Cayetana Guill¨¦n Cuervo cumple un ¨²ltimo sue?o de su padre
"Revisa la obra. Hay que recuperar su valor cr¨ªtico en un momento tan confuso". Era un sue?o del padre de la actriz, fallecido esta semana. Ella lo ha convertido en realidad con el montaje de 'El malentendido'.
En 1969, Fernando Guill¨¦n y Gemma Cuervo eran dos j¨®venes actores con su propia compa?¨ªa de teatro, dos hijos peque?os correteando entre ensayos y bambalinas, un tercero en camino y un sue?o: contribuir a la divulgaci¨®n de ?autores fundamentales cuya voz segu¨ªa sujeta a los vaivenes de la mordaza franquista. El 19 de septiembre de aquel a?o se estrenaba en el teatro Poliorama de Barcelona El malentendido, de Albert Camus, obra en tres actos sobre el fatal enga?o del hijo pr¨®digo de la due?a de un m¨ªsero hostal. Veinte a?os despu¨¦s de abandonar a su madre y a su hermana Marta, Jan regresa, rico, dispuesto a rescatarlas, aunque oculto tras una falsa identidad, para acabar provocando su propia muerte. Ellas, convertidas en pobres asesinas en un mundo de pobres supervivientes, y ¨¦l, v¨ªctima de un absurdo silencio, de un tr¨¢gico error, de un bobo equ¨ªvoco. Inspirada en un suceso real, la obra se hab¨ªa estrenado en 1944 en Par¨ªs y llegaba a Espa?a gracias al empe?o de un grupo de nuevos actores forjados en el m¨ªtico Teatro Espa?ol Universitario (TEU).
Sin duda, eran tiempos duros, pero los sue?os se cumpl¨ªan, o quiz¨¢ sea m¨¢s correcto decir que s¨ª, eran tiempos duros, pero gracias a una generaci¨®n de j¨®venes que cre¨ªan en lo que hac¨ªan, los sue?os no dejaron de cumplirse. Adolfo Marsillach dirig¨ªa la versi¨®n de Jos¨¦ Escue Porta; Fernando Guill¨¦n, Gemma Cuervo y Mar¨ªa Luisa Ponte encabezaban el reparto, y antes de la representaci¨®n, grabada en cinta magnetof¨®nica, la voz de Agust¨ªn Gonz¨¢lez le¨ªa reflexiones que introduc¨ªan al virgen p¨²blico espa?ol en la figura del malogrado autor de La peste, fallecido casi diez a?os antes en un accidente de coche que priv¨® a Europa de su intelectual m¨¢s luminoso y moral.
La ¨²ltima cita pertenec¨ªa a William Faulkner y hablaba de aquel sol, aquella luz que tanto necesitaba Camus, y tambi¨¦n de la muerte, de la fatalidad de todo artista, de su infructuosa b¨²squeda de una respuesta que jam¨¢s encontrar¨¢. Cuando a Camus le concedieron el Nobel, el autor de Mientras agonizo le dirigi¨® un telegrama que dec¨ªa: ¡°Saludo al alma que constantemente se busca y se interroga¡±.
