H¨¦roes por un d¨ªa
Pamela Golbin reflexiona sobre lo individual y grupal en la industria de la moda. Un nuevo tipo de ¡®fashion victims¡¯ se agolpan a las puertas de los desfiles para ser fotografiadas.
¡°Deber¨ªamos todos ser un poco inveros¨ªmiles¡± (Oscar Wilde)
?El culto a la individualidad, incluso en su forma m¨¢s extravagante, pone a prueba los l¨ªmites de la imaginaci¨®n y la tolerancia colectiva de una ¨¦poca, una cultura o un grupo social, y a veces hace que se tambaleen las ideas recibidas. En realidad, los individuos ¡°exc¨¦ntricos¡± siempre han tenido un papel fundamental en la moda, con su rechazo a las normas y su redefinici¨®n constante de los par¨¢metros de lo que se puede llevar y resulta apropiado. Provocador, reformista o iconoclasta seg¨²n las ocasiones, el exc¨¦ntrico se desmarca a ultranza de su entorno, pero necesita el espejo que constituye la mirada de los dem¨¢s para afirmarse. Esa es la paradoja, y uno de los desaf¨ªos, de la moda actual: c¨®mo hacer pensar a una persona entre mil que es ¨²nica y que ese car¨¢cter ¨²nico solo es pertinente si est¨¢ validado por un grupo, una familia, una tribu, en paralelo con el sistema o contra ¨¦l. En otras palabras: c¨®mo definir la pertenencia de cada persona y al mismo tiempo singularizarla. De ah¨ª el deseo de algunas casas de tener un director emblem¨¢tico, alguien simb¨®lico y con carisma indiscutible que, a ser posible, atraiga m¨¢s admiradores que nadie.
¡°Mi trabajo no consiste solo en ejecutar, sino sobre todo en inventar. La creaci¨®n es la clave de mi ¨¦xito¡± (Charles-Fr¨¦derick Worth)
Hay un antes y un despu¨¦s de Worth. Hasta entonces, el papel de un modista o un sastre se limitaba al de mero ejecutor, encargado de confeccionar los modelos exigidos por los sucesivos dictados de cada ¨¦poca.
En 1868 Worth no solo empieza a dise?ar sus propios modelos y seleccionar todos sus tejidos, sino que, sobre todo, se atreve a lo impensable: se permite firmar cada una de sus creaciones, como un gran pintor, y pone su nombre en el interior de cada prenda. As¨ª, tras siglos de verse relegado a un papel subalterno, el modista se convierte en un artista de pleno derecho, el responsable de que se haga todo y cuyo gran imperativo es la innovaci¨®n. A partir de ese momento, es el modista, y no el ilustre cliente, quien dicta las tendencias, quien distingue el buen gusto del malo, quien impone su visi¨®n y tiene la ¨²ltima palabra. Ese traspaso de poder permite que se ponga en marcha el sistema de la moda que conocemos hoy.
¡°Todo el mundo tiene sus 15 minutos de fama¡± (Andy Warhol)
La globalizaci¨®n hace inevitable que las casas de costura se conviertan en marcas, que en la actualidad se han transformado en unas multinacionales con un valor de miles de millones de euros. Lo que en otro tiempo era una firma original, reconocible entre las dem¨¢s, se ha convertido en un discurso bien engrasado, de facetas multiculturales, que todos pueden descifrar.
En el centro de este dispositivo, el creador todopoderoso es hoy una superestrella adulada y perseguida por sus groupies, que enarbolan, como hinchas de f¨²tbol, camisetas con los colores del club. Es el nuevo juego social propulsado por los medios de comunicaci¨®n y en el que participan las marcas, que se benefician de este entusiasmo viral.
?Qu¨¦ ha sido de los provocadores e iconoclastas de anta?o? Se dir¨ªa que lo que m¨¢s importa hoy, el objetivo declarado, ya no es seguir al ¨ªdolo y entrar en el sanctasanct¨®rum, el desfile de moda, sino dejarse ver a toda costa. Por eso este nuevo tipo de fashion victims que se agolpan en hordas a la entrada de los desfiles, con la esperanza no de poder acceder, sino de que las fotograf¨ªen desde todos los ¨¢ngulos para quedar inmortalizadas en Internet. ?Van en busca desesperada de sus 15 minutos de gloria o de una nueva forma de reconocimiento?
Igual que esos miles de blogueros que aparecen en la Red y que cuentan todo, cualquier cosa, que crean su propio cine y aguardan su turno para unirse a los grandes. Ya sea a trav¨¦s de Facebook, Twitter o Tumblr, una jaur¨ªa de ¨¢vidos internautas reproduce y comparte sus im¨¢genes y sus comentarios. Los m¨¢s afortunados hacen caja con su fama y empiezan a recibir invitaciones a desfiles o incluso son contratados por las grandes marcas. ?Qu¨¦ aportan de nuevo estos fervientes aficionados? Sin duda, una despreocupaci¨®n, una ingenuidad que hace m¨¢s accesible el mundo del lujo, a veces demasiado sofisticado e intocable para algunos. En un paisaje saturado de campa?as publicitarias repetidas hasta la saciedad, estos blogs inspiran cierto frescor, una fachada de sencillez anclada en una realidad fantasma, una especie de proximidad, de intimidad compartida, que seduce con ligereza a los posibles consumidores.
En un mundo en el que globalizaci¨®n rima con normalizaci¨®n, el culto a la individualidad alimenta el motor siempre acelerado de la moda. Como perfectas figuras publicitarias, celebridades m¨¢s o menos ef¨ªmeras se prestan a demagogias medi¨¢ticas y asumen, en el tiempo que dura una temporada, el papel de artistas portavoces que tanto apreciaba Worth. De una forma u otra, la moda siempre se ha alimentado de fuertes individualidades para mejor renacer de sus cenizas. Ya lo resumi¨® el escritor moralista Jean de la Bruy¨¨re en 1688: ¡°Una moda es algo que, nada m¨¢s destruir una moda anterior, queda abolida por otra m¨¢s nueva, que a su vez cae ante la que la sigue, que por su parte no ser¨¢ la ¨²ltima: hasta ese punto llega nuestra levedad¡±.
Pamela Golbin es conservadora jefe de moda y textiles en el museo de Les Arts D¨¦coratifs de Par¨ªs.
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