Tengo un sue?o, ?maldita sea!
Jos¨¦ K. se imagina un debate en el Congreso sobre el estado de la naci¨®n en el que hubieran hablado los desahuciados. Pero tambi¨¦n Luis B¨¢rcenas o Jes¨²s Sep¨²lveda, a requerimiento del jefe del Gobierno
No es cierto, se dice Jos¨¦ K. en ese duermevela en el que se han convertido sus noches desde hace algunos meses, que el cementerio est¨¦ lleno de cenas copiosas. Lo estar¨¢, sugiere, de cenas en exceso frugales, como la suya, que la pensi¨®n da para lo que da y se acabaron aquellos tiempos de las acelgas y el lenguadito. Las acelgas. Sin m¨¢s. Y en esa so?era, se entrev¨¦ nuestro hombre a s¨ª mismo deambulando por las calles del barrio, vestido con maltrechos harapos que parecen sacados de Los Miserables. Gran Victor Hugo. Quiz¨¢ por acercarse al siglo, el dios de los sue?os le calza, adem¨¢s, un gorro frigio, consciente de que a Jos¨¦ K. el s¨ªmbolo universal de la libertad y el republicanismo le llenar¨¢ de orgullo y le servir¨¢ para darse el pisto frente a amigos y allegados. Pero no es as¨ª, porque Jos¨¦ K. cree que tan peculiar sombrero, seg¨²n desde d¨®nde se mire, se asemeja demasiado a la barretina. Y aunque circunspecto en sus alegr¨ªas, no se ve nuestro hombre tocado de esa guisa y danzando con aplicaci¨®n La sardana de les Monges mientras suena la pertinente cobla. Y menos, se asusta, en tiempos tan agitados para las identidades nacionales.
La achicoria del desayuno y las dos galletitas de refuerzo ¡ªsin az¨²car, adem¨¢s¡ª apenas si alcanzan a despabilarle. Llegada la hora, enciende Jos¨¦ K. la radio Telefunken que compr¨® con la extra que le correspondi¨® en alg¨²n momento. Un d¨ªa descubri¨® en ese aparato a un se?or que se llama I?aki Gabilondo, y all¨ª dej¨® clavado el dial, inamovible desde entonces, que no ha encontrado razones suficientes para cambiarlo con sus sucesores. ¡°Comienza el debate del estado de la naci¨®n¡¡±, oye a trav¨¦s de las ondas. Bien asentado en la enea, vaso de agua al alcance de la mano, Jos¨¦ K. comienza a escuchar al presidente del Gobierno.
Escasamente cantar¨ªn, vivaracho o sandunguero, el discurso de p¨²lpito de Mariano Rajoy transcurre como de habitual, en esa monoton¨ªa que solo ¨¦l sabe imprimir a sus pr¨¦dicas, m¨¢s proclives a generar pl¨¢cidos bostezos que nerviosas agitaciones. En un momento se oye algo as¨ª como ¡°¡ este es el gran cambio econ¨®mico de los ¨²ltimos meses¡± o ¡°el super¨¢vit de la balanza de pagos por cuenta corriente previsto para 2013 es el indicador m¨¢s representativo del saneamiento de nuestra econom¨ªa¡¡±. Se le estaban cerrando los ojos de forma involuntaria a nuestro hombre cuando escucha al presidente decir que ¡°Espa?a ha superado en 2012 los peores riesgos financieros y las mayores amenazas econ¨®micas que ha conocido en muchos a?os¡±.
Y Jos¨¦ K. tiene entonces un sue?o. Es justo en este momento cuando vislumbra que el debate del estado de la naci¨®n exige otro formato, otra hechura, una concepci¨®n y un desarrollo absolutamente distintos: una aut¨¦ntica revoluci¨®n. Estos debates han de experimentar una conmoci¨®n, ver c¨®mo una explosi¨®n ¡ªmetaf¨®rica¡ª se lleva los cuatro grandes cuadros hist¨®ricos que enmarcan el hemiciclo, incluso las pinturas de la b¨®veda de Carlos Luis de Ribera que all¨ª est¨¢n desde 1850. Paredes fuera, puertas abiertas, techos levantados. Que pasen otros protagonistas, que est¨¢n cerca del palacio de la carrera de San Jer¨®nimo, apenas si a unos kil¨®metros. ?Quiere Jos¨¦ K. entonces echar del Congreso a los representantes de los ciudadanos elegidos democr¨¢ticamente? En absoluto, se apresura a tranquilizarnos. Pero alternemos. Como una rica tarta: una capa de bizcocho, otra de mermelada, otra de bizcocho, una m¨¢s de nata pastelera y, por encima, un gustos¨ªsimo chocolate.
Imag¨ªnense que B¨¢rcenas, llamado por Rajoy, cuenta c¨®mo se ha hecho con su fortuna?
