Apogeo y decadencia de Occidente
PIEDRA DE TOQUE: Niall Ferguson explica las ventajas de la cultura occidental y las razones de su declive aunque se olvida de un elemento esencial de su fuerza: su esp¨ªritu cr¨ªtico
En su ambicioso libro Civilizaci¨®n: Occidente y el resto, Niall Ferguson expone las razones por las que, a su juicio, la cultura occidental aventaj¨® a todas las otras y durante quinientos a?os tuvo un papel hegem¨®nico en el mundo, contagiando a las dem¨¢s con parte de sus usos, m¨¦todos de producir riqueza, instituciones y costumbres. Y, tambi¨¦n, por qu¨¦ ha ido luego perdiendo br¨ªo y liderazgo de manera paulatina al punto de que no se puede descartar que en un futuro previsible sea desplazada por la pujante Asia de nuestros d¨ªas encabezada por China.
Seis son, seg¨²n el profesor de Harvard, las razones que instauraron aquel predominio: la competencia que atiz¨® la fragmentaci¨®n de Europa en tantos pa¨ªses independientes; la revoluci¨®n cient¨ªfica, pues todos los grandes logros en matem¨¢ticas, astronom¨ªa, f¨ªsica, qu¨ªmica y biolog¨ªa a partir del siglo XVII fueron europeos; el imperio de la ley y el gobierno representativo basado en el derecho de propiedad surgido en el mundo anglosaj¨®n; la medicina moderna y su prodigioso avance en Europa y Estados Unidos; la sociedad de consumo y la irresistible demanda de bienes que aceler¨® de manera vertiginosa el desarrollo industrial, y, sobre todo, la ¨¦tica del trabajo que, tal como lo describi¨® Max Weber, dio al capitalismo en el ¨¢mbito protestante unas normas severas, estables y eficientes que combinaban el tes¨®n, la disciplina y la austeridad con el ahorro, la pr¨¢ctica religiosa y el ejercicio de la libertad.
El libro es erudito y a la vez ameno, aunque no excesivamente imparcial, pues privilegia los aportes anglosajones y, por ejemplo, ningunea los franceses, y acaso sobrevalora los efectos positivos de la reforma protestante sobre los cat¨®licos y los laicos en el progreso econ¨®mico y c¨ªvico del Occidente. Pero tiene muchos aspectos originales, como su tesis seg¨²n la cual la difusi¨®n de la forma de vestir occidental por todo el mundo fue inseparable de la expansi¨®n de un modo de vida y de unos valores y modas que han ido homogenizando al planeta y propulsando la globalizaci¨®n. Por eso, con argumentos muy convincentes Niall Ferguson sostiene que la promoci¨®n del pa?uelo y el velo isl¨¢micos no es una moda m¨¢s, sino forma parte de una agenda cuyo objetivo ¨²ltimo es limitar los derechos de la mujer y conquistar una cabecera de playa para la instauraci¨®n de la shar¨ªa . As¨ª ocurri¨® en Ir¨¢n tras la Revoluci¨®n de 1979 cuando los ayatol¨¢s emprendieron la campa?a indumentaria contra lo que llamaban la ¡°occidentoxicaci¨®n¡± y as¨ª comienza a ocurrir ahora en Turqu¨ªa, aunque de manera m¨¢s lenta y solapada.
Esta civilizaci¨®n tiene un legado siniestro que tambi¨¦n constituye parte de ella
Ferguson defiende la civilizaci¨®n occidental sin complejos ni reticencias pero es muy consciente del legado siniestro que tambi¨¦n constituye parte de ella ¡ªla Inquisici¨®n, el nazismo, el fascismo, el comunismo y el antisemitismo, por ejemplo¡ª, pero algunas de sus convicciones son dif¨ªciles de compartir. Entre ellas la de que el imperialismo y el colonialismo, haciendo las sumas y las restas, y sin atenuar para nada las matanzas, saqueos, atropellos y destrucci¨®n de pueblos primitivos que causaron, fueron m¨¢s positivos que negativos pues hicieron retroceder la superstici¨®n, pr¨¢cticas y creencias b¨¢rbaras e impulsaron procesos de modernizaci¨®n. Tal vez esto valga para algunas regiones espec¨ªficas y ciertos tipos de colonizaci¨®n, como los que experiment¨® la India, pero dif¨ªcilmente ser¨ªa v¨¢lido en el caso de otros pa¨ªses, digamos del Congo, cuya anarqu¨ªa y disgregaci¨®n cr¨®nicas derivan en gran parte de la ferocidad de la explotaci¨®n y del genocidio de sus comunidades que impuso el colonialismo belga.
El libro dedica muchas p¨¢ginas a describir la fascinante transformaci¨®n de la China colectivista y mao¨ªsta del Gran Salto Adelante y la Revoluci¨®n Cultural de Mao Tse-tung a la que impuls¨® Deng Xiaoping, la de un capitalismo a marchas forzadas, abriendo mercados, estimulando las inversiones extranjeras y la competencia industrial, permitiendo el crecimiento de un sector econ¨®mico no p¨²blico y de la propiedad privada, pero conservando el autoritarismo pol¨ªtico. Al igual que la Inglaterra de la Revoluci¨®n Industrial que estudi¨® Max Weber, el profesor Ferguson destaca el poco conocido papel que ha desempe?ado tambi¨¦n en China, a la vez que su econom¨ªa se disparaba y bat¨ªa todos los r¨¦cords hist¨®ricos de progreso estad¨ªstico, el desarrollo del cristianismo, en especial el de las iglesias protestantes. Las cifras que muestra en el caso concreto de la ciudad de Wenzhou, provincia de Zhejiang, la m¨¢s emprendedora de China, son impresionantes. Hace treinta a?os hab¨ªa una treintena de iglesias protestantes y ahora hay 1.339 aprobadas por el gobierno (y muchas otras no reconocidas). Llamada ¡°la Jerusal¨¦n china¡±, en Wenzhou buen n¨²mero de empresarios emergentes asumen abiertamente su condici¨®n de cristianos reformados y la asocian estrechamente a su trabajo. La entrevista que celebra Ferguson con uno de estos pr¨®speros ¡°jefes cristianos¡± de Wenzhou, llamado Hanping Zhang, uno de los mayores fabricantes de bol¨ªgrafos y estilogr¨¢ficas del mundo, es sumamente instructiva.
