Esta vez ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil esconder al elefante
Rajoy puede pensar que saldr¨¢ de la crisis con un cambio de Gobierno y una justicia que es lenta
Es posible que Mariano Rajoy crea que puede salir de la peligrosa situaci¨®n en que se encuentra con una combinaci¨®n entre una r¨¢pida crisis de Gobierno y una marcha lo m¨¢s lenta posible de los asuntos judiciales, alargando durante todo el tiempo que pueda la actuaci¨®n del fiscal en el caso B¨¢rcenas, sin intervenci¨®n de un juez que pueda ordenar el registro de locales o la investigaci¨®n de movimientos bancarios.
?La crisis de Gobierno le permitir¨ªa hacer salir del Gabinete a Ana Mato, cuya posici¨®n es insostenible, pero sin obligarla a dimitir. La ministra de Sanidad abandonar¨ªa amablemente el Gobierno, rodeada por otros pocos ministros cuyo relevo parezca urgente. Crist¨®bal Montoro ser¨ªa otro candidato, si surgen dudas sobre la formulaci¨®n t¨¦cnica de la amnist¨ªa fiscal y la posibilidad de que haya dejado agujeros por los que se ha podido colar, sin investigaci¨®n y de forma barata, dinero de procedencia il¨ªcita.
El problema con una crisis de este tipo es que no solucionar¨ªa ninguno de los estragos que pretender¨ªa aliviar y que el da?o moral ser¨ªa a¨²n peor. Ana Mato no debe salir del Gobierno de manera disimulada, sino, precisamente, por su vinculaci¨®n con las acusaciones de corrupci¨®n que pesan sobre ella y su exmarido, Jes¨²s Sep¨²lveda. Y si resulta que la amnist¨ªa fiscal ha sido formulada de manera tan defectuosa, el se?or Montoro no deber¨ªa abandonar el Gobierno por ning¨²n otro motivo que no sea, precisamente, esa peligrosa incompetencia.
No se trata de llevar a cabo una simple remodelaci¨®n de Gobierno, sino de dejar constancia de una reacci¨®n moral y de la necesidad imperiosa de combatir la extensa creencia ciudadana de que, de una manera o de otra, al final, va a seguir extendi¨¦ndose la horrible mancha de la impunidad.
Es posible que la se?ora Mato mantuviera una relaci¨®n tan p¨¦sima con su marido que ignorara sus andanzas o que decidiera retrasar su separaci¨®n legal por motivos religiosos. Nada de eso justifica que no haya presentado su dimisi¨®n al conocerse el informe de la polic¨ªa que relaciona a los dos con pagos ileg¨ªtimos. Existe una cosa que se llama verg¨¹enza, la turbaci¨®n ocasionada por alguna acci¨®n deshonrosa, propia o ajena. Pero hay algo peor: ?qu¨¦ motivos pueden justificar que el PP siga pagando a Sep¨²lveda, cuando pod¨ªa haber sido despedido por p¨¦rdida de confianza?
La segunda parte de la estrategia del PP parece ser mantener en manos del fiscal tanto tiempo como sea posible la investigaci¨®n de los papeles del extesorero del partido Luis B¨¢rcenas sin que participe ning¨²n juez instructor.
Hasta el momento, el fiscal no ha solicitado escuchas telef¨®nicas ni el registro de ning¨²n local (ni tan siquiera ha requerido a tiempo las cajas de B¨¢rcenas que estaban almacenadas en la sede del PP). Y no lo ha hecho porque actuaciones de este tipo no forman parte de sus competencias. Solo un juez podr¨ªa emitir esas ¨®rdenes.
Es cierto que la actuaci¨®n en solitario de un fiscal cesa en cuanto un juez, de oficio o por una denuncia, abre una instrucci¨®n. Pero de momento, el fiscal sigue adelante con sus tareas sin que exista un juez que, con m¨¢s instrumentos para acelerar la investigaci¨®n, se haga cargo del caso. Conviene aclarar que Pablo Ruz, que adem¨¢s es un juez sustituto que abandonar¨¢ su puesto en septiembre, no est¨¢ investigando los papeles de B¨¢rcenas, sino la trama G¨¹rtel.
El Gobierno y el PP han adoptado una v¨ªa peligrosa: la negaci¨®n absoluta cara al exterior, mientras se ponen en marcha maniobras internas. Si la t¨¢ctica elegida es enfrentarse a los graves conflictos que padecen negando su existencia, esa es una definici¨®n de libro para una seria enfermedad: la negaci¨®n de la realidad.
La segunda v¨ªa es todav¨ªa peor. La estrategia del camuflaje, fiscales que tardan meses en enviar sus conclusiones a un juez, jueces sin medios, juzgados en los que se van cambiado los titulares y en los que se van muriendo los casos complicados, no es ya posible en el paisaje tan des¨¦rtico en que se ha convertido la pol¨ªtica espa?ola. Esta vez va a ser muy dif¨ªcil esconder al elefante.
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