Que las mareas, blancas y verdes, tomen asiento en el recinto dedicado por la democracia a conocer los pesares de los ciudadanos y a tomar medidas para remediarlos. Entornen los ojos y tras hablar Rajoy de la superaci¨®n de los problemas, vean c¨®mo sube a la tribuna Pepita Cifuentes, una profesora a la que han recortado el presupuesto para poder medio educar a unos cuantos ni?os, criados en alguno de esos casi dos millones de hogares en los que todos los miembros de la familia est¨¢n en paro. O, por supuesto, a Jacinto Berm¨²dez, uno de esos padres, mayor de 55 a?os, que forma parte del ej¨¦rcito de medio mill¨®n de ciudadanos que no tiene la menor oportunidad de volver a trabajar en su vida. O, por qu¨¦ no, a Juanito Dom¨ªnguez, 23 a?os, uno de los dos millones y medio de licenciados universitarios sin trabajo. Quiz¨¢, piensa Dom¨ªnguez, tristemente esperanzado, logre en un futuro un minijob de 400 euros al mes. Un lujo, un frenes¨ª.
?Seguimos con la sanidad? ?Con la investigaci¨®n? ?Con la cultura? ?O mejor traemos a la tribuna a Elisa Rodr¨ªguez, 86 a?os, desahuciada de su piso de 40 metros cuadrados en el que vive desde 1952 porque su hija, a la que un d¨ªa aval¨®, no ha podido pagar la hipoteca porque ha perdido su trabajo? Aunque seguramente haya quien prefiera la presencia en ese lugar tan preeminente de Aurora Garc¨ªa, a la que se ha cortado, de ra¨ªz, cualquier ayuda para atender a su marido y su suegra, ambos dependientes¡ ¡°Tengo un sue?o: que un d¨ªa esta naci¨®n se pondr¨¢ en pie y vivir¨¢ el verdadero significado de su credo: ¡®Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres han sido creados iguales¡± (1).
Pero no acaba aqu¨ª el sue?o, no, porque Jos¨¦ K. ha ideado otra variante no menos luminosa. Ha sido al o¨ªr a Rajoy afirmar enf¨¢ticamente que la ¡°corrupci¨®n es un problema que alarma a los ciudadanos y que un pa¨ªs que se respete, debe perseguirla tan pronto como aparezca¡±. Imag¨ªnense esta gr¨¢cil cabriola: se vuelve Rajoy hacia un lado y dice: ¡°Luis B¨¢rcenas, por favor¡±. Y entonces entra Luis B¨¢rcenas. Mira al respetable, se despoja de su caro abrigo y comienza su miserere. Cuenta, con detalle, c¨®mo se ha hecho con al menos 38 millones de euros para esconderlos en Suiza, mientras ocupaba con gran pompa y abundante secretariado un despacho al lado del hoy presidente del Gobierno. Explica tambi¨¦n, con todo lujo de detalles, ese engorroso asunto de la contabilidad B, las donaciones y los sobres. Y hasta ense?a c¨®mo y cu¨¢nto cobr¨® del PP hasta hace dos d¨ªas.
Sin soluci¨®n de continuidad, Rajoy llama a Jes¨²s Sep¨²lveda. ¡°Jes¨²s, por favor¡±. Y el exalcalde de Pozuelo no duda en desmenuzar el medio mill¨®n de euros que recibi¨® de la trama G¨¹rtel: que si unos coches de lujo, que si unos viajecitos, unos cumplea?os de los ni?os¡ Ana Mato, su esposa en aquellos d¨ªas, sale tambi¨¦n al estrado a requerimiento del presidente del Gobierno, y manifiesta su total inocencia sobre aquel Jaguar que nunca vio, los hoteles que nunca disfrut¨® o los disfraces de los diablillos que acudieron a tan inocentes onom¨¢sticas¡ Tras ellas, Rajoy, cabizbajo, presenta la renuncia a ejercer la presidencia del pa¨ªs. Qu¨¦ menos.
Choca que el pasado solo le pese a Rubalcaba, mientras el presidente va ligero de equipaje
Hay m¨¢s cosas en el sue?o. Maldita sea, dijo Alfredo P¨¦rez Rubalcaba. Jos¨¦ K. est¨¢ de acuerdo. Un horror. Un espanto. Qu¨¦ desgracia aquella de tantos a?os perdidos, de tantos graves errores, de tanto holl¨ªn que empa?¨® lo brillante que en un momento se pudo lucir. Choca a Jos¨¦ K., sin embargo, que el pasado ¡ªZapatero¡ª solo le pese en la mochila a Rubalcaba, mientras Mariano Rajoy va ligero de equipaje como el viajero de Antonio Machado, sin que los hilillos del Prestige, la guerra de Irak o la utilizaci¨®n obscena del 11-M ¡ªAznar¡ª le persigan, cuando estuvo metido, de hoz y coz, en todos y cada uno de tan cenagosos asuntos.
As¨ª que malditas sean, s¨ª, aquellas decisiones equivocadas. Pero malditas y malditas, mil veces malditas, las que ahora nos est¨¢n robando el futuro.
(1) ¡°I say to you today, my friends, even though we face the difficulties of today and tomorrow, I still have a dream. It is a dream deeply rooted in the American Dream. I have a dream that one day this nation will rise up and live out the true meaning of its creed: ¡®We hold these truths to be self-evident; that all men are created equal¡±.
Martin Luther King, 28 de agosto de 1963. Lincoln Memorial, Washington
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