Mal¨ª es un problema africano
No bastar¨¢ una acci¨®n militar. Solo la reconstrucci¨®n democr¨¢tica de la excolonia francesa y la ayuda humanitaria a las poblaciones civiles pueden favorecer una soluci¨®n pol¨ªtica en el polvor¨ªn del Sahel
La intervenci¨®n francesa en Mal¨ª, a la solicitud del Gobierno y del ej¨¦rcito del pa¨ªs, sostenida por une resoluci¨®n de la ONU que autoriza a las fuerzas de la CEDEAO (Comunidad Econ¨®mica de Estados de ?frica Occidental) a proteger la integridad territorial y evitar la secesi¨®n del norte, es una acci¨®n legal. Tiene el apoyo de muchos pa¨ªses europeos, aunque sea de forma puramente ret¨®rica, sabiendo que los muertos van a ser, de momento, franceses. El presidente de la Rep¨²blica, Fran?ois Hollande, tom¨® esta decisi¨®n despu¨¦s de un largo periodo de negociaciones, no solamente con el Gobierno y el ej¨¦rcito malienses, sino tambi¨¦n con las fuerzas secesionistas del Azawad en el norte e, indirectamente, con el grupo independista Ansar al Din. Tambi¨¦n con el Gobierno argelino, pa¨ªs directamente comprometido en la contienda por estar en guerra abierta contra los terroristas del AQMI (Al Qaeda en el Magreb Isl¨¢mico), y por gestionar con gran delicadeza una relaci¨®n dif¨ªcil con los tuareg, cuya econom¨ªa y cultura obedece a par¨¢metros dif¨ªcilmente comprensibles fuera del Sahara.
El Gobierno argelino dej¨® claro, durante la reciente visita del presidente franc¨¦s a Argelia, que no era deseable la opci¨®n de una intervenci¨®n militar en los asuntos malienses, pues pod¨ªa crear una situaci¨®n muy ca¨®tica. Argelia conoce bien las capacidades de los terroristas en el Sahel. La estrategia del pa¨ªs norafricano trat¨® de aislar a los terroristas de Al Qaeda, negociando con las otras fuerzas sublevadas. Por otra parte, Argel conden¨® la intervenci¨®n occidental en Libia porque tem¨ªa una extensi¨®n descontrolada de la guerra en Mal¨ª y en el Sahara. Menos de una semana despu¨¦s de la nueva intervenci¨®n francesa, esta vez en Mal¨ª, Argelia ha sido objeto de una toma de rehenes en In Amenas, cerca de la frontera de Libia, que se ha cobrado decenas de muertos.
La intervenci¨®n francesa confirma un ciclo nuevo, despu¨¦s del caso de Libia, y correlativamente el de Siria. Nos encontramos ante un ciclo de implicaci¨®n militar de potencias europeas con el prop¨®sito de detener la ola del integrismo armado, consecuencia de la desagregaci¨®n de dictaduras o Estados fallidos en el sur y este del Mediterr¨¢neo. En Mal¨ª, Francia interviene para salvar al ej¨¦rcito maliense. ?ste ha perdido el control del pa¨ªs; atraviesa una crisis interna grave, hasta el punto de que hace solo d¨ªas se hablaba de la posibilidad de un nuevo golpe dados los desacuerdos con el reciente gobierno civil. La crisis es principalmente interna porque los sublevados, empujados por los integristas de Al Qaeda, decidieron seguir su ofensiva hacia Bamako, la capital del pa¨ªs. Pero lo m¨¢s inquietante es que el mismo ej¨¦rcito pierde cada d¨ªa terreno frente a los rebeldes y que decenas de soldados han empezado a abandonarlo, huyendo o uni¨¦ndose a los grupos secesionistas. Muchos tienen familias en las ciudades ocupadas del norte, que han sido amenazadas por los islamistas armados con aplicar la ley del tali¨®n.
Hay que encontrar una soluci¨®n para el norte y ofrecer un marco decente de vida en com¨²n
Los grupos rebeldes tampoco tienen todos los mismos intereses: los independentistas quieren el desarrollo de su regi¨®n; los integristas del AQMI buscan el estallido generalizado en la zona para comprometer a los occidentales y crear un nuevo Afganist¨¢n en el Sahel. Adem¨¢s, varios grupos de tuaregs, fuertemente implicados en el tr¨¢fico de mercanc¨ªas, de droga y de armas en esta franja africana, quieren seguir benefici¨¢ndose de un hinterland [regi¨®n dependiente de un ¨¢mbito que funciona como su cabecera] para su econom¨ªa n¨®mada. La intervenci¨®n francesa, de hecho, ha fortalecido el sentimiento de solidaridad entre todos estos grupos, aunque las relaciones entre los secesionistas y el AQMI son dif¨ªciles. Ansar el Din, organizaci¨®n que suele negociar con el Gobierno argelino, ha condenadio tajantemente la toma de rehenes en In Amenas.
