El fot¨®grafo al que los famosos le abren las puertas
Comenz¨® retratando a amigos ¡®hipsters¡¯ en sus apartamentos de Nueva York y al poco le estaban invitando Karl Lagerfeld y Philippe Starck a su hogar. Todd Selby ha convertido el intrusismo m¨¢s cotilla en su modo de vida.
Todd Selby se baj¨® del asiento trasero de un Mercedes en una de las callejuelas madrile?as que cuelgan del parque del Retiro, mir¨® a su alrededor con gesto contrariado y seg¨²n se aproximaba a la entrada de un edificio de aspecto noble dijo: ¡°Tengo la sensaci¨®n de que ya he estado aqu¨ª¡±. Al artista radicado en Nueva York le bailaban sus gafas de montura color miel, ten¨ªa un brillo de curiosidad en los ojos azul el¨¦ctrico y cargaba con una maleta de Louis Vuitton con su nombre bordado y un bols¨®n forrado con una tela de gatitos. Primero pens¨® que el jet lag le hab¨ªa nublado el sentido. Solo hab¨ªa viajado una vez antes a Madrid, un vuelo fugaz hace tiempo, por un encargo de Ikea; cierto que la sesi¨®n tuvo lugar en un hogar del centro, pero ser¨ªa demasiada coincidencia repetir localizaci¨®n.
Entre sus ¨²ltimas ¡®v¨ªctimas¡¯ est¨¢n la editora Angelika Taschen y el zapatero Louboutin
Lo m¨¢s l¨®gico era achacar el d¨¦j¨¤ vu al cansancio acumulado tras dos semanas de viaje por Tokio y Par¨ªs, donde hab¨ªa disparado, seg¨²n sus c¨¢lculos, cerca de 12.000 fotos. O puede, simplemente, que su cabeza hubiera entrado finalmente en bucle tras ?haber dedicado los ¨²ltimos cuatro a?os a colarse en casas de gente ¡°interesante¡± y ¡°creativa¡±, en sus palabras, para retratar su intimidad de forma sobria, sin artificio, al modo en que lo har¨ªa un cr¨ªo con una c¨¢mara en el zool¨®gico. Desde 2008, a Selby le han abierto las puertas de unas 350 viviendas de 350 personas, es decir, un nuevo hogar y un nuevo sujeto cada cuatro d¨ªas. Y quiz¨¢ su cerebro hubiera empezado a fallar al descender del coche y llamar al telefonillo del estudio/vivienda de Mateo Mat¨¦, polifac¨¦tico artista madrile?o que suele experimentar con objetos cotidianos, con quien hab¨ªa quedado un domingo de diciembre para retratarlo en su ambiente de vida y trabajo, por encargo de Heineken. La marca le hab¨ªa financiado el viaje para fotografiar el estudio de cuatro artistas a los que promocionar¨¢ en Arco (del 13 al 17 de febrero)
Selby es uno de esos fot¨®grafos cuyo nombre empez¨® a sonar en los despachos de las mejores revistas de estilo hace un par de a?os gracias a una f¨®rmula que se sac¨® de la manga para abrirse hueco en una ciudad abarrotada. Criado en los suburbios de Los ?ngeles, tercera generaci¨®n de emigrantes del este de Europa, lleg¨® a Nueva York en 1999, tras graduarse en Econom¨ªa en Berkeley (California), escribir una tesis sobre el negocio del petr¨®leo en M¨¦xico y trabajar como asesor de un senador en el D. F. ¡°Me cans¨¦ de la pol¨ªtica. No era mi mundo. Quer¨ªa expresarme de forma m¨¢s creativa¡±, nos cont¨® sorbiendo un t¨¦ en el estudio de Mat¨¦, entre bostezos y alguna palabra en espa?ol.
