Balas y mitos ca¨ªdos en la noche africana
El h¨¦roe de las piernas de titanio cogi¨® su pistola la noche de San Valent¨ªn y mat¨® a tiros a su novia. ?Un error terrible o un asesinato? En un pa¨ªs marcado por la violencia, el juez puso en libertad bajo fianza a Oscar Pistorius. A la espera de un juicio que tiene visos de convertirse en el m¨¢s medi¨¢tico desde el de O.J. Simpson
Son las tres de la ma?ana, la noche de San Valent¨ªn, en un lujoso barrio residencial de Pretoria, el Beverly Hills de la capital sudafricana. Disparos, gritos. Llega la polic¨ªa y encuentra el cuerpo ensangrentado de una bella y joven mujer; al lado de la v¨ªctima, en estado de shock y tambi¨¦n cubierto de sangre, un hombre que reconocen inmediatamente como una leyenda nacional e internacional, uno de los deportistas m¨¢s famosos del planeta, Oscar Pistorius. El atleta la mat¨®. De eso no hay duda.
Suena al comienzo de un thriller de Harold Robbins, pero no es ficci¨®n. Hay m¨¢s, mucho m¨¢s. Todo real.
Cinco d¨ªas despu¨¦s de aquel jueves 14 de febrero un fiscal propone que Pistorius dispar¨® con una pistola a su novia, la modelo y estrella de la televisi¨®n reality Reeva Steenkamp, con la deliberada e inequ¨ªvoca intenci¨®n de asesinarla. El fiscal argumenta ante un magistrado que, pese a la pulida imagen p¨²blica que Pistorius ha procurado transmitir, la realidad demuestra que es un hombre violento. Propone la siguiente tesis: que hubo una pelea en su casa, donde aquella noche estaban solo ¨¦l y la v¨ªctima; que ella huy¨® de ¨¦l, que ¨¦l fue detr¨¢s de ella; que ella se encerr¨® en un lavabo; que ¨¦l dispar¨® cuatro veces a trav¨¦s de la puerta del lavabo y que tres de las balas penetraron en el cuerpo de la mujer, acabando con su vida. El cargo formal contra Pistorius, anuncia el fiscal, es homicidio premeditado. En Sud¨¢frica conlleva la cadena perpetua.
Pistorius no discute que ¨¦l fue quien mat¨® a Reeva Steenkamp. Pero su versi¨®n de los hechos ¡ªy ¨¦l es la ¨²nica persona en el mundo que realmente sabe lo que pas¨®¡ª es radicalmente diferente. ?l mantiene que todo fue un terrible, tr¨¢gico error. Pistorius hizo una declaraci¨®n jurada en la que afirm¨® que alrededor de las tres de la ma?ana sali¨® a una terraza pegada a su dormitorio, que compart¨ªa con la v¨ªctima. De repente oy¨® un ruido procedente de su ba?o, al que se llegaba cruzando el dormitorio, e inmediatamente concluy¨®, aterrado, que se trataba de un intruso. Cogi¨® una pistola de su habitaci¨®n y entr¨® en el ba?o, donde hab¨ªa un lavabo detr¨¢s de una puerta. Los sonidos ven¨ªan del lavabo y, al descubrir que este estaba cerrado, dispar¨® cuatro veces a trav¨¦s de la puerta. Logr¨® abrir y descubri¨®, horrorizado, que el supuesto intruso era su novia, Reeva Steenkamp, que yac¨ªa en el suelo dando sus ¨²ltimos suspiros. ¡°Muri¨® en mis brazos¡±, dijo Pistorius.
?Cu¨¢l de las dos versiones de lo ocurrido en la casa la madrugada del d¨ªa de los enamorados es la verdadera? ?Un triste pero comprensible error o un asesinato pasional? Esta es la cuesti¨®n que debate toda Sud¨¢frica y medio mundo; es la cuesti¨®n que se debatir¨¢ de manera exhaustiva entre los abogados rivales cuando se celebre el juicio, seguramente en menos de seis meses; y es la cuesti¨®n que se debati¨® esta semana ante un magistrado cuya labor consisti¨® en determinar si Pistorius merec¨ªa ser liberado bajo fianza. Ayer el juez decidi¨® que s¨ª. Le concedi¨® la libertad condicional y le impuso una fianza de 85.000 euros. Pistorius podr¨¢ dormir en casa de unos familiares (tiene prohibido ir a su vivienda de Pretoria) y deber¨¢ acudir dos veces por semana a comisar¨ªa.
