El nuevo Papa, ?renovar¨¢ algo la Iglesia?
El pr¨®ximo pont¨ªfice tiene amplia tarea si de verdad quiere renovar la iglesia
A mis amigos de Europa Laica en Valencia, Granada y ?beda
Cuando millones de cat¨®licos se encuentran a la espera del ¡°habemus papam¡±, precedido de la fumata blanca, que ser¨¢ la se?al de que el c¨®nclave cardenalicio ha elegido al sucesor de Benedicto XVI, es l¨®gico que exista incertidumbre sobre la orientaci¨®n que asumir¨¢ el nuevo papa. Los creyentes, y quienes no lo somos tambi¨¦n, tenemos derecho a preguntarnos hacia d¨®nde conducir¨¢ el nuevo sumo pont¨ªfice a una Iglesia milenaria, esparcida por todo el mundo y que, aparte de los servicios religiosos que administra a sus fieles, ejerce una influencia poderosa en la humanidad del siglo XXI. La pregunta m¨ªnima que podemos hacernos es si el nuevo papa renovar¨¢ algo la Iglesia.
El anacronismo de muchos planteamientos cat¨®licos, la antig¨¹edad de los ritos, la infalibilidad de la jerarqu¨ªa suprema ¡ªasistida por el Esp¨ªritu Santo para despejar dudas¡ª, el empleo del lat¨ªn para comunicarse, el sacerdocio masculino excluyente de la mujer con pasmosa naturalidad, la exclusi¨®n de obligaciones fiscales en un mundo en crisis, la invocaci¨®n pastoral al Alt¨ªsimo como argumento inapelable, el mantenimiento del voto de castidad ¡ªa medio camino entre la devoci¨®n suprema y la coartada para los abusos sexuales¡ª, la prevalencia del dogma sobre la verdad razonada o cient¨ªfica, la consagraci¨®n del matrimonio solo como herramienta procreativa, la consideraci¨®n, en fin, del inextricable culto lit¨²rgico como manifestaci¨®n de amor a Dios y a los humanos... muestran que el nuevo papa tiene tarea suficiente si desea emprender la renovaci¨®n de la Iglesia cat¨®lica que va a liderar.
No ser¨ªa f¨¢cil que un solo papa, despu¨¦s de tantos siglos, rodeado de una curia retardataria y unas estructuras de poder rutinariamente obsoletas, fuera capaz de acometer una renovaci¨®n de la Iglesia que, sin discutir la justificaci¨®n de la fe, lograra al menos modernizar o actualizar la pr¨¢ctica religiosa. Lo que buenamente hiciera en ese orden ser¨ªa bien recibido por los fieles cat¨®licos y acaso frenar¨ªa la creciente deserci¨®n de muchos de ellos. En cambio, s¨ª es exigible al nuevo papa el cumplimiento de las leyes democr¨¢ticas y la sujeci¨®n a la justicia seglar de las conductas de los eclesi¨¢sticos, insertos en una sociedad laica y aconfesional. Si se confirma que la dimisi¨®n de Benedicto XVI guarda relaci¨®n con el contenido de un informe secreto encargado por el Papa a tres cardenales octogenarios, revelador de luchas internas por el poder, el dinero y el sexo, la decisi¨®n del nuevo papa para acabar con esas corrupciones en el Vaticano es imprescindible.
Igualmente, el nuevo papa deber¨¢ de analizar muy cuidadosamente la actitud de Benedicto XVI respecto a la pederastia sacerdotal, otra de las claves de su renuncia. Frente a la tendencia de la mayor parte de la jerarqu¨ªa cat¨®lica ¡ªincluido el propio cardenal Ratzinger, antes de su acceso al papado¡ª, consistente en tapar los escandalosos abusos sexuales de algunos cl¨¦rigos, Benedicto XVI rompi¨® con ese ocultamiento y, dando un giro copernicano, empez¨® a pedir perd¨®n a las v¨ªctimas y a tratar de poner coto a esas conductas.
Meses despu¨¦s de ser elegido papa en 2005, Benedicto XVI castig¨® a Marcial Maciel, el poderoso fundador de los Legionarios de Cristo, investigado por pederastia. En 2008, en un viaje a EE UU, se reuni¨® por primera vez con las v¨ªctimas, a las que pidi¨® perd¨®n. En 2009, dos informes sobre el abuso sexual a ni?os, a instancias del Gobierno de la cat¨®lica Irlanda, avivaron el problema. Y un a?o despu¨¦s se conocieron nuevos casos en Holanda, Alemania y B¨¦lgica, y de nuevo el Papa pidi¨® perd¨®n ¡°a Dios y a los afectados¡±. Una de las medidas para atajar el problema fue organizar el a?o pasado un simposio en Roma para que 110 conferencias episcopales miraran a la cara a las v¨ªctimas, empezando por Maria Collins, la irlandesa que relat¨® c¨®mo a los 13 a?os, en la cama y enferma, el cura que debi¨® ayudarle, abus¨® de ella.
El episcopado de algunos pa¨ªses y varias estructuras vaticanas vieron con malos ojos esa novedosa actitud del sumo pont¨ªfice y arreciaron las cr¨ªticas internas contra Benedicto XVI, a quien se atribuy¨® una ingenua bondad que, con el reconocimiento de los abusos, estaba provocando un ¡°efecto llamada¡±. En cambio, en pa¨ªses como Espa?a e Italia, con gran presencia eclesi¨¢stica, apenas se han divulgado ni condenado casos de pederastia sacerdotal y de ning¨²n modo el Papa se ha sentido obligado, en sus populosas visitas, a pedir perd¨®n a las v¨ªctimas y a sus familias.
Antes de renunciar al papado, Benedicto XVI forz¨® la ausencia en el c¨®nclave del cardenal Keith O¡¯Brien, el m¨¢s alto cl¨¦rigo de la Iglesia cat¨®lica brit¨¢nica, por las denuncias contra ¨¦l de acoso sexual, que el prelado termin¨® reconociendo. El nuevo papa tendr¨¢ que optar por acometer, en la misma l¨ªnea que su antecesor, pero con mayor energ¨ªa, la erradicaci¨®n de esa lacra, o por acomodarse a los dictados de las curias vaticana y episcopal para continuar tapando tales conductas eclesi¨¢sticas.
La decisi¨®n que tome indicar¨¢ si el nuevo papa se propone renovar algo la Iglesia.
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