So?ando hacia atr¨¢s
Reci¨¦n aterrizada de mi semanita en Roma, me invento un refugio en el que protegerme mientras mis retinas se acostumbran de nuevo ¨Cqu¨¦ feo verbo: acostumbrarse¨C a la oscuridad reinante y mi olfato se inmuniza ¨Cotra definici¨®n atroz¨C ante la pestilencia.
Me invento un sue?o al rev¨¦s. Un sue?o de tal alcance que, de haberse hecho realidad en los quince d¨ªas que tardar¨¢n ustedes en leer esto, nos encontraremos con una sonrisa en forma de luna en el semblante de este pa¨ªs, en lugar de ese inmenso emotic¨®n lloroso que ahora padecemos.
Ana Mato, farmac¨¦utica. La que una vez fue ministra de Sanidad sufre una crisis de conciencia ¨Co un exceso de consumo de trankimazin, vayan ustedes a saber¨C y decide arrendarle la farmacia a su proveedor habitual, que, en la ruina, con sus pocos ahorros se va a vivir a Quito, en donde el euro sale m¨¢s a cuenta, seg¨²n un estudio reciente. La se?ora Mato, cuya facilidad de palabra supera incluso a la de la se?ora Botella, se dedica, en la botica, a trabajar con productos naturales y un mortero. Del trato con el p¨²blico se ocupa su exmarido, que llega en bicicleta desde que le reventaron las ruedas del Lamborghini el primer d¨ªa que lo aparc¨® a la puerta. Ah, y el tal Carlos Floriano, de mancebo de los a?os cuarenta, con su batica y el pelo al cero.
En mi sue?o, el se?or Rajoy comprende y se va a Tierra Santa a hacer penitencia¡±
Alberto Ruiz-Gallard¨®n se despierta un d¨ªa y no recuerda qui¨¦n es, ni qui¨¦n fue su abuelo, ni qu¨¦ es un concebido, y mucho menos lo mucho que mand¨®. Para mayor desconcierto, se encuentra al final de una larga cola en los juzgados de la plaza de Castilla. Vagamente sabe, eso s¨ª, que quiere denunciar a alguien ¨C?quiz¨¢ a s¨ª mismo?¨C, pero que deber¨¢ pagar los costes. Se palpa la cartera: ni un eurito, caramba.
Crist¨®bal Montoro y Luis de Guindos, sorprendentemente, se encuentran en el Parlamento, pero no en el hemiciclo, sino en la calle, en medio de una de las manifestaciones m¨¢s multitudinarias que se recuerdan. Intentando disimular, se besan apasionadamente, como Ingrid Bergman y Cary Grant en la escena de la bodega de Encadenados, cuando el marido les sorprende, pero en este caso es Cristina Cifuentes quien se los lleva a la trena por esc¨¢ndalo p¨²blico. El malentendido no se aclara nunca, por lo que, gracias a Zapatero, en la mazmorra se les casa. Y bastante tienen con ense?arse lo que saben el uno al otro.
Mar¨ªa Dolores de Cospedal y Jos¨¦ Ignacio Wert: en mi sue?o, el suyo es un destino com¨²n y muy especial. Ella, pose¨ªda por el Maligno ¨Cm¨¢s, quiero decir¨C y con la cabeza d¨¢ndole vueltas, con grave riesgo de que se le ladee la mantilla, se empe?a en dar clases de Mejor Educaci¨®n para una Ciudadan¨ªa Libre. En estas llega monse?or Wert con un botafumeiro, saca a los ni?os de clase (colegio concertado: sexos segregados) y procede a liberarla de Sat¨¢n. Pero Sat¨¢n no es tonto y ha elegido El Cuerpo adecuado, el cual, poco antes de tragarse el incensario, le lanza a su oponente la peineta, dej¨¢ndole clavado al mapa de Espa?a una, grande y, por fin, bastante libre que figura en la pared.
Seguro que me dejo a alguien, pero as¨ª como a bote pronto se me ocurre, para rematar mi sue?o ¨Cnunca un deseo, l¨ªbreme el cielo velazque?o¨C, que el se?or Rajoy de repente entiende ¨Ces decir, comprende¨C y se va a Tierra Santa a hacer penitencia usando a Soraya como b¨¢culo.
Lo mejor de mi sue?o es que, cuando ustedes me leen, hay convocadas elecciones libres anticipadas, con listas abiertas y con una nueva Ley de Transparencia como inminente prop¨®sito. Ah, y c¨¢rcel para todo el que la merezca.
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