Un amanecer distinto para Venezuela
Tras el fallecimiento de Hugo Ch¨¢vez, su pa¨ªs deber¨¢ encontrar, tarde o temprano, cauces de concordia. En este nuevo despertar, una fuerza latente deber¨¢ tener un protagonismo especial: los estudiantes
¡°Si un hombre fuese necesario para sostener el Estado, este Estado no deber¨ªa existir, y al fin no existir¨ªa¡±. Sim¨®n Bol¨ªvar, 20 de enero de 1830
Ten¨ªa una concepci¨®n binaria del mundo. Ve¨ªa el mundo dividido entre amigos y enemigos, entre chavistas y ¡°pitiyanquis¡±, entre patriotas y traidores. En libros y ensayos reconoc¨ª su vocaci¨®n social. Creo que la democracia latinoamericana no podr¨¢ consolidarse sin Gobiernos que, junto al ejercicio de las libertades y el avance de la legalidad, busquen formas efectivas y pertinentes de apoyar a los pobres y marginados, a los que no han tenido voz y apenas voto. Pero una cosa es la vocaci¨®n social y otra es la forma en que se practica esa vocaci¨®n. Obsedido por una anacr¨®nica admiraci¨®n del modelo cubano (y por la ciega veneraci¨®n de su caudillo eterno, a quien muchas veces llam¨® ¡°padre¡±), Hugo Ch¨¢vez desquici¨® las instituciones p¨²blicas venezolanas, desvirtu¨® y corrompi¨® a la compa?¨ªa estatal PDVSA y protagoniz¨® lo que quiz¨¢ sea el mayor despilfarro de riqueza p¨²blica en toda la historia latinoamericana. Pero siendo tan graves sus errores econ¨®micos, palidecen frente a las llagas pol¨ªticas y morales que infligi¨® a su pa¨ªs.
Ch¨¢vez no solo concentr¨® el poder: Ch¨¢vez confundi¨® ¡ªo, mejor dicho, fundi¨®¡ª su biograf¨ªa personal con la historia venezolana. Ninguna democracia prospera ah¨ª donde un hombre supuestamente ¡°necesario¡±, imprescindible, ¨²nico y providencial, reclama para s¨ª la propiedad privada de los recursos p¨²blicos, de las instituciones p¨²blicas, del discurso p¨²blico, de la verdad p¨²blica. El pueblo que tolera o aplaude esa delegaci¨®n absoluta de poder en una persona, abdica de su libertad y se condena a s¨ª mismo a la adolescencia c¨ªvica, porque esa delegaci¨®n supone la renuncia a la responsabilidad sobre el destino propio.
El da?o mayor es la discordia dentro de la familia venezolana. Nada me entristeci¨® m¨¢s en mis visitas a Caracas (nada, ni siquiera la escalada del crimen o el visible deterioro de la ciudad) que el odio inducido desde el micr¨®fono del poder contra el amplio sector de la poblaci¨®n que disent¨ªa de ese poder. El odio de los discursos, de las pancartas, de los pu?os cerrados; el odio de los arrogantes voceros del r¨¦gimen en programas de radio y televisi¨®n. El odio de las redes sociales plagadas de insultos, calumnias, mentiras, teor¨ªas conspiratorias, descalificaciones, prejuicios. El odio del fanatismo ideol¨®gico y del rencor social. El odio cerrado a la raz¨®n e impermeable a la tolerancia. Esa es la llaga hist¨®rica que deja el chavismo. ?Cu¨¢nto tardar¨¢ en sanar? ?Sanar¨¢ alguna vez? Es un verdadero milagro que Venezuela no haya desembocado en la violencia partidista y pol¨ªtica.
Nada me entristeci¨® m¨¢s que el odio inducido desde el micr¨®fono contra los antichavistas
Desde hace unas semanas, al agudizarse la enfermedad de Ch¨¢vez, anticip¨¦ su inmediata y tumultuosa santificaci¨®n. As¨ª ocurri¨® con Evita Per¨®n en Argentina, pero dada la tradici¨®n caudillista de Venezuela, la sacralizaci¨®n de su figura ser¨¢ m¨¢s honda y permanente. Hugo Ch¨¢vez ha logrado la inmortalidad que so?¨® siempre. En el alma de muchos de sus compatriotas (y de no pocos simpatizantes en Am¨¦rica Latina) compartir¨¢ las glorias del Libertador. Hasta el comandante Fidel Castro podr¨ªa sentirse desplazado, v¨ªctima de un suave pero implacable parricidio.
?Qu¨¦ ocurrir¨¢ ahora, tras su muerte? Toda conjetura es riesgosa y todo puede pasar, hasta la divisi¨®n interna entre el ala ideol¨®gica y militar del chavismo o el triunfo de la oposici¨®n. Con todo, es probable que el sentimiento de pesar, aunado a la gratitud que un amplio sector de la poblaci¨®n siente por Ch¨¢vez, faciliten el triunfo de un candidato oficial en unas eventuales elecciones. A ello contribuir¨¢n tambi¨¦n los ¨®rganos electorales, fiscales, judiciales y ¡ªen parte¡ª los legislativos, que seguir¨¢n en manos del chavismo. Su retrato, su silla vac¨ªa, su imagen retransmitida interminablemente, acompa?ar¨¢n por un tiempo al nuevo presidente. Pero todos los duelos tienen un fin. Y en ese momento todos los venezolanos, chavistas y no chavistas, deber¨¢n enfrentar la grav¨ªsima realidad econ¨®mica.