La conmoci¨®n mundial generada por el breve ensayo de juicio llevado a cabo entre el martes y ayer indica que este va a ser el caso legal m¨¢s medi¨¢tico desde el juicio del deportista estadounidense OJ Simpson por el asesinato de su exesposa en 1994. En aquel entonces el consenso inicial entre la mayor parte del p¨²blico fue que Simpson era culpable, aunque un jurado finalmente lo declar¨® inocente. La diferencia fundamental con el caso Pistorius es que nunca se estableci¨® que Simpson hab¨ªa disparado la pistola. Otra importante diferencia es que Simpson es un hombre negro y su exesposa era blanca; en el caso Pistorius, afortunadamente para Sud¨¢frica, no existe ning¨²n componente racial. La divisi¨®n de opini¨®n nacional no se definir¨¢, como ocurri¨® durante el juicio de Simpson, por el color de la piel.
Tambi¨¦n hay una importante diferencia t¨¦cnica con el caso Simpson, y es que en Sud¨¢frica no existen los jurados; ser¨¢ un un juez el que decidir¨¢ el destino de Pistorius.
Con lo cual los abogados que defender¨¢n a Pistorius no contar¨¢n con el recurso con el que contaron los de Simpson de poder apelar a las emociones de 12 personas elegidas al azar. Ante un jurado hubieran tenido una importante arma a su favor: la extraordinaria historia de Oscar Pistorius. Consideren lo siguiente, podr¨ªa haber dicho uno de los abogados de Pistorius, dirigi¨¦ndose a los se?ores y se?oras del jurado: un ni?o nace con un defecto cong¨¦nito y le amputan las piernas por debajo de las rodillas a los 11 meses. Su desaf¨ªo para cuando sea mayor: convertirse en un atleta capaz de correr en unos Juegos Ol¨ªmpicos contra los hombres m¨¢s r¨¢pidos del mundo. El objetivo no solo era imposible, el mero hecho de proponerlo en voz alta habr¨ªa parecido una broma de p¨¦simo gusto. Pero Pistorius lo logr¨®. Compiti¨® en las semifinales de los 400 metros lisos en los Juegos de Londres de 2012. ¡°?Ha habido en toda la historia del deporte,¡± podr¨ªa haber preguntado el abogado de Pistorius, ¡°un ejemplo m¨¢s admirable, ¨²nico o extraordinario de perseverancia, de valent¨ªa, de fe?¡±. La respuesta tendr¨ªa que ser que no. Porque la verdad es que Pistorius ha inspirado no solo a sus compatriotas sudafricanos, que hasta los sucesos del 14 de febrero lo ten¨ªan como una figura heroica, sino al mundo entero.
Pero tales argumentos tendr¨¢n un valor limitado, no decisivo. Los abogados de Pistorius se tendr¨¢n que remitir a los hechos, sabiendo que cualquier intento de manipulaci¨®n emocional del juez al estilo OJ Simpson podr¨ªa volverse en su contra. Y los hechos, empezando por la irrefutable y enorme verdad de que Pistorius mat¨® a su novia, no juegan a favor de la defensa.
Esta semana no le cost¨® mucho al fiscal del caso subrayar las aparentes inconsistencias en la narraci¨®n de Pistorius. Si hay solo dos personas dentro de una casa, dijo, y una oye un ruido en el ba?o en medio de la noche, lo l¨®gico es suponer que se trata de la otra persona; lo l¨®gico tambi¨¦n es comprobar si la otra persona est¨¢ en la cama que uno comparte con ella, despertarla y preguntarle si tambi¨¦n oy¨® el ruido; lo l¨®gico, si no est¨¢ en la cama, es suponer que es ella la que est¨¢ en el ba?o. Lo il¨®gico es suponer que un ladr¨®n vaya a encerrarse en un ba?o; lo il¨®gico es disparar primero y hacer preguntas despu¨¦s.
Sud¨¢frica ya est¨¢ dividida en dos, entre aquellos que creen la versi¨®n expuesta por el fiscal, que consideran absurda la versi¨®n de Pistorius de que la muerte de Steenkamp fue un accidente, y aquellos que no desean abandonar la fe invertida con enorme entusiasmo durante a?os en el mito sudafricano m¨¢s admirado desde Nelson Mandela.