La intervenci¨®n francesa se decidi¨® muy r¨¢pidamente. Fran?ois Hollande la present¨® como una carrera contrarreloj, afirmando que el poder maliense iba a estallar bajo la presi¨®n de los secesionistas e integristas y que esto pod¨ªa resultar muy peligroso para toda la regi¨®n. Adem¨¢s, el gobierno galo cuenta con una fuerza africana bajo el patronato de la CEDEAO. El mandato otorgado por la resoluci¨®n de la ONU es, en realidad, mucho m¨¢s ambiguo y prudente. Pero Francia act¨²a sobre todo como pa¨ªs protector del Estado maliense, su propia creaci¨®n ¡ªFrancia tiene una especie de derecho de retracto sobre sus ex colonias¡ª. Adem¨¢s, el Gobierno franc¨¦s mantiene en pie con su financiaci¨®n a estos Estados, sus administraciones y sus ej¨¦rcitos, por lo que no acepta con placer la intervenci¨®n de otras potencias. Pero si se alarga la intervenci¨®n, ser¨¢ inevitable una ayuda de Europa y EEUU.
Lo m¨¢s importante ahora es: ?hacia d¨®nde vamos? Se sabe cu¨¢ndo las intervenciones armadas extranjeras empiezan, pero no cu¨¢ndo acaban. Afganist¨¢n e Irak son ejemplos de que a veces no tienen final. Los yihadistas del AQMI han conseguido su objetivo: implicar a los Estados en una guerra abierta en el Sahel. En el terreno, el ej¨¦rcito franc¨¦s no puede controlar el desierto, con lo cual los militares, ayudados por las tropas del CEDEAO y peque?as fuerzas del ej¨¦rcito maliense, se van a posicionar en las ciudades. Tendr¨¢n que sufrir ataques permanentes de los sublevados.
El problema del terrorismo en esta conflictiva zona no lo resuelve la intervenci¨®n de un pa¨ªs
El verdadero problema es que se trata de una guerra que no se puede ganar solo con las armas. Francia se ha metido en un l¨ªo muy complejo, del que no va a salir f¨¢cilmente. Adem¨¢s, la opini¨®n p¨²blica francesa apoya al Gobierno en caso de acci¨®n exterior, pero sin renunciar a juzgar lo que es bueno o malo para el pa¨ªs. La oposici¨®n conservadora ya ha empezado a criticar la decisi¨®n de Hollande. Cuando empiecen a llegar los ata¨²des de soldados franceses a Par¨ªs, las cosas van a cambiar. La verdadera cuesti¨®n es, entonces, si Francia, mas all¨¢ del despliegue de su fuerza militar, tiene un proyecto pol¨ªtico para salir de este atolladero. No puede ser una soluci¨®n impuesta por Francia o Europa, depende fundamentalmente de los malienses, pues en Mal¨ª la contienda no se ve como entre el terrorismo, por un lado, y un gobierno democr¨¢tico, por otro. La regi¨®n sublevada del Azawad, en el norte, es la pariente pobre del desarrollo de Mal¨ª desde hace m¨¢s de cincuenta a?os. El odio ¨¦tnico hacia los tuaregs es muy fuerte en toda la sociedad maliense del sur. No hubo integraci¨®n nacional, ni humana, ni cultural de las poblaciones del norte. Los j¨®venes en el Sahel est¨¢n condenados a una vida de miseria. Los voluntarios de las ONGs que suelen trabajar en esta regi¨®n llevan advirtiendo desde hace a?os de que aquello no es un desierto, sino un polvor¨ªn.
Estamos, ante todo, frente a un conflicto interno relacionado con la forma institucional del Estado. Hay que encontrar una soluci¨®n para el norte y ofrecer a sus poblaciones un marco de vida decente en com¨²n. ?sa es la clave. Asimismo, es un problema de desarrollo de todo el Sahel: si la comunidad internacional ya otorga una ayuda important¨ªsima, debe ahora gestionarla mejor.
Mal¨ª es una cuesti¨®n maliense y africana, bien lo saben los gobiernos de aquel continente. S¨®lo la reconstrucci¨®n democr¨¢tica del Estado maliense, la ayuda humanitaria a las poblaciones civiles castigadas desde hace d¨¦cadas por el hambre y la sequ¨ªa, y la implicaci¨®n de la comunidad internacional en esa ayuda humanitaria pueden favorecer una soluci¨®n pol¨ªtica. El problema planteado por el terrorismo en el Sahel no se puede resolver con la intervenci¨®n de un solo pa¨ªs. Es un problema global, pues el terrorismo es global. Una cooperaci¨®n internacional es necesaria para luchar contra esta plaga, pero ello implica la movilizaci¨®n, sobre todo, de los pa¨ªses africanos. El gobierno franc¨¦s debe proponer r¨¢pidamente con las autoridades de Mal¨ª un proyecto pol¨ªtico para solucionar las causas de la sublevaci¨®n. Hay, por supuesto, que solidarizarse con la intervenci¨®n francesa frente a los terroristas del AQMI, pero sin dejar de apuntar sus peligros.
Sami Na?r, catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica, es profesor de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.
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