Aunque no lo dice expl¨ªcitamente, todo el contenido de Civilizaci¨®n: Occidente y el resto deja entrever la idea de que el formidable progreso econ¨®mico de China ir¨¢ abriendo el camino a la democracia pol¨ªtica, pues, sin la diversidad, la libre investigaci¨®n cient¨ªfica y t¨¦cnica y la permanente renovaci¨®n de cuadros y equipos que ella estimula, su crecimiento se estancar¨ªa y, como ha ocurrido con todos los grandes imperios no occidentales del pasado ¡ªFerguson ofrece una apasionante s¨ªntesis de esa constante hist¨®rica¡ª, se desplomar¨ªa. Si eso ocurre, el liderazgo que la civilizaci¨®n occidental ha tenido por cinco siglos habr¨¢ terminado y en lo sucesivo ser¨¢n China y un pu?ado de pa¨ªses asi¨¢ticos quienes asumir¨¢n el papel de naves insignias de la marcha del mundo del futuro.
Las cr¨ªticas de Niall Ferguson al mundo occidental de nuestros d¨ªas son muy v¨¢lidas. El capitalismo se ha corrompido por la codicia desenfrenada de los banqueros y las ¨¦lites econ¨®micas, cuya voracidad, como demuestra la crisis financiera actual, los ha llevado incluso a operaciones suicidas, que atentaban contra los fundamentos mismos del sistema. Y el hedonismo, hoy d¨ªa valor incontestado, ha pasado a ser la ¨²nica religi¨®n respetada y practicada, pues las otras, sobre todo el cristianismo tanto en su variante cat¨®lica como protestante, se encoge en toda Europa como una piel de zapa y cada vez ejerce menos influencia en la vida p¨²blica de sus naciones. Por eso la corrupci¨®n cunde como un azogue y se infiltra en todas sus instituciones. El apoliticismo, la frivolidad, el cinismo, reinan por doquier en un mundo en el que la vida espiritual y los valores ¨¦ticos conciernen s¨®lo a minor¨ªas insignificantes.
El hedonismo, hoy valor incontestado, ha pasado a ser la ¨²nica religi¨®n respetada y practicada
Todo esto tal vez sea cierto, pero en el libro de Niall Ferguson hay una ausencia que, me parece, contrarrestar¨ªa mucho su elegante pesimismo. Me refiero al esp¨ªritu cr¨ªtico, que, en mi opini¨®n, es el rasgo distintivo principal de la cultura occidental, la ¨²nica que, a lo largo de su historia, ha tenido en su seno acaso tantos detractores e impugnadores como valedores, y entre aquellos, a buen n¨²mero de sus pensadores y artistas m¨¢s l¨²cidos y creativos. Gracias a esta capacidad de despellejarse a s¨ª misma de manera continua e implacable, la cultura occidental ha sido capaz de renovarse sin tregua, de corregirse a s¨ª misma cada vez que los errores y taras crecidos en su seno amenazaban con hundirla. A diferencia de los persas, los otomanos, los chinos, que, como muestra Ferguson, pese a haber alcanzado alt¨ªsimas cuotas de progreso y poder¨ªo, entraron en decadencia irremediable por su ensimismamiento e impermeabilidad a la cr¨ªtica, Occidente ¡ªmejor dicho, los espacios de libertad que su cultura permit¨ªa¡ª tuvo siempre, en sus fil¨®sofos, en sus poetas, en sus cient¨ªficos y, desde luego, en sus pol¨ªticos, a feroces impugnadores de sus leyes y de sus instituciones, de sus creencias y de sus modas. Y esta contradicci¨®n permanente, en vez de debilitarla, ha sido el arma secreta que le permit¨ªa ganar batallas que parec¨ªan ya perdidas.
?Ha desaparecido el esp¨ªritu cr¨ªtico en la fr¨ªvola y desbaratada cultura occidental de nuestros d¨ªas? Yo termin¨¦ de leer el libro de Niall Ferguson el mismo d¨ªa que fui al cine, aqu¨ª en New York, a ver la pel¨ªcula Zero Dark Thirty, de Kathryn Bigelow, extraordinaria obra maestra que narra con minuciosa precisi¨®n y gran talento art¨ªstico la b¨²squeda, localizaci¨®n y ejecuci¨®n de Osama bin Laden por la CIA. Todo est¨¢ all¨ª: las torturas terribles a los terroristas para arrancarles una confesi¨®n; las intrigas, las estupideces y la peque?ez mental de muchos funcionarios del gobierno; y tambi¨¦n, claro, la valent¨ªa y el idealismo con que otros, pese a los obst¨¢culos burocr¨¢ticos, llevaron a cabo esa tarea. Al terminar este film genial y atrozmente autocr¨ªtico, los centenares de neoyorquinos que repletaban la sala se pusieron de pie y aplaudieron a rabiar; a mi lado, hab¨ªa algunos espectadores que lloraban. All¨ª mismo pens¨¦ que Niall Ferguson se equivocaba, que la cultura occidental tiene todav¨ªa fuelle para mucho rato.
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? Mario Vargas Llosa, 2013
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