se ha elegido un Parlamento y un presidente, se ha redactado una Constituci¨®n y la revoluci¨®n sigue en la calle. T¨®meseme a bien, pero en Espa?a el segundo a?o de la Transici¨®n fue el de la matanza de Atocha.
Luz G¨®mez Garc¨ªa es profesora de Estudios ?rabes e Isl¨¢micos de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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