El problema del fiscal ser¨¢ demostrar beyond a reasonable doubt ¡ªm¨¢s all¨¢ de cualquier duda razonable, como exige la ley sudafricana¡ª que Pistorius mat¨® a Steenkamp de manera intencionada, sabiendo que ella era su v¨ªctima. No hay testigos oculares. Como mucho, parece que, seg¨²n la polic¨ªa, hay unos vecinos que oyeron gritos a la hora del crimen. Pero lo que est¨¢ claro es que los abogados defensores se centrar¨¢n en la violencia end¨¦mica que padece Sud¨¢frica, en el temor general que la poblaci¨®n tiene a ser atacada, robada, asesinada. La versi¨®n de los hechos presentada por Pistorius no ser¨ªa cre¨ªble en un pa¨ªs relativamente pac¨ªfico como Espa?a, Noruega o incluso Estados Unidos. Pero en el contexto criminal sudafricano lo puede llegar a ser: el ataque de miedo que dijo haber sentido Pistorius cuando oy¨® el supuesto ruido en su casa en medio de la noche (¡°ca¨ª preso del p¨¢nico¡±, fueron sus palabras exactas) tiene su coherencia en un pa¨ªs donde todos conviven con esa misma pesadilla, sin excluir a los jueces. La paranoia en Sud¨¢frica no es siempre una enfermedad; puede ser enteramente racional.
Pero existe otro terreno de la opini¨®n p¨²blica en el que la defensa de Pistorius es vulnerable. Desde mucho antes de la muerte de Steenkamp un sector importante de la sociedad civil, al que pertenec¨ªa la propia v¨ªctima, se ha movilizado para denunciar la violencia extrema en Sud¨¢frica contra las mujeres. Un estudio reciente del respetado Medical Research Council sudafricano (Consejo de Investigaci¨®n M¨¦dica) revel¨® que el ¨ªndice de violencia contra las mujeres en Sud¨¢frica supera la media mundial por un factor de cinco. Una mujer es violada en Sud¨¢frica cada cuatro minutos y una es asesinada cada ocho horas por su pareja o por un familiar.
Un grupo de manifestantes, casi todas mujeres, se present¨® cada d¨ªa de esta semana en la calle ante el tribunal donde compareci¨® Pistorius exigiendo su cabeza. Desean que se le condene por asesinato sabiendo que, siendo un personaje tan famoso, su castigo servir¨ªa como mensaje ejemplar.
Hay infinidad de precedentes, pero hay uno en particular que recuerda el caso Pistorius, por lo inveros¨ªmil del caso y por que tambi¨¦n tuvo como uno de sus protagonistas a un personaje famoso. Se trata de Charlize Theron, la actriz de Hollywood ganadora de un Oscar, nacida en Sud¨¢frica en 1975. El padre de Theron fue un hombre abusivo, borracho, que ten¨ªa la costumbre de amenazar a la madre de Theron con su pistola. Una noche, cuando Charlize ten¨ªa 15 a?os, la madre temi¨® que esta vez su marido realmente la iba a matar. En vez de someterse a su destino, tom¨® la iniciativa. Sac¨® una pistola, ante la mirada de su hija adolescente, y lo mat¨®. Se la juzg¨® por asesinato pero fue declarada inocente. Se demostr¨® que hab¨ªa actuado en defensa propia.
De manera bastante m¨¢s pol¨¦mica, y m¨¢s dificil de demostrar, Pistorius argumenta que actu¨® igual; que ¨¦l tambi¨¦n mat¨® creyendo que era en defensa propia. Pase lo que pase, sea declarado inocente o culpable, Pistorius no podr¨¢ seguir adelante y prosperar despu¨¦s del juicio como hicieron la se?ora Theron y su hija. ?l seg¨® una vida y ha destrozado la suya. La pena es que Pistorius, un fan¨¢tico de las armas, no hubiera actuado como recomend¨® Charlize Theron en una entrevista que dio a la televisi¨®n estadounidense en 2004 sobre la muerte de su padre.
¡°Lo terrible¡±, dijo Theron, ¡°es que todo el mundo en Sud¨¢frica va armado¡ Es el estilo de vida all¨¢. No deber¨ªa uno de tener armas en la casa porque, cuando la gente se vuelve irracional y emocional y se emborracha, cosas terribles pueden ocurrir¡±.
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