Europa, el paquidermo
La Uni¨®n Europea ha dejado de ser un sue?o para convertirse en pesadilla de muchos
En el a?o 1515 lleg¨® desde la India un rinoceronte a Lisboa, donde estaba viviendo un amigo de Alberto Durero, que le cont¨® el acontecimiento por carta. Y tan bien se lo describi¨®, que el artista alem¨¢n grab¨® ese mismo a?o Rhinocerus, su famosa xilograf¨ªa de ese animal hasta entonces desconocido en el Occidente, retratado, dijo el propio Durero, ¡°en toda su complexi¨®n¡±. Alguna vez he visto en zool¨®gicos, no siendo aficionado a la caza ni al safari de grandes mam¨ªferos, uno de estos paquidermos tan poco parecidos, al contrario que el orangut¨¢n o el ping¨¹ino, a los seres humanos. El rinoceronte, como su pariente sin cuernos el hipop¨®tamo, son animales de belleza antediluviana, representantes de una zoolog¨ªa m¨¢s on¨ªrica que consuetudinaria. Lo raro es que todav¨ªa existan en este mundo tan expeditivo.
Uno de sus encantos, exagerado de un modo pre-cubista por Durero, es su piel cori¨¢cea, casi una armadura compuesta de partes de distinto tama?o y textura; tambi¨¦n se hace notar su andar parsimonioso. Por eso me acuerdo de ellos cada vez que Europa da un movimiento que nos afecta. Hemos creado en el laboratorio gen¨¦tico de la utop¨ªa una criatura prodigiosa de gran fantas¨ªa, pero el experimento ha fracasado, y tal vez ha llegado el momento de no prolongar m¨¢s su existencia. El riesgo de que el animal inventado se revuelva contra sus creadores y los patee en una estampida general de la ciudadan¨ªa es demasiado grande.
Pens¨¦ en ello cuando Javier Solana, por quien siento, desde que fue el mejor ministro de Cultura que ha habido en nuestra democracia, aprecio, dijo una frase que quer¨ªa ser constructiva. Solana le respond¨ªa a Elena Valenciano, compa?era del PSOE, quien hab¨ªa manifestado d¨ªas antes que ¡°Europa no nos quiere, solo nos rega?a¡±, a lo que el antiguo secretario general de la OTAN respondi¨®: ¡°Dejad de hablar de si Europa nos quiere o no, de si nos dicta o no... ?Tenemos que quererla nosotros!¡±. Antes de que la Uni¨®n Europea dejara de ser un sue?o para convertirse en pesadilla de muchos, nosotros la quer¨ªamos, y celebramos la promesa de que un gran volador de plumaje variado o una gacela adiestrada para las carreras de fondo nos iba a llevar por los aires del infinito, o al menos, todos juntos, hacia la meta de una marat¨®n popular. No ha sido as¨ª. La Europa mercantil nos ahoga a la mayor¨ªa. La Europa jurisprudente nos vigila de un modo que ser¨ªa aceptable si de esa vigilancia surgiera la salvaci¨®n general, y no el ordenancismo dictado por los happy few de un funcionariado hueco y costoso. La Europa del igualitario bienestar econ¨®mico se disipa cada d¨ªa m¨¢s, si exceptuamos a los afortunados germanos, germanos ricos y poco hermanos de consanguinidad.
