El grito
Es un delito ¡ªde momento, moral: habr¨¢ que mejorar las leyes¡ª lucrarse con la desdicha ajena
En medio de esa tormenta perfecta de mentiras y sandeces que gira, un d¨ªa tras otro, con la clara intenci¨®n de engullirnos, dos voces de la verdad han resonado durante las ¨²ltimas horas en sendos congresos. Una, la de Ada Colau, representante de la Plataforma d¡¯Afectats per la Hipoteca, que en el Parlamento central puso adjetivo exacto y sinceridad y honor ¡ªeso de lo que tanto se carece hoy d¨ªa¡ª ante la ensoberbecida defensa que de la legislaci¨®n hipotecaria y de desahucios realiz¨® uno de los iconos bancarios que barren para su casa. Lo llam¨® criminal. Y lo es, no en el sentido de asesino, sino de delincuente: es un delito ¡ªde momento, moral: habr¨¢ que mejorar las leyes¡ª lucrarse con la desdicha ajena. Emocionante, brutal, hermosa voz de Ada Colau, en armon¨ªa con quienes sufren el salvaje expolio que perpetran los poderosos.
En otro congreso ¡ªno parlamentario: una reuni¨®n de las momias de la Internacional Socialista¡ª, en Cascais (Portugal), otra mujer, Beatriz Taleg¨®n, secretaria general de la Uni¨®n Internacional de Juventudes Socialistas, alz¨® su voz para encararse con la casta dirigente. Beatriz expuso, con firmeza, la opini¨®n de su grupo. ¡°Os exigimos, de una vez por todas, que la Internacional tenga sentido, no hag¨¢is que los j¨®venes nos avergoncemos¡±. Critic¨® la opacidad de las cuentas, el lujo de estas cumbres, y agreg¨®: ¡°Pero no nos quer¨¦is escuchar [¡], no os preocupamos en absoluto¡±, para concluir, amargamente: ¡°Estamos pagando las consecuencias de vuestra falta de acci¨®n o de vuestra acci¨®n¡±.
Ahora que todo resulta tan repugnante, ahora que desde arriba no llueve m¨¢s que fango, las voces que, a ras de suelo, proclaman lo que tantas veces habr¨¢ que repetir, esas voces, digo, me llenan de esperanza. Debemos gritar con ellas, hasta convertir nuestra rabia en un ¨²nico clamor.
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