Despu¨¦s de Libia, Mal¨ª: deber de proteger, acto 2
La intervenci¨®n militar francesa reafirma la antigua teor¨ªa de la guerra justa
La intervenci¨®n francesa en Mal¨ª es una buena cosa al menos por cinco razones:
1. Supone un freno a la instauraci¨®n de un Estado terrorista en el coraz¨®n de ?frica y a las puertas de Europa. La respuesta de los interesados, su disciplina, lo que hemos descubierto sobre la sofisticaci¨®n de su armamento y su capacidad para alcanzar a los aparatos en pleno vuelo acaban de demostrar, por si a¨²n fuera necesario, que, en efecto, nos enfrentamos a un ej¨¦rcito del crimen. Organizado, entrenado, temible.
2. Desbarata el verdadero objetivo b¨¦lico de Ansar Dine m¨¢s all¨¢ de Mal¨ª: reforzar las c¨¦lulas islamistas que operan en Mauritania, al oeste, y en N¨ªger, al este; enlazar, al sur, con los combatientes de Boko Haram, el movimiento islamista demencial que siembra la muerte en Nigeria; y cortar, as¨ª, la subregi¨®n mediante un eje del crimen que, sin la operaci¨®n que nos ocupa, habr¨ªa sido imposible romper.
3. Confirma, en el plano de los principios, ese deber de protecci¨®n que ya estableciera la intervenci¨®n en Libia: una vez es un precedente; dos, jurisprudencia. Y, para los partidarios del deber de injerencia, para los adversarios de un derecho de los pueblos a disponer de s¨ª mismos ¡ªque se confunde alegremente con el derecho de los pudientes a lavarse las manos con respecto a la suerte de los parias de la tierra¡ª, para todos aquellos que piensan que la democracia no tiene m¨¢s fronteras que el terrorismo, es un avance.
4. Reafirma la antigua teor¨ªa de la guerra justa que tambi¨¦n resucit¨® con la guerra de Libia: Fran?ois Hollande solo ha aceptado el uso de la fuerza como ¨²ltimo recurso; lo ha hecho de plena conformidad con la legalidad internacional, tal y como la formul¨® la resoluci¨®n del 12 de diciembre del Consejo de Seguridad; y se ha asegurado de que la operaci¨®n tiene unas probabilidades razonables de ¨¦xito y de que el mal que va a causar ser¨¢ menor que el que va a evitar. Es la teor¨ªa de Grocio. Y la de santo Tom¨¢s. Es una hermosa lecci¨®n de filosof¨ªa pr¨¢ctica.
5. Vuelve a poner de manifiesto el eminente papel de Francia, de nuevo en la primera l¨ªnea de la lucha por la democracia. ?Hollande tras los pasos de Sarkozy? Como si ese fuera el problema. Como si lo que est¨¢ ocurriendo no fuera mil veces m¨¢s importante que tal o cual rivalidad mim¨¦tica. Vista, por ejemplo, desde Estados Unidos, Francia est¨¢ inventando una doctrina estrat¨¦gica y ¨¦tica que les ha ca¨ªdo por la retaguardia a esos dos azotes gemelos que son, por una parte, el neoconservadurismo y, por otra, el soberanismo. Y, aun sin ser excesivamente ¡°patriota¡±, ser¨ªa un error no alegrarse de ello.
La partida est¨¢ lejos de haber sido ganada. Lanzar las campanas al vuelo ser¨ªa un error
Lo cierto es que, en el momento en que escribo estas l¨ªneas ¡ªlunes por la noche¡ª, la partida est¨¢ lejos de haber sido ganada, y lanzar las campanas al vuelo tambi¨¦n ser¨ªa un error.
1. Est¨¢ la amenaza terrorista esgrimida por los talibanes de las arenas contra los franceses, que, en palabras de Omar Ould Hamaha, alias Barbarroja, ¡°han abierto las puertas del infierno¡± y solo podr¨¢n echarse la culpa a s¨ª mismos cuando ardan en ¨¦l. Es la mism¨ªsima ret¨®rica de Al Qaeda; su delirio apocal¨ªptico; pero tambi¨¦n un riesgo real para la poblaci¨®n civil que, como de costumbre, es el blanco de esta gente.
2. Est¨¢ la cuesti¨®n de nuestros rehenes, que, para gran sorpresa de estos chantajistas, no han resultado ser los escudos que ellos cre¨ªan. ?C¨®mo reacciona uno cuando pierde su seguro de vida? ?Se deshace de ¨¦l como de un lastre molesto? ?Se venga? ?Negocia lo que a¨²n sea posible negociar? ?O debemos prepararnos para llorar, alg¨²n d¨ªa, a un Daniel Pearl franc¨¦s? La idea es estremecedora.
3. Est¨¢n, sobre el terreno, las condiciones propias de la guerra en el desierto: a menudo nos dicen que el desierto es la tierra m¨¢s yerma que hay, y que en ella uno est¨¢ m¨¢s al descubierto y es m¨¢s vulnerable que en cualquier otro lugar. Es un error. Es al rev¨¦s. Cualquiera que haya visto ¡ªen Libia, precisamente¡ª a los combatientes mimetizados con la arena de las dunas, cualquiera que haya visto surgir de la nada a una columna de camionetas a la que ning¨²n sat¨¦lite hab¨ªa detectado, sabe que esta guerra ser¨¢ larga y traidora, que derrotar a los talibanes malianos no ser¨¢ un camino de rosas.
4. Est¨¢ la soluci¨®n pol¨ªtica, que hay que favorecer por todos los medios mientras contin¨²an los bombardeos. ?Qu¨¦ decir a los tuareg? ?Qu¨¦ hacer de su antigua y, en cierto modo, leg¨ªtima voluntad de independencia? ?C¨®mo se reconstruye un pa¨ªs sin Estado, una naci¨®n sin Gobierno ni ej¨¦rcito? Y en la misma Bamako, ?con qui¨¦n se puede contar para inventar un principio de democracia? Por ahora, son preguntas sin respuesta. Y exigir¨¢n tanta habilidad pol¨ªtica como firmeza militar.
5. Finalmente, no tardaremos en o¨ªr el inevitable concierto de aves de mal ag¨¹ero clamando contra el estancamiento, contra el nuevo Vietnam, contra el aventurerismo de una guerra que solo deb¨ªa durar unos d¨ªas y, apenas transcurrida una semana, habr¨¢ quien tache de ¡°eterna¡±. Caprichos de la palabra en la democracia de opini¨®n, munichismo de esta Francia biempensante, carente de generosidad, cautelosa, que solo a disgusto se decide a la uni¨®n nacional de hoy. ?Seremos lo bastante tenaces como para resistirlo? ?Seremos capaces de oponer el desprecio conveniente a aquellos que ya claman contra el retorno de la Fran?afrique y sus reflejos neocoloniales?
Fran?ois Hollande afronta su primera verdadera prueba pol¨ªtica y su cara a cara con la historia.
Bernard-Henri L¨¦vy es fil¨®sofo.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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