Hemos creado en el laboratorio de la utop¨ªa una criatura prodigiosa, pero el experimento
ha fracasado
Ya sab¨ªamos desde antes del estallido de la crisis bancaria y monetaria que Europa no serv¨ªa para la pol¨ªtica exterior, encomendada, por com¨²n consenso de cupos, a una oscura diplom¨¢tica totalmente carente de la visi¨®n y el empuje que, por ejemplo, le dio al mapamundi Hillary Clinton. Las iniciativas de intervenci¨®n armada tomadas en los graves conflictos africanos, tanto en el Magreb como en el Sahel, lo fueron porque dos o tres pa¨ªses miembros, actuando al margen del Consorcio Europa, las sacaron adelante. Por no hablar del sangrante fracaso del largamente anunciado (y suponemos que costeado) sistema de detecci¨®n de embarcaciones ilegales cargadas de subsaharianos y encaminadas a las costas del sur europeo. El sistema, seg¨²n lo entendimos, estaba dise?ado no para protegernos de unos inmigrantes desesperados sino para protegerles a ellos de la precariedad que les espera, del sufrimiento y, a menudo, de la muerte en el mar. Siguen llegando y siguen muriendo ahogados, y siguen hacinados por millares en playas del Atl¨¢ntico y el Mediterr¨¢neo, a la espera de que los tratantes de una red criminal de explotaci¨®n que no parece ser perseguida por ninguna autoridad competente se digne embarcarles a cambio de un dineral como carne de horca.
Y qu¨¦ decir de una Comisi¨®n Europea en la que sigue al frente uno de los pol¨ªticos m¨¢s trapaceros, y de m¨¢s turbio pasado, que hemos visto moverse en los escenarios del poder. ?O es que se ha olvidado que Dur?o Barroso estuvo al lado de Bush, Blair y Aznar en la repulsiva foto de las Azores, en su calidad de anfitri¨®n y c¨®mplice de una de las grandes infamias de la historia reciente, la guerra de Irak? El mismo Dur?o Barroso que peri¨®dicamente propone para cargos de comisariado a fascistoides, a ver si cuelan. No col¨® en el a?o 2004 el integrista y ac¨¦rrimo berlusconiano Rocco Buttiglione, propuesto al frente de la Comisar¨ªa de Derechos Civiles, pero ha colado (las protestas quedaron amortiguadas por la magnitud de los otros frentes en crisis) el halc¨®n malt¨¦s Tonio Borg, nombrado a finales de 2012 comisario de Sanidad, pese a su historial de antiabortista y hom¨®fobo furibundo. ?No hab¨ªa en n¨®mina alguien menos insano?
Hace unos d¨ªas, Javier Solana volvi¨® a sacar de paseo su fe europe¨ªsta, esta vez por escrito en estas mismas p¨¢ginas de opini¨®n (Europa y la modernizaci¨®n de Espa?a, 26/2/2013). Ped¨ªa el estadista m¨¢s ¡°imaginaci¨®n en la apuesta por la integraci¨®n¡±, denunciando la ¡°falsa y creciente sensaci¨®n de que la Uni¨®n Europea act¨²a contra nosotros¡±. Yo no creo que ese artefacto engendrado con la mejor voluntad y la mayor esperanza act¨²e contra nosotros. Simplemente: no act¨²a, y, cuando lo hace, entreteni¨¦ndose en legalismos muchas veces irrelevantes. La criatura adem¨¢s, ha crecido con un gigantismo que, por bienintencionado que fuese en teor¨ªa, se demuestra impracticable, al convertirse en foco de nuevas desigualdades, apa?os, ego¨ªsmos y sometimientos a un injusto orden mundial. Yo no tengo, naturalmente, la soluci¨®n de este monumental fracaso, y les imagino a ustedes, lectores, tanto los indignados como los resignados, igual de perplejos. Pero no me cabe duda de que la zoolog¨ªa fant¨¢stica, sobre la que Borges nos deleit¨® en uno de sus libros m¨¢s ocurrentes, funciona infinitamente mejor como obra de ficci¨®n. La realidad del paquidermo europeo nos paraliza, nos desanima, nos hace andar hacia atr¨¢s, suscita odios raciales y furores nacionalistas, abocando quiz¨¢ al bello animal a reunirse con los dem¨¢s mam¨ªferos amenazados en el parque de las ilusiones perdidas: un noble y muy antiguo continente convertido en reserva de especies moribundas. O disecadas.
Vicente Molina Foix es escritor.
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