Aterriz¨® en Manhattan en la cresta de la burbuja puntocom, ¡°cuando encontrabas un empleo en dos minutos¡±; hizo sus pinitos con el dise?o web y tras el pinchazo entr¨® en el equipo de producci¨®n de fotos de una revista de moda. ¡°Me dedicaba a mirar porfolios de fot¨®grafos, esa fue mi segunda educaci¨®n¡±. La primera, recuerda, fue la de su padre, un neur¨®logo con ¨ªnfulas de reportero que recorri¨® medio mundo con su familia y una c¨¢mara. ¡°Estuvimos en la URSS en 1990, en China en 1991, en Berl¨ªn al poco de caer el Muro¡ Me crie viajando y haciendo fotos¡±. En 2003, Selby retom¨® la fotograf¨ªa de forma autodidacta y comenz¨® a publicar en Dazed and Confused y Spin.
Las revistas tienen espacio limitado. Llevan una gran foto ic¨®nica y ya est¨¢. Al hacerlo, recortan tantas cosas¡"
Era un fot¨®grafo m¨¢s cabalgando la ola neoyorquina cuando le empez¨® a dar vueltas a un proyecto personal. En sus palabras: ¡°Las revistas tienen espacio limitado. Suelen llevar una gran foto, la m¨¢s ic¨®nica de la sesi¨®n, y ya est¨¢. Buscan una impresi¨®n r¨¢pida. Y al hacerlo, recortan tantas cosas¡ Me ocurri¨® con el escritor Tom Wolfe; publicaron un retrato m¨ªo con su traje blanco. No dec¨ªa nada. Lo interesante era ver todo lo que hab¨ªa por ah¨ª en su casa, su colecci¨®n de arte, su obsesi¨®n con los sombreros¡ Me dije: ?necesito enfocarme en esto. Y hacerlo en Internet, donde no hay l¨ªmites y permanece¡±.
Como primera v¨ªctima eligi¨® a uno de sus amigos hipsters de Brooklyn, William Eadon, un dise?ador de ropa con melena hasta media espalda. ¡°Me llam¨® y dijo que quer¨ªa venir a casa y retratarme con mis cosas¡±, recuerda Eadon. ¡°No son las primeras fotos que me hizo. He sido su cobaya en otros proyectos que acabaron en la papelera¡±. Esta vez colg¨® el resultado en la p¨¢gina theselby.com, donde sigue subiendo un par de sesiones cada semana. Y donde a¨²n se puede ver el apartamento de Eadon: montones de ropa y vinilos, un cuadro de Mickey y Minnie apare¨¢ndose, la m¨¢quina de coser, sus Playboy favoritas¡
El concepto ¡°personaje creativo en su espacio, rodeado de obsesiones, contado en 50 fotos¡± prendi¨® y Selby sigui¨® con la ?f¨®rmula, primero tirando de conocidos, a quienes solo ped¨ªa que no ordenaran antes de su visita; y luego, a medida que el ¨¦xito crec¨ªa de forma mete¨®rica, con personajes de fama mundial. Al poco, se estaba colando en casa del dise?ador Philippe Starck (impresiona su oso ?polar disecado) y en la del modisto Karl Lagerfeld. Public¨® un primer libro con 30 personajes, The Selby is in your place (Abrams Books), y llegaron encargos para firmas como Louis Vuitton. Arm¨® otro libro, Edible Selby (Abrams), sobre chefs en su cocina, y sigui¨® viajando a ritmo de dos elegidos por semana; gente como la editora Angelika Taschen (en Berl¨ªn), el dise?ador Keita Maruyama (Tokio), el mueblista Sergio Rodrigues (R¨ªo de Janeiro) o el zapatero Christian Louboutin en su buhardilla de Par¨ªs¡
De all¨ª ven¨ªa cuando aterriz¨® en Madrid. Con esas 12.000 fotos en dos semanas, y medio mundo cosido en avi¨®n, Selby atraves¨® el portal del edificio, subi¨® a la primera planta y cruz¨® con mirada escrutadora el umbral de un nuevo hogar/estudio (el de Mateo Mat¨¦) sin conseguir deshacerse del todo de esa extra?a sensaci¨®n de haber vivido ya esto.
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