Los indicadores de alarma son del dominio p¨²blico. El d¨¦ficit fiscal es del 20% del PIB, unos 70.000 millones de d¨®lares. El tipo de cambio oficial de poco m¨¢s de 6 bol¨ªvares por d¨®lar, se triplica en el mercado negro. La inflaci¨®n, por varios a?os, ha sido la m¨¢s alta de la regi¨®n. El desabasto (originado por el desmantelamiento de la planta productiva, el ¨¦xodo de la clase media profesional y la cr¨®nica falta de inversi¨®n) se ha convertido casi en una tradici¨®n venezolana. Hay una aguda carest¨ªa de divisas. ?C¨®mo explicar que un pa¨ªs que en la era de Ch¨¢vez ha percibido m¨¢s de 800.000 millones de d¨®lares por ingresos petroleros presente cuentas tan alarmantes?
Buena parte de la explicaci¨®n est¨¢ en el petr¨®leo. En 1998 Venezuela produc¨ªa 3,3 millones de barriles diarios y exportaba (y cobraba) 2,7 millones de barriles diarios. Ahora la producci¨®n se ha desplomado a 2,4 millones de barriles diarios, de los que solo cobra 900.000 (los que vende a Estados Unidos, el odiado imperio). El resto que no se cobra se divide as¨ª: 800.000 van al consumo interno, pr¨¢cticamente gratuito (y que provoca un jugoso negocio de exportaci¨®n ilegal); 300.000 se destinan a pagar cr¨¦ditos y productos adquiridos en China; 100.000 se restan por importaci¨®n de gasolina; y 300.000 van a pa¨ªses del Caribe que pagan (si es que pagan) con descuentos y plazos ampl¨ªsimos; o simb¨®licamente, como Cuba, que paga sus 100.000 barriles con el env¨ªo de personal m¨¦dico, educativo, y policial (y se beneficia del petr¨®leo venezolano al extremo de reexportarlo).
El nuevo l¨ªder ya no ser¨¢ el que lo explicaba todo, lo justificaba todo, lo amortiguaba todo
Un presidente chavista deber¨¢ enfrentar esta realidad y encarar al p¨²blico. Pero ese mandatario ya no ser¨¢ Ch¨¢vez, el hipn¨®tico Ch¨¢vez, Ch¨¢vez el taumaturgo, el l¨ªder que lo explicaba todo, lo justificaba todo, lo amortiguaba todo. La gente reaccionar¨¢ a esas situaciones con indignaci¨®n: culpar¨¢ a los chavistas de no estar a la altura de su legado, dir¨¢ ¡°Ch¨¢vez no lo habr¨ªa permitido¡±, ¡°Ch¨¢vez lo habr¨ªa resuelto¡±. Llegado ese punto, el propio r¨¦gimen chavista podr¨ªa persuadirse de la necesidad de un di¨¢logo conciliatorio que ahora parece ut¨®pico. Y ah¨ª podr¨ªa abrirse una oportunidad tangible para la oposici¨®n.
Despu¨¦s de largos a?os de inconsistencias, omisiones y errores, la oposici¨®n venezolana ha estado unida, eligi¨® a un l¨ªder inteligente y valeroso (Henrique Capriles) y tuvo un buen desempe?o en las elecciones: recab¨® casi siete millones de votos. Durante la agon¨ªa de Ch¨¢vez, sin dejar de alzar la voz de protesta, la oposici¨®n mostr¨® una notable prudencia que debe refrendar en estos d¨ªas de duelo y crispaci¨®n. Si la oposici¨®n ¡ªque ha esperado tanto¡ª conserva la cohesi¨®n y la presencia de ¨¢nimo, podr¨ªa avanzar en las siguientes elecciones (legislativas, regionales, presidenciales) y recuperar las posiciones que ha perdido. En ese despertar, una fuerza latente deber¨¢ despertar tambi¨¦n: los estudiantes. Tuvieron un papel clave en el refer¨¦ndum de 2007 (que impidi¨® la conversi¨®n abierta de Venezuela al modelo cubano) y quiz¨¢ lo tengan una vez m¨¢s ahora.
Si bien nadie puede descartar los escenarios de violencia, no los preveo. Por el contrario: creo que con el fallecimiento del gran caudillo mesi¨¢nico (¡°redentor¡±, lo llam¨® abiertamente el propio Maduro) Venezuela deber¨¢ encontrar, tarde o temprano, cauces de concordia: si en los tres lustros de Ch¨¢vez la violencia verbal no se desbord¨® en violencia f¨ªsica, es razonable esperar que no estalle ahora. Y el cambio podr¨ªa ser contagioso: Cuba, la Meca del redentorismo hist¨®rico, el ¨²nico estado totalitario de Am¨¦rica, podr¨ªa reformarse tambi¨¦n como Rusia y China lo hicieron en su momento. Toda la regi¨®n podr¨¢ oscilar entonces entre extremos pol¨ªticos no radicales: reg¨ªmenes de izquierda socialdem¨®crata, y Gobiernos de econom¨ªa m¨¢s abierta y liberal. Y para que el tr¨¢nsito sea menos accidentado, Estados Unidos har¨ªa bien en dar se?ales in¨¦ditas de sensatez, levantando por fin el embargo a Cuba y cerrando definitivamente las c¨¢rceles de Guant¨¢namo.
El siglo XIX latinoamericano fue el del caudillismo militarista. El siglo XX sufri¨® el redentorismo iluminado. Ambos siglos padecieron a los hombres ¡°necesarios¡±. Tal vez en el siglo XXI despunte un amanecer distinto, un amanecer plenamente democr¨¢tico.
Enrique Krauze es escritor mexicano, director de la revista Letras Libres.
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