No hacer la vista gorda ante los delitos por odio
No son obra solo de los extremistas y afectan al conjunto de la sociedad
Hay quien piensa que los delitos por odio (motivados por prejuicios) ya no representan un problema en Europa. Para otros, en cualquier caso, no es un problema serio, puesto que solo afecta a grupos marginales. Craso error. No deben de haber o¨ªdo hablar del roman¨ª al que amenazaron con un hacha delante de su hija de dos a?os, ni del jud¨ªo al que le dispararon con una escopeta cuando sal¨ªa de su clase de la Tor¨¢. Estas cosas est¨¢n pasando hoy d¨ªa en Europa. Los delitos por odio son una realidad, y es necesario saber reconocerlos y enfrentarse a ellos con decisi¨®n.
Se necesita mucha m¨¢s voluntad pol¨ªtica para luchar contra este fen¨®meno de forma perdurable y efectiva. Los Gobiernos deben reconocer la existencia de este tipo de delitos, y dejar bien claro que la tolerancia ser¨¢ cero. Porque estos delitos no solo perjudican a personas concretas, sino que menoscaban la seguridad de colectivos enteros y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, de la sociedad en su conjunto. Los l¨ªderes europeos deben adoptar medidas concretas para luchar contra los prejuicios y la discriminaci¨®n y dar visibilidad a los delitos por odio, dejando constancia con mayor eficacia y llamando la atenci¨®n de los ciudadanos sobre su existencia. Sus autores deben pagar con condenas que subrayen la gravedad de los hechos.
Varios factores externos pueden exacerbar la incidencia y gravedad de los ataques. Un buen ejemplo es la crisis econ¨®mica actual: en los pa¨ªses en los que se ha dejado sentir con mayor virulencia, parece haberse producido una escalada alarmante de los delitos motivados por prejuicios contra los inmigrantes y otros grupos. Y la historia nos recuerda con amargas ense?anzas las consecuencias de no extremar la vigilancia ante tales delitos: en la memoria colectiva de Europa est¨¢ a¨²n muy fresca la b¨²squeda de chivos expiatorios que en los a?os treinta precedi¨® y acompa?¨® al ascenso de los extremismos.
El trabajo de organismos de derechos humanos como el nuestro consiste en buena parte en hacer visible este problema de los delitos por odio y las dificultades que entra?a luchar contra el fen¨®meno. Nuestras organizaciones identifican sistem¨¢ticamente las lagunas existentes en las t¨¦cnicas nacionales de recogida de datos, que muchas veces obstaculizan los intentos de las v¨ªctimas de obtener reparaci¨®n. A ello hay que sumar que algunas deficiencias en la legislaci¨®n hacen que con frecuencia no se reconozcan en los juzgados las ideas y los prejuicios que est¨¢n en el origen de los delitos por odio.
Otras v¨ªctimas son reticentes a acudir a la justicia porque no conf¨ªan en las fuerzas de seguridad o en el sistema penal. Fallos en la forma en que se registran este tipo de delitos o en que la polic¨ªa los investiga interponen nuevos obst¨¢culos. Entre algunos grupos minoritarios, hasta el 90% de las v¨ªctimas no denuncian los delitos a la polic¨ªa: una cifra que deber¨ªa dar qu¨¦ pensar a los Gobiernos de toda la Uni¨®n Europea.
Muchas veces, los delitos van de la mano de la indiferencia de los pol¨ªticos y refuerzan el sentido de exclusi¨®n de la sociedad de las v¨ªctimas
Los delitos por odio (motivados por racismo, xenofobia, islamofobia o antisemitismo, o por ideas sobre la discapacidad o la orientaci¨®n sexual) golpean el coraz¨®n de nuestras sociedades, diversas y democr¨¢ticas. Durante los ¨²ltimos a?os hemos presenciado continuas y repetidas vulneraciones de los derechos humanos en forma de violencia verbal y f¨ªsica, e incluso asesinatos, motivadas por prejuicios.
No se trata de un delito como cualquier otro. Los delitos por odio potencian y refuerzan las l¨ªneas divisorias de la sociedad. Muchas veces, los delitos van de la mano de la indiferencia de los pol¨ªticos y refuerzan el sentido de exclusi¨®n de la sociedad de las v¨ªctimas. Adem¨¢s del da?o f¨ªsico, los delitos por odio dejan una estela imborrable de impacto emocional en las v¨ªctimas y en sus familias, que a menudo experimentan un dram¨¢tico sentimiento de humillaci¨®n e impotencia.
Los autores de estos delitos env¨ªan un mensaje inequ¨ªvoco: algunos de nosotros somos menos seres humanos y menos ciudadanos, y se nos puede hacer da?o impunemente. Sus acciones constituyen, por tanto, graves afrentas al derecho fundamental de la dignidad humana y la igualdad de trato. Y estos delitos no los cometen solo extremistas pol¨ªticos, como muchos piensan: sus autores proceden de todos los ¨¢mbitos de la sociedad. Pese a los progresos realizados para promover la democracia y los derechos humanos, los prejuicios y las tendencias contra personas con un color de piel o una religi¨®n diferentes, o con discapacidades ¡ªpor citar solo algunos¡ª todav¨ªa est¨¢n omnipresentes, y se traducen en violencia contra nuestros conciudadanos.
Si no ponemos m¨¢s de nuestra parte para dejar constancia, investigar y enjuiciar estos delitos, y si no garantizamos que las v¨ªctimas puedan acceder a una reparaci¨®n y compensaci¨®n por su sufrimiento, podr¨ªamos estar poniendo en jaque la cohesi¨®n y la seguridad de la sociedad. Inmersos en la peor crisis econ¨®mica desde la Gran Depresi¨®n, esto es algo que dif¨ªcilmente podemos permitirnos. Trabajemos juntos para combatir los delitos por odio por lo que son: una injusticia cimentada en la ignorancia y los prejuicios que no tiene cabida en la Europa de nuestros d¨ªas.
Morten Kjaerum es director de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Uni¨®n Europea.
Janez Lenarcic, embajador, es director de la Oficina de Instituciones Democr¨¢ticas y Derechos Humanos de la OSCE.
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