Las rubias
Una se queda rumiando cu¨¢l es el criterio de selecci¨®n con que los hombres poderosos eligen a sus amistades entra?ables
En el gran abanico de condiciones que influyen en la infravaloraci¨®n de una trabajadora nos faltaba una fundamental: ser rubia. Ser rubia es muy dif¨ªcil. No sabemos si tanto como ser negra, como ser negra pobre, como ser latina inmigrante, como tener hijos y no contar con nadie que los atienda mientras se trabaja, o como ser simplemente mujer en un mundo laboral en el que por sistema se retribuye m¨¢s a los hombres. La princesa Corinna ha puesto sobre el tapete un h¨¢ndicap que ninguna otra mujer hab¨ªa verbalizado: ser rubia. Un adjetivo que contiene otro que esta ejecutiva de alto standing no ha querido pronunciar, seguramente por modestia: ser guapa. Ser rubia y guapa. Un impedimento, sin duda, para hacerse con una agenda nutrida de contactos, manejar hilos y relaciones estrat¨¦gicas entre instituciones internacionales. Pero la se?ora Zu Sayn-Wittgenstein salv¨® todos los escollos provocados por la maldita gen¨¦tica. Le sobr¨® tiempo incluso para echar una mano de manera gratuita a desastrosos pa¨ªses como el nuestro en alguna crisis diplom¨¢tica. ?Qu¨¦ crisis? La princesa no puede entrar en detalles porque se tiene por una mujer discreta y los secretos de Estado, como todo el mundo sabe, no se pueden contar. Y como a las rubias, tambi¨¦n es sabido, les ocurre como a las testigas,que no pueden mentir, nuestra hero¨ªna ha advertido que en su ¨¢nimo jam¨¢s ha estado ni estar¨¢ el perjudicar a la Casa del Rey. L¨¢stima que a los ojos de cualquiera el resultado del fin de su silencio sea radicalmente el contrario. La alucinada lectora se queda rumiando cu¨¢l es el criterio de selecci¨®n con que los hombres poderosos eligen a sus amistades entra?ables, y cu¨¢l es el de esas entra?ables amigas.
Pero puede que mis palabras contengan un inconsciente prejuicio contra las rubias que, como se nos acaba de comunicar, lo tienen bastante dif¨ªcil.
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