La risa tonta
Lo que resulta absolutamente ins¨®lito en la psicolog¨ªa de la gobernaci¨®n en Espa?a es que el papel de gracioso oficial lo ejerza un ministro de Hacienda
El ministro franquista Jos¨¦ Sol¨ªs fue apodado ¡°la sonrisa del r¨¦gimen¡±. En medio de aquella banda torva, cumpl¨ªa muy bien la tarea populista encomendada. Un tipo chistoso, dicharachero, generoso en palmadas y medallas de lat¨®n, e incluso capaz de hacer llorar de emoci¨®n patri¨®tica a futuros emigrantes para que se fuesen a trabajar, s¨ª, al extranjero, jodidos pero contentos. Al fin y al cabo, era titular de Trabajo. En momentos moment¨¢neos de la historia, siempre aparecen este tipo de hipnotizadores de masas que intentan hacer ver blanco lo que es negro o viceversa. Lo que resulta absolutamente ins¨®lito en la psicolog¨ªa de la gobernaci¨®n en Espa?a es que el papel de gracioso oficial lo ejerza un ministro de Hacienda. F¨¢tima B¨¢?ez, la actual responsable de Trabajo, pertenece a un orden misterioso del lenguaje, todav¨ªa por codificar. Hay que reconocer, de entrada, que el tipo de humor de Crist¨®bal Montoro poco tiene que ver con el de Sol¨ªs. Es mucho m¨¢s moderno, claro, aunque utilice tambi¨¦n claves costumbristas, y presente un prodigioso parecido en la condensaci¨®n de recursos gestuales, cin¨¦ticos y fon¨¦ticos con La vieja del visillo de Jos¨¦ Mota, esa gran cotilla minimalista. Nada de exuberancias. Nada de lexemas amables. Los textos de Montoro siempre tienen algo de extexto o pretexto. Su forma habitual es la mueca o la sonrisa displicente. Ese malhumor hacia la disidencia es una forma pervertida de humor: un humor confiscado. El del capitalismo cascarrabias al que no le cuadran las cr¨ªticas. Por eso sus intervenciones m¨¢s desinhibidas, m¨¢s logradas, m¨¢s aut¨¦nticas, son aquellas que se presentan no como contabilidad sino como ajuste de cuentas. Su iron¨ªa es la de quien retuerce el cuello en el hemiciclo a gallinas de goma, mientras los grandes depredadores oscurecen el cielo. Vivimos en un tiempo en que todo mete miedo, tambi¨¦n la risa del que manda. Sobre todo, dicho sea de paso, cuando la risa le sale tonta.
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