¡®Tirano Banderas¡¯ y los dictadores ¨¢rabes
A diferencia del protagonista de la novela de Valle Incl¨¢n, Bachar el Asad no pereci¨® en un d¨ªa. Sigue aguantando en su fortaleza cada vez m¨¢s asediado, pero su suerte, sea finalmente la que sea, est¨¢ echada
Se puede leer e interpretar la ca¨ªda de los dictadores ¨¢rabes a la luz de Tirano Banderas y de su f¨¦rtil descendencia ¡ªdesde La sombra del caudillo de Mart¨ªn Luis Guzm¨¢n a Yo el Supremo, El oto?o del patriarca, La Fiesta del Chivo y un buen pu?ado m¨¢s? La variedad de situaciones hist¨®ricas que inspiran estas novelas se refleja en un abanico de planteamientos literarios. Pero mientras los d¨¦spotas del otro lado del Atl¨¢ntico murieron en la cama y algunos de ellos aferrados a¨²n al poder, los de la llamada primavera de 2011, uno huy¨® precipitadamente tras 20 d¨ªas de refriega, otro ha dado con sus huesos en la c¨¢rcel, un tercero fue linchado y un cuarto se eclips¨® tras un arduo y mort¨ªfero proceso negociador. Al quinto, todav¨ªa acuartelado en su puesto a costa de una guerra civil con decenas de millares de v¨ªctimas, me referir¨¦ despu¨¦s.
La muerte de Santos Banderas en la fortaleza colonial de Santa Fe, cuando cae acribillado por las balas de los rebeldes al mando de Filomeno Cuevas se asemeja m¨¢s a la de Gadafi, tanto por un escenario que evoca la muralla de la Plaza Verde desde la que el difunto coronel libio arengaba a los suyos, como por su abrupto final. Valle-Incl¨¢n condensa en dos d¨ªas el derrocamiento del dictador y no aborda el problema del qu¨¦ o qui¨¦n le suceder¨¢. Las preguntas que hoy nos planteamos respecto a T¨²nez, Egipto, Libia y Yemen son las que formula Juan Rodr¨ªguez en su excelente introducci¨®n cr¨ªtica a la novela de Valle-Incl¨¢n en el ejemplar que tengo a mano: ¡°?Qu¨¦ ocurre a la muerte del tirano? ?Qui¨¦n gestiona el triunfo de la revoluci¨®n?¡±.
La guerra corre el riesgo de extenderse por todo Oriente Pr¨®ximo y podr¨ªa llegar a incendiarlo
Cuando se iniciaron en Deraa las manifestaciones pac¨ªficas de protesta a ra¨ªz del asesinato de un adolescente por el ¡°crimen¡± de una pintada contra el r¨¦gimen, el movimiento ciudadano respond¨ªa al mismo esquema que el de la primavera ¨¢rabe. Bachar el Asad pod¨ªa haber optado por la negociaci¨®n con los opositores con miras a una transici¨®n democr¨¢tica pactada ¡ªcomo la que representaba Roque Cepeda en la novela de Valle-Incl¨¢n¡ª pero dej¨® pasar la oportunidad de un c¨®modo exilio y, siguiendo el ejemplo de la brutal represi¨®n de su padre 30 a?os antes, recurri¨® a la fuerza de las armas. Primero, con disparos de fusil a los manifestantes y, conforme aumentaba el n¨²mero y resoluci¨®n de estos, mediante el recurso a tanques, helic¨®pteros, misiles Scud y bombardeos de su aviaci¨®n. Arm¨® asimismo a millares de correligionarios alau¨ªes ¡ªlos infamemente famosos chabihas dirigidos por sus primos¡ª y provoc¨® con ello una insurrecci¨®n general que, aunque pobremente armada, se sostiene gracias a numerosas y crecientes deserciones de oficiales y soldados de la mayor¨ªa sun¨ª. En verano de 2011, el alzamiento en distintas ciudades y zonas del territorio sirio se hab¨ªa transformado ya en una implacable guerra civil. Los Filomeno Cuevas de Tirano Banderas se contaban ya por docenas. Los cabezas y cabecillas de la rebeli¨®n exig¨ªan el derrocamiento de la dinast¨ªa de los Asad que ahogaban en sangre las ansias de libertad.
