Seis razones para una regulaci¨®n del 'lobby' en Espa?a
Los grupos de presi¨®n deben salir de la oscuridad y actuar bajo reglas transparentes
Una reforma en la que creo que ser¨ªa positivo incluir tambi¨¦n la regulaci¨®n parlamentaria de las organizaciones de intereses (los llamados lobbies), con medidas que clarifiquen cu¨¢les pueden ser sus actividades y cu¨¢les deben ser sus l¨ªmites¡±. Con estas palabras, y de forma inesperada, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunci¨® el pasado 20 de febrero, en la tribuna del Congreso y durante el debate sobre el estado de la naci¨®n, una pr¨®xima regulaci¨®n de la actividad de los lobbies en Espa?a.
Ocultada por la presi¨®n agobiante de los esc¨¢ndalos y la crisis econ¨®mica y social, la noticia puede haber pasado inadvertida para muchos. Y, sin embargo, es una cuesti¨®n muy relevante, por cuanto una medida de ese tipo puede suponer un gran avance en la lucha contra la opacidad y una apuesta por la transparencia en la vida pol¨ªtica espa?ola. ?Por qu¨¦? Por varias razones:
Las cucarachas proliferan en la oscuridad. Es indudable que en las relaciones entre los grupos de inter¨¦s y los distintos poderes p¨²blicos se pueden cometer excesos y abusos. Pero como no existe una regulaci¨®n que permita aportar luz y taqu¨ªgrafos al proceso decisorio, nos tenemos que mover en el terreno de las especulaciones, en el piensa mal y acertar¨¢s. Una regulaci¨®n que aportara transparencia a esa relaci¨®n entre lobistas y pol¨ªticos permitir¨ªa separar el grano de la paja, de forma que los ciudadanos pudieran identificar aquellas conductas que son leg¨ªtimas de las que no lo son y deben ser erradicadas de nuestro uso pol¨ªtico diario.
Los lobistas son los primeros interesados en regular su actividad. Por fortuna, hoy en d¨ªa la mayor parte del lobby que se practica en nuestro pa¨ªs es profesional y leg¨ªtimo. Gente que se dedica a exponer de forma elaborada sus argumentos ante la Administraci¨®n o el diputado de turno, explicando sus problemas y presentando soluciones alternativas. En la ¨²ltima d¨¦cada hemos ido dejando atr¨¢s el lobby chapucero que se practicaba en nuestro pa¨ªs hasta hace poco, a cargo de conseguidores que bordeaban el tr¨¢fico de influencias en sus conductas. Pero a¨²n quedan resabios, que manchan la imagen del colectivo y provocan que esta actividad siga estando mal vista por los ciudadanos. Por eso, los lobistas son los primeros que saldr¨ªan beneficiados si se establecieran unas reglas de juego, cuyo incumplimiento incapacitara para el ejercicio de la profesi¨®n.
Hemos ido dejando atr¨¢s el 'lobby' chapucero que se hac¨ªa en Espa?a, a base de conseguidores
No regular los lobbies no va a limitar su capacidad de influencia. Uno de los argumentos que m¨¢s echan para atr¨¢s a muchos es aquel que establece que si regulamos los lobbies, estaremos abriendo las puertas del templo a los mercaderes, permitiendo que las grandes corporaciones y los m¨¢s poderosos grupos de presi¨®n tengan el camino expedito para medrar con los poderes p¨²blicos en su propio beneficio. Pero es un argumento c¨ªnico y falso. Porque en ausencia de esa regulaci¨®n, sucede que esos grupos de presi¨®n y grandes empresas ya son capaces de ejercer su influencia ante los poderes p¨²blicos. Simplemente ocurre que como no hay regulaci¨®n, no tenemos herramientas para controlar ese proceso. La soluci¨®n no pasa por esconder la cabeza ante la realidad de que en Espa?a se practica el lobby, sino intentar dotarnos de herramientas que lo supervisen. Regular el lobby no va a servir para evitar la capacidad de influencia de los lobbies, pero al menos s¨ª que va a introducir una transparencia al proceso de la que aqu¨ª hasta ahora carecemos por completo.
