Obama y los ¡®drones¡¯
El uso de aviones teledirigidos en la lucha antiterrorista ha de someterse al imperio de la ley
Las audiencias esta semana en el Senado para la confirmaci¨®n de John Brennan como director de la CIA han proporcionado la rara oportunidad de hacer luz sobre el uso por EE UU de los aviones no tripulados, arma fundamental desde hace a?os en la eliminaci¨®n de dirigentes de Al Qaeda y sus filiales, desde Pakist¨¢n a Somalia, desde Afganist¨¢n a Yemen. Una guerra selectiva y semiclandestina ¡ªse acaba de conocer la existencia de una base de drones en Arabia Saud¨ª¡ª, incrementada exponencialmente por Barack Obama, en la que han muerto centenares de civiles y cuyo principal arquitecto es precisamente Brennan, m¨¢ximo consejero antiterrorista del presidente y coordinador de la lista de ¡°blancos humanos¡± de los aviones teledirigidos operados por la CIA y el Pent¨¢gono.
El filtrado memor¨¢ndum gubernamental sobre las bases legales que justifican la eliminaci¨®n desde el aire de sospechosos de terrorismo islamista no resiste un m¨ªnimo an¨¢lisis ¨¦tico. Su deliberadamente ambiguo e impreciso lenguaje deja al arbitrio de la Casa Blanca las vidas de quienes figuran en la lista negra, ciudadanos estadounidenses incluidos. El Ejecutivo no necesita explicar sus decisiones ni al Parlamento ni a los jueces, ni siquiera admitir el ataque.
La pol¨ªtica de la Administraci¨®n de Obama es inaceptable en este terreno, aunque est¨¦ apoyada por la mayor¨ªa de sus compatriotas. Y lo seguir¨ªa siendo caso de abrirse camino la idea de algunos congresistas para que un tribunal federal secreto apruebe la relaci¨®n de asesinatos selectivos por bombas y misiles de control remoto. Barack Obama lleg¨® por vez primera a la presidencia de Estados Unidos prometiendo acabar con los excesos antiterroristas (Guant¨¢namo incluido) que su antecesor Bush hab¨ªa elevado a categor¨ªa pol¨ªtica. Los hechos le desmienten.
Washington, donde se miran muchas democracias, pretende que sus actos de guerra se atienen por definici¨®n a los m¨¢s exigentes est¨¢ndares morales y de legalidad. Si quiere evitar la creciente percepci¨®n internacional de que su utilizaci¨®n masiva y opaca de los drones equivale en muchos casos a una ejecuci¨®n sin juicio, debe dotarse urgentemente de un conjunto aceptable de reglas conocidas, transparentes y precisas. Unas reglas que, dada la creciente difusi¨®n de la tecnolog¨ªa de estos aviones (Rusia y China ya la tienen), otros Gobiernos pudieran adoptar sin sonrojo llegado el caso.
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