Catalu?a-Espa?a: el di¨¢logo necesario
Entre el oportunismo y el enfrentamiento hay otros caminos para el acuerdo
El a?o 2012 ha sido en Catalu?a de extremado sufrimiento debido a la pol¨ªtica de recortes y la manifiesta insensibilidad social del Gobierno conservador de la Generalitat, pero tambi¨¦n ha sido altamente ilusionante en el ¨¢mbito nacionalitario. Son dos caras de la realidad y aunque la segunda sirva a algunos para enmascarar recortes y privatizaciones ¡ªconsideradas panaceas de eficiencia y rentabilidad, sin atreverse a abordar la inaplazable reforma de unas Administraciones y estructuras pol¨ªticas sobredimensionadas¡ª no dejan de ser variables independientes. Los acontecimientos del ¨²ltimo cuatrimestre del a?o ¡ªla manifestaci¨®n del 11 de septiembre, y la reivindicaci¨®n del susodicho ¡°derecho de decidir¡± (autodeterminaci¨®n)¡ª, han venido a poner la ¡°cuesti¨®n catalana¡± ¡ªpara algunos, de nuevo, ¡°el problema catal¨¢n¡±¡ª en el primer plano de la actualidad.
Resulta ilusionante para una parte importante de la poblaci¨®n catalana porque al demandar la revisi¨®n de la contribuci¨®n fiscal al Estado y el tipo de solidaridad interregional existente, al cuestionar el marco auton¨®mico y al exigir rediscutir el encaje de Catalu?a en el Estado, o la independencia, expresa aquella un deseo que cree leg¨ªtimo y al tiempo se ilusiona con ello. Estamos pues en un terreno emocional, de sentimientos. Ampliamente compartidos.
Por supuesto, que los independentistas sean ahora la punta de lanza de las reivindicaciones catalanistas no significa, como bien se ha visto en las pasadas elecciones, que toda la poblaci¨®n comparta su objetivo final. Existe una pluralidad notable y un alto grado de coincidencia en la insatisfacci¨®n y en la voluntad de superar el marco auton¨®mico actual. Todo esto molesta e irrita a muchos, fuera de Catalu?a y tambi¨¦n (a muchos menos) dentro de ella. Pero lo relevante es que las demandas catalanas est¨¢n encontrando o¨ªdos sordos en Madrid. El ins¨®lito ¡°ara no toca¡± pujoliano ¡ªel que utilizaba el president para evitar preguntas molestas durante sus mandatos¡ª se ha trocado en la cara de (impostada) perplejidad y apelaci¨®n al ¡°sentido com¨²n¡± del presidente Rajoy. Pero, guste o no guste, la cuesti¨®n est¨¢ abierta y no se puede obviar. Y el di¨¢logo es la ¨²nica v¨ªa. Por las dos partes: por la de quien est¨¢ ahora al frente de la reivindicaci¨®n en Catalu?a y por la del Gobierno central. Desde la ley Wert hasta la autorizaci¨®n de un refer¨¦ndum (perfectamente constitucional como nos recordaba recientemente el profesor Rubio Llorente), pasando por la revisi¨®n de la contribuci¨®n fiscal o la necesaria reforma de la Constituci¨®n de 1978, todas estas cuestiones tienen soluci¨®n si existe voluntad pol¨ªtica por ambas partes.
Los presagios no pueden ser en estos primeros d¨ªas de 2012 m¨¢s negros
Por el contrario, si la v¨ªa es el encastillamiento, el mesianismo en el que m¨¢s de uno (ins¨®litamente) ha ca¨ªdo o la cerraz¨®n auspiciada en un determinado concepto esencialista de Espa?a, insostenible hoy d¨ªa ¡ªo de Catalu?a, como cuando se sit¨²a su voluntad de ser por encima de las decisiones de sus ciudadanos, en la m¨¢s vieja tradici¨®n del catalanismo (no precisamente democr¨¢tico) conservador¡ª, el enfrentamiento est¨¢ servido. Tampoco parece que la idea, lanzada recientemente, del refer¨¦ndum en todo el Estado para pronunciarse sobre el futuro de Catalu?a allane el camino de las soluciones, sino m¨¢s bien todo lo contrario. ?Alguien se imagina el futuro de Escocia en manos de los ingleses, galeses o irlandeses del norte, que quintuplican en n¨²mero a los escoceses? O el de los quebequenses en manos del conjunto de los canadienses? Pero lo verdaderamente importante, insistamos, es que todo est¨¢ abierto a¨²n. Y tambi¨¦n que la negociaci¨®n tiene, de abordarse seriamente, mucho camino por recorrer.