Ha pasado mucho tiempo desde aquel estreno, pero cuando hace tres a?os Fernando Guill¨¦n empez¨® la batalla contra una larga enfermedad, probablemente tambi¨¦n se hizo algunas de esas preguntas sin respuesta. Fue entonces cuando El malentendido regres¨® del pasado. ¡°Le dije: ¡®Pap¨¢ ?qu¨¦ te gustar¨ªa que te dedicara? ?Qu¨¦ homenaje puedo hacerte?¡¯. Y ¨¦l me dijo: ¡®Revisa El malentendido¡±. Cayetana Guill¨¦n Cuervo quer¨ªa hacer algo por su padre, y Camus, de cuyo nacimiento se conmemora este a?o el centenario (vino al mundo el 7 de noviembre de 1913 en Mondovi, Argelia), se interpuso en el camino entre padre e hija, entre pasado y presente, entre actor y p¨²blico. Y as¨ª llegamos a otro estreno, el pr¨®ximo 29 de enero, de un nuevo Malentendido en la sala Valle-Incl¨¢n del Centro Dram¨¢tico Nacional, en Madrid. Guill¨¦n Cuervo, Julieta Serrano, Ernesto Arias y Lara Grube en el reparto, adaptaci¨®n de Yolanda Pall¨ªn y direcci¨®n de Eduardo Vasco. No es solo una nueva versi¨®n de la obra, es el reconocimiento a esa pl¨¦yade de hombres y mujeres que entre los a?os sesenta y setenta buscaron la luz del teatro moderno en un pa¨ªs condenado al polvo del teatro muerto. Una se?al que llega del pasado para recordarnos que hizo falta un esfuerzo colectivo, una fe conjunta, para salir del t¨²nel.
¡°Para mi padre, estamos en un momento decepcionante. Despu¨¦s de tanta lucha, ?esto?¡±
En 1970, desde las p¨¢ginas de la m¨ªtica revista Primer Acto, escrib¨ªa Marsillach: ¡°Gemma Cuervo y Fernando Guill¨¦n emprenden, por su cuenta y riesgo, una nueva aventura teatral. D¨¦mosles las gracias. Han elegido lo m¨¢s dif¨ªcil cuando todo les impulsaba a lo f¨¢cil. Son j¨®venes, creen en un teatro que no se propone solo ganancias econ¨®micas, est¨¢n llenos de ilusiones¡ y asustados. Me gusta. Merecen algo m¨¢s que el ¨¦xito. Aspiran a su confianza. Estoy convencido de que ustedes se la dar¨¢n¡±.
¡°Para mis padres aquello fue importante, y por eso yo me puse a ello¡±, explica Cayetana Guill¨¦n Cuervo. ¡°Era dif¨ªcil conseguir los derechos, pero despu¨¦s de muchas idas y venidas en la negociaci¨®n lo logramos. Mi padre me insisti¨®: ¡®Revisa la obra, hoy es oportuna. Hay que recuperar su valor cr¨ªtico en un momento tan confuso¡¯. Para hombres como mi padre, estamos en un momento muy triste y decepcionante. Despu¨¦s de tanta lucha, ?esto?¡±.
Gemma Cuervo estaba embarazada de su hija peque?a cuando empezaron los ensayos de la obra: ¡°Tengo unos recuerdos extraordinarios. Era el primer Camus que se estrenaba en plena dictadura. En Valencia, necesitamos sillas supletorias, y las colas daban varias vueltas al teatro. Fue todo un acontecimiento. El teatro que se hac¨ªa entonces era de comedia, muy sencillo, y hacer esta obra era un riesgo, un reto y una aventura que sal¨ªa de nuestra limitada econom¨ªa familiar¡±. Aquel beb¨¦ que naci¨® pocos meses antes del estreno de El malentendido recibi¨® 2013 corriendo entre los ensayos y el hospital donde ingresaron a su padre, obstinada en esa carrera a contracorriente que pretende ganarle tiempo al maldito tiempo. ¡°Mi madre dice que la mediocridad se contagia, y es verdad. Mi padre siempre ha sido una persona muy serena. Exigente, pero con elegancia. Con ¨¦l me pasa algo que s¨¦ que no me pasar¨¢ con nadie m¨¢s: saber que soy suficiente para hacer feliz a alguien. Yo nunca he sentido ninguna losa con ¨¦l. No me juzga. No me aplasta. Al contrario. Me querr¨¢n de otra manera, pero as¨ª nunca. Poco a poco, se nos va toda una generaci¨®n de actores que fue importante, muy importante. Por lo que hac¨ªan y por c¨®mo lo hac¨ªan. Y me temo que nosotros ni somos tan importantes ni tan completos. Mi padre es un hombre capaz de ser feliz con una ma?ana de sol y un libro en las manos. Un caballero, siempre un se?or. Con sus ojos verdes, y esa voz. ?Qu¨¦ m¨¢s se puede pedir? Sinceramente, al menos como hija, nada m¨¢s¡±.