Hasta oto?o del mismo a?o el curso de los acontecimientos se asemejaba a los de Libia y Yemen, obviando el hecho que cada pa¨ªs del patchwork ¨¢rabe tiene su propia historia, sus estructuras pol¨ªticas y religiosas, su sociedad m¨¢s o menos compacta o tribalizada. Recuerdo que a mi optimismo por aquellas fechas ¡ªmi convicci¨®n de que el r¨¦gimen sirio ten¨ªa sus d¨ªas contados¡ª, un diplom¨¢tico espa?ol, buen conocedor de la complejidad ¨¦tnica y religiosa aglutinada por el partido Baaz hace 60 a?os, opuso con raz¨®n un precavido escepticismo. Adujo que la minor¨ªa alau¨ª a la que pertenece el clan El Asad, minor¨ªa que acapara todo el poder militar y pol¨ªtico, mantendr¨ªa su cohesi¨®n y contar¨ªa con el apoyo discreto de la clase media urbana y de las otras minor¨ªas religiosas temerosas ambas de un postasadismo que sustituyera el Estado laico por una teocracia del orden de la saud¨ª.
Los sirios no se definen ya por su pertenencia estatal sino por su adscripci¨®n religiosa
En mis ¡®Jornadas damascenas¡¯ publicado en las p¨¢ginas de este peri¨®dico (11-07-2010) observ¨¦ que si el nacionalismo pan¨¢rabe del Baaz se hab¨ªa convertido en el feudo sectario de un clan, preservaba al menos la convivencia entre la mayor¨ªa sun¨ª y las comunidades chi¨ªes, cristianas, kurda y drusa a diferencia de la sangrienta lucha de sectas que se cebaba y se ceba en la indefensa poblaci¨®n civil de Irak. Hoy dicha coexistencia pac¨ªfica ha saltado hecha pedazos. El enfrentamiento entre las dos ramas principales del islam sigue la pauta de lo acaecido en los pa¨ªses vecinos. Mientras los rebeldes sun¨ªes cuentan con el apoyo de Turqu¨ªa, Egipto y Arabia Saud¨ª, El Asad se mantiene en el poder gracias a Ir¨¢n con la complicidad apenas encubierta del Gobierno iraqu¨ª de Al Maliki y a los libaneses del Hezbol¨¢. Peor a¨²n, la guerra corre el riesgo de extenderse por todo Oriente Pr¨®ximo e incendiarlo en el caso de un ataque preventivo de Israel a Ir¨¢n. Todo el mundo puede salir perdiendo en esa internacionalizaci¨®n del conflicto: Turqu¨ªa, por el apoyo de El Asad a los rebeldes del PKK; L¨ªbano con una nueva guerra civil sectaria; Jordania con una desestabilizaci¨®n provocada por el aluvi¨®n de refugiados sirios; Israel por un endurecimiento de su entorno hostil (Turqu¨ªa, Egipto) a causa de la despiadada colonizaci¨®n de los territorios palestinos (una estrategia suicida a medio o largo plazo).
Siria es hoy el campo de batalla en el que contienden voluntarios del Ej¨¦rcito del Mahdi de Muqtada al Sadr, pasderan iran¨ªes y miembros de las milicias del Hezbol¨¢ con voluntarios islamistas pr¨®ximos a los Hermanos Musulmanes y extremistas de Al Qaeda (lo que alimenta la propaganda de El Asad acerca de los supuestos ¡°ataques terroristas¡± y de un ¡°complot americano sionista¡±). Como en la exYugoslavia de hace 20 a?os, los sirios no se definen ya por su pertenencia estatal sino por su adscripci¨®n religiosa y, al igual que en Bosnia, la internacionalizaci¨®n del conflicto afecta a las grandes potencias y a sus protegidos: confrontaci¨®n de Estados Unidos con Rusia, la gran proveedora de armas a El Asad; de Arabia Saud¨ª y las petromonarqu¨ªas del Golfo con el Ir¨¢n de los ayatol¨¢s. Con el tel¨®n de fondo de las atrocidades cometidas a diario por el Ej¨¦rcito, la polic¨ªa y los sicarios del dictador vemos reiterarse las contradicciones e hipocres¨ªas de la comunidad internacional. De un Washington que apoya a los rebeldes sirios no obstante su alianza con Teher¨¢n y que, como la impotente Uni¨®n Europea y la m¨ªsera Liga ?rabe, se limita a condenar con gestos y palabras la suerte infligida a la poblaci¨®n civil por la frialdad sanguinaria de El Asad. Y si ahondamos a¨²n en ese confuso magma, ?qui¨¦n cree que Arabia Saud¨ª y los emires del Golfo luchan por la democracia cuando encarnan el peor ejemplo de teocracias en el ¨¢mbito del islam?
Volvamos al comienzo: con tal de aferrarse al poder, El Asad ha prendido fuego en su propio pa¨ªs a costa de m¨¢s de 60.000 v¨ªctimas. A diferencia de Santos Bandera no pereci¨® en un d¨ªa: hoy sigue en su fortaleza de Santa Fe paulatinamente asediado pero su suerte final ¡ªya sea la poco gloriosa huida a Rusia, ya el linchamiento a lo Gadafi, ya la comparecencia a lo Milosevic ante la Corte Penal Internacional¡ª est¨¢ echada.
Juan Goytisolo es escritor.
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