No obstante, los presagios no pueden ser en estos primeros d¨ªas de 2013 m¨¢s negros. Existe el precedente del juego sucio en la pasada campa?a electoral ¡ªins¨®lito e impune por ahora, al menos por la v¨ªa disciplinaria administrativa¡ª de un ministro que se obstina por mirar hacia otra parte y que, de persistir, ser¨¢ siempre recordado por ello. Coherentemente, no hay signos de voluntad de b¨²squeda de soluciones desde el Partido Popular. E incluso a su voluntariosa representante en Catalu?a algunos de los suyos le ponen palos en las ruedas. Tampoco se ven a¨²n alternativas desde un PSOE que comienza a hablar de federalismo, pero no lo define ni lo explica y en el que m¨¢s que un trabajo febril de colaboraci¨®n con el PSC, y viceversa, articulando propuestas y alternativas, lo que aparece y se manifiesta es el desacuerdo interno y, parad¨®jicamente, el acuerdo de m¨ªnimos con el PP: ¡°No a la independencia¡±. No debe ser extra?o a todo ello la dif¨ªcil situaci¨®n por la que pasa el partido tras su derrota en las generales de 2011, los recelos que las demandas catalanas generan en otras autonom¨ªas y sus barones o, simplemente, el antinacionalismo catal¨¢n (y vasco) de algunos de sus notables m¨¢s medi¨¢ticos y de otros que no lo son tanto. Pero nada de ello justifica su lenta capacidad de reacci¨®n al ¨®rdago lanzado desde Catalu?a, ni, peor, su falta de previsi¨®n¡ por lo que supone, en este caso para el PSC, de desconexi¨®n con la realidad sobre la que act¨²a. Desconexi¨®n que, por supuesto, le ha pasado factura.
Nada justifica la lenta capacidad de reacci¨®n del PSC al ¨®rdago de Catalu?a
Parece que no podemos esperar en los pr¨®ximos tiempos ofertas de signo integrador, revisiones profundas de legislaciones ni cambios constitucionales por parte del Gobierno de Madrid. S¨ª, en cambio, la defensa a todo trance de la Constituci¨®n sacralizada. Por otra parte, las alternativas de tipo federalista que se construyan deber¨¢n tener en cuenta las especificidades nacionalistas. Tal vez la recreaci¨®n de un nuevo Estado espa?ol asim¨¦trico, que reconozca y ampare las realidades espec¨ªficas catalana y vasca, dot¨¢ndolas de un estatus propio y diferenciado del resto, sea susceptible de concitar apoyos considerables dentro de Catalu?a y ser alternativa a la independencia.
En todo caso en estos momentos se pueden vislumbrar dos escenarios. En primer lugar la repetici¨®n de lo ya visto, es decir, que un Gobierno central debilitado en sus apoyos electorales por su pol¨ªtica conservadora y antisocial se vea precisado a buscar en el futuro el apoyo de los conservadores catalanes para mantenerse en el poder y haga concesiones en los temas que ahora se le demandan. El segundo, el enfrentamiento institucional y la aplicaci¨®n por parte del Gobierno de Madrid de medidas de fuerza como el (repentinamente famoso) art¨ªculo 155. Entre el oportunismo y el enfrentamiento, deber¨ªa haber otros caminos. Aqu¨ª y all¨¢. Buscando el acuerdo a partir del respeto mutuo. Veremos.
Joan Maria Thom¨¤s es profesor de la Universidad Rovira i Virgili.
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