Su hermano, el tambi¨¦n actor Fernando Guill¨¦n Cuervo (solo la mayor, Natalia, se apart¨® de la vocaci¨®n familiar para ser abogada), recuerda c¨®mo pas¨® su infancia entre cajas, repitiendo por los pasillos de su casa los textos que escuchaba a los mayores. ¡°En mi casa, El malentendido se vivi¨® como algo grande. La conciencia de mis padres era art¨ªstica, pero tambi¨¦n era pol¨ªtica y social. Subir a Camus a escena, como a otros, era consecuencia de un instinto muy activo, puro y muy necesario. Y para nosotros, como ni?os, todo ese entusiasmo era fascinante¡±. Ese entusiasmo no se diluy¨® con los a?os, y el actor evoca las 10 veces seguidas que acudi¨® a ver a su padre interpretar Equus, uno de sus grandes ¨¦xitos. ¡°Me conmov¨ªa. Es raro, pero es algo que nunca ha dejado de pasarme, el timbre de voz de mis padres sobre el escenario me transporta directo a la infancia. Vuelvo a tener seis a?os y sigo escondido entre cajas¡±.
¡°Cada generaci¨®n, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La m¨ªa sabe, sin embargo, que no lo rehar¨¢¡±
Entre cajas o entre el p¨²blico, los hijos escucharon ese timbre de voz alzarse hasta Los secuestrados de Altona, de Jean Paul Sartre; en Todo en el jard¨ªn, de Edward Albee, o en su despedida, en 2007, a los 75 a?os, con El vals del adi¨®s, texto inspirado en la carta que el poeta franc¨¦s Louis Aragon escribi¨® en 1972 para cerrar su etapa en la revista Lettres Fran?aises, distanciado del Partido Comunista, acorralado por la soledad despu¨¦s de la muerte de su compa?era, la escritora rusa Elsa Triolet, y profundamente sumido en la angustia de comprobar que el mundo era un lugar cada vez m¨¢s frustrante. En aquella ocasi¨®n, Guill¨¦n apunt¨® cierto paralelismo entre la desaz¨®n del poeta y la suya propia.
Pero ante el hast¨ªo y desencanto de una generaci¨®n cuyo fuego se extingue nace el deber de otra que no puede permitirse la indiferencia. ¡°Este homenaje nace de un alma exquisita¡±, dice Gemma Cuervo con orgullo, ¡°porque nosotros recordamos con amor infinito a estos personajes de Camus, lo que fueron para nosotros, a Marta y su necesidad de ver el mar¡±. Cuando en 1957 el escritor recogi¨® el Premio Nobel, apunt¨® en su discurso una idea que hoy multiplica su fuerza, demasiado pr¨®xima y certera para no pensar que aquel tiempo tambi¨¦n es el de ahora mismo: ¡°Cada generaci¨®n, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La m¨ªa sabe, sin embargo, que no lo rehar¨¢. Pero su tarea quiz¨¢ sea a¨²n m¨¢s grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida, en la que se mezclan las revoluciones frustradas, las t¨¦cnicas enloquecidas, los dioses muertos y las ideolog¨ªas extenuadas; cuando poderes mediocres pueden destruirlo todo, pero ya no saben convencer; cuando la inteligencia se ha rebajado hasta convertirse en criada del odio y la opresi¨®n, esta generaci¨®n ha tenido, en s¨ª misma y alrededor de s¨ª misma, que restaurar, a partir de sus negaciones, un poco de lo que hace digno el vivir y el morir¡±.
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