La regulaci¨®n de los lobbies beneficiar¨ªa m¨¢s a los que menos acceso tienen. Asociado al argumento anterior, se suele aducir que la pr¨¢ctica del lobby solo est¨¢ al alcance de los m¨¢s poderosos, aquellos con los suficientes recursos como para dedicar personas, medios y tiempo a tratar de influir en los poderes p¨²blicos. Y sin embargo, es justo al rev¨¦s. Porque los poderosos no necesitan una regulaci¨®n para garantizar su acceso a los pol¨ªticos, y en cambio, los menos poderosos s¨ª se podr¨ªan ver muy beneficiados. Si un secretario de Estado estuviera obligado a hacer p¨²blicos todos los contactos que ha tenido a la hora de realizar una legislaci¨®n sobre hipotecas, y se viera que se ha reunido cinco veces con el presidente de la AEB, y ninguna con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, la ciudadan¨ªa tendr¨ªa elementos de presi¨®n para forzar a que se escucharan al menos los argumentos de todas las partes.
Cada vez va a haber m¨¢s lobby. Por dos motivos. Por un lado, porque los ciudadanos espa?oles poco a poco est¨¢n comprendiendo que no basta con votar cada cuatro a?os y acudir a alguna manifestaci¨®n, sino que es necesario estructurar canales de participaci¨®n de la sociedad civil en la pol¨ªtica, porque est¨¢n comprobando que hoy en d¨ªa si no haces pol¨ªtica, te la hacen. Por otro lado, la crisis econ¨®mica provoca que la tarta a repartir entre los distintos grupos de presi¨®n haya menguado considerablemente, y eso significa que no todos los que antes recib¨ªan su porci¨®n del poder ahora lo van a poder mantener; lo cual, inevitablemente agudiza su necesidad de establecer v¨ªnculos cada vez m¨¢s estrechos con este.
Los PIGS de la opacidad. El lobby est¨¢ regulado en EE UU desde 1946. Existe igualmente desde hace a?os una regulaci¨®n sobre la materia en la Uni¨®n Europea, que se ha reforzado recientemente, y lo mismo se puede decir de pr¨¢cticamente todas las democracias avanzadas del continente europeo. Solo unos pocos pa¨ªses vecinos cuentan con semejante ausencia de regulaci¨®n en este terreno: Grecia, Italia, Portugal... ?tambi¨¦n en esta cuesti¨®n queremos significarnos respecto de nuestros socios comunitarios?
El ciudadano tiene derecho a conocer qui¨¦n pretende influir en el poder
Por todo ello, considero llegado el momento para abordar, de una vez por todas, una regulaci¨®n integral de los lobbies en Espa?a. Dicha normativa, por lo dem¨¢s, no deber¨ªa quedarse en un mero enunciado cosm¨¦tico destinado a dar satisfacci¨®n a los que ya tienen garantizado su acceso a los poderes p¨²blicos, sino que deber¨ªamos aprovechar la oportunidad y desterrar para siempre la opacidad en el terreno de las relaciones entre grupos de presi¨®n y poderes p¨²blicos.
Sinceramente, yo sigo siendo esc¨¦ptico sobre que seamos capaces, de un d¨ªa para otro, de implantar en nuestro sistema pol¨ªtico la cultura de la transparencia con que se opera en otras latitudes. Pero que sea dif¨ªcil no quiere decir que no deba intentarse, porque es absolutamente necesario avanzar hacia una mayor transparencia en el proceso de toma de decisiones p¨²blicas. Hacer p¨²blicas las actividades de aquellos que pretenden influir en el Gobierno y el Parlamento no deber¨ªa ser m¨¢s que el ejercicio del derecho p¨²blico de los ciudadanos a tener conocimiento de los asuntos p¨²blicos. En las relaciones entre los lobbies y los poderes p¨²blicos, todo aquello que se pueda hacer ha de poder contarse. Y si algo no se puede contar, es que no deber¨ªa hacerse.
Juan Franc¨¦s es periodista. Ha sido jefe de prensa de Jos¨¦ Manuel Campa, secretario de Estado de Econom¨ªa desde mayo de 2009 hasta diciembre de 2011.
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