El color del dinero
Lo peor de la amnist¨ªa fiscal es la catadura moral de los beneficiarios
Al ciudadano espa?ol Luis B¨¢rcenas le han descubierto una cuenta en un banco suizo por la que se han movido a sus anchas 22 millones de euros. El dato no ser¨ªa noticia si el mencionado ciudadano no hubiese desempe?ado durante 20 a?os los cargos de gerente y de tesorero del Partido Popular. La buena nueva ha desencadenado el correspondiente esc¨¢ndalo, como si, a estas alturas, alguien pudiera extra?arse de cuales son las f¨®rmulas y artificios utilizados para la financiaci¨®n de algunos partidos pol¨ªticos.
La Constituci¨®n proclama que los partidos pol¨ªticos son instrumentos fundamentales para la participaci¨®n democr¨¢tica, por lo que est¨¢n justificadas determinadas subvenciones con fondos p¨²blicos. Los responsables de su funcionamiento nunca quisieron encontrar una f¨®rmula aceptable para sufragar sus gastos. Regularon la financiaci¨®n desde el a?o 1987 pero siempre dejaron abiertos dos agujeros negros por los que se introduc¨ªa el virus de la corrupci¨®n: las donaciones an¨®nimas y el funcionamiento del Tribunal de Cuentas. Las primeras se corrigieron en el a?o 2007, despu¨¦s de muchas reticencias por parte del Partido Popular. El Tribunal de Cuentas contin¨²a con la misma agilidad que en los tiempos del Conde Duque de Olivares.
La financiaci¨®n de los partidos pol¨ªticos se consigue, como es l¨®gico, a trav¨¦s de las aportaciones de sus afiliados, cantidad que no alcanza cifras significativas, por lo que ha tenido que ser complementada con subvenciones p¨²blicas. Cuando los ingresos se consideraban insuficientes para el funcionamiento de las sedes de los partidos y para hacer frente a las campa?as electorales, algunos decidieron acudir a la picaresca, incluso a conductas delictivas para ingresar un dinero extra. Quiz¨¢ pensaron que la cuota de poder que le asignaban los ciudadanos les permit¨ªa toda clase de irregularidades.
Una vez instalados en los centros decisorios de los Ayuntamientos, Diputaciones, Comunidades Aut¨®nomas o en el aparato del Estado decidieron utilizarlos para aumentar las asignaciones. Las concesiones de obras y servicios y las licencias urban¨ªsticas se convirtieron en una fuente inagotable de recursos il¨ªcitos.
Los reguladores de la financiaci¨®n de partidos dejaron dos agujeros negros: las donaciones y el Tribunal de Cuentas?
El tesorero de un partido pol¨ªtico contabiliza las cantidades que entran en la caja. Si las sumas son il¨ªcitas, negras o delictivas hay que buscarles alg¨²n refugio seguro para que no se descubra su verdadero origen. No se necesita demasiada inteligencia financiera para envolverlas bajo donaciones an¨®nimas. Cuando se les puso un tope, el dinero il¨ªcito comenz¨® a desbordar los cauces previstos y era necesario buscar otras guaridas. Suiza, especialista en ensombrecer el color del dinero, era el lugar indicado. Desde el 17 de enero del presente a?o los helv¨¦ticos han levantado el secreto bancario en los casos de investigaciones judiciales.
Seg¨²n denuncias no desmentidas, algunos dirigentes decidieron adjudicarse remuneraciones generosas por los servicios prestados al partido. Situados ante este espejo, los se?alados tienen la ineludible obligaci¨®n de comparecer voluntariamente ante la opini¨®n p¨²blica y negar tajantemente los hechos. No pueden refugiarse en evasivas y agravios. En una democracia la responsabilidad ¨¦tica y pol¨ªtica del dirigente ante los ciudadanos les obliga a responder sin ambages a las imputaciones.
El color del dinero es variopinto. Lo que importa es su procedencia. Las cantidades procedentes del pago de comisiones por concesiones de obras o servicios son beneficios generados por cohechos delictivos. Estas cantidades se consignaban como donaciones an¨®nimas lo cual a su vez constituye un delito de falsedad contable. Esta prestidigitaci¨®n contable transformaba el dinero il¨ªcito en un en asiento aparentemente l¨ªcito.
El principal art¨ªfice de todo este entramado era incuestionablemente el tesorero Luis B¨¢rcenas, porque sin ¨¦l todas estas maniobras no se habr¨ªan materializado. Tampoco sin la cooperaci¨®n o el asentimiento y, ?por qu¨¦ no?, la inducci¨®n de los dirigentes del partido pol¨ªtico, si esto se puede llegar a demostrar. Por ello el dinero de la cuenta suiza no es un dinero opaco que se sustrae al fisco sino un dinero procedente de actividades il¨ªcitas que al ser retornado a Espa?a a trav¨¦s de la amnist¨ªa fiscal se convierte no en dinero l¨ªcito, sino en una maniobra delictiva de blanqueo de capitales.
La amnist¨ªa fiscal rompe todos los principios admisibles en el campo del derecho penal para despenalizar conductas delictivas. Solo puede hacerse por v¨ªa de ley org¨¢nica y nunca por real decreto-ley. Pero lo m¨¢s grave no es el vicio legal sino la catadura moral de las personas a las que se aplica. Se trata de ciudadanos que han ocultado o evadido sus capitales sustray¨¦ndolos al sostenimiento de los servicios p¨²blicos esenciales en tiempos de grav¨ªsimas carencias sociales. El Estado no puede tolerar ni excusar la insolidaridad y discriminar a otros delincuentes.
Nuestro pa¨ªs tiene muchas carencias, culturales, sociales, ¨¦ticas y democr¨¢ticas. Demasiados ciudadanos se han hecho part¨ªcipes y alentadores de estas conductas votando de forma abrumadora a personas implicadas en tramas de corrupci¨®n. Las multitudes padecen el s¨ªndrome de Barrab¨¢s, prefieren a los golfos en lugar de a los justos. Me resisto a caer en el desaliento y la melancol¨ªa. Estoy convencido de que la mayor parte de la sociedad espa?ola est¨¢ indignada y desmoralizada. Es vital para la democracia recuperar la fuerza pol¨ªtica de la moral p¨²blica en estos momentos dif¨ªciles.
Jos¨¦ Antonio Mart¨ªn Pall¨ªn es abogado, magistrado em¨¦rito del Tribunal Supremo y comisionado de la Comisi¨®n Internacional de Juristas (Ginebra)
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