Un chiste
Vivimos en un pa¨ªs en el que los delincuentes, esp¨ªas y/o espiados, siempre encuentran la ocasi¨®n de hacerse pasar por v¨ªctimas
Un amigo le dice a otro: ?Jo, macho, qu¨¦ mala suerte tengo! Ya ves, a la infanta Cristina le ingresa su marido unos millones en la cuenta y no se entera. La ministra de Sanidad ve un Jaguar en su garaje y ni pregunta. Y a m¨ª, el viernes pasado, se me ocurre invitar a mis colegas a unas rondas despu¨¦s de cobrar la n¨®mina, y al llegar a casa resulta que mi mujer no solo lo sab¨ªa todo, sino que encima me mont¨® un pollo que no veas...
Como chiste, es estupendo. Como realidad no tiene ninguna gracia, pero eso no significa que sea triste. Es peor. Pude comprobarlo el otro d¨ªa gracias a Ana Mato, que aleg¨® en el Congreso que su persecuci¨®n implica un retroceso de d¨¦cadas en la consideraci¨®n de la igualdad de g¨¦nero, porque se la est¨¢ haciendo responsable de las acciones de su marido. Dejando de lado conceptos como amor, cari?o, complicidad, solidaridad, lealtad y, sobre todo, decencia, el argumento me pareci¨® tan chusco que intent¨¦ re¨ªrme, pero no pude. Como dir¨ªa un poeta, el insuperable cinismo de la ministra hab¨ªa cubierto mis labios de escarcha.
Algo parecido me pas¨® d¨ªas despu¨¦s con Victoria ?lvarez, la antigua amante ¡ª?cu¨¢ntas ex, ¨²ltimamente!¡ª de Jordi Pujol hijo, mientras la o¨ªa preguntarse en voz alta, a cuenta del espionaje que padeci¨®, en qu¨¦ clase de pa¨ªs vivimos. Me habr¨ªa encantado explicarle que vivimos precisamente en el pa¨ªs donde ella asisti¨® durante a?os a un trasiego incesante de billetes de 500 euros entre Barcelona y Andorra sin decir ni mu, pendiente solo de las comisiones que se le pudieran quedar entre las u?as. Un pa¨ªs en el que los delincuentes, esp¨ªas y/o espiados, siempre encuentran la ocasi¨®n de hacerse pasar por v¨ªctimas. Un pa¨ªs donde, dentro de poco, cuando el ¨²ltimo joven con talento haya tenido que emigrar por culpa de chorizos como ella, perderemos incluso el consuelo de los buenos chistes.
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