Prince gana su guerra contra todos
Sus trifulcas con Internet, las discogr¨¢ficas y hasta los fans no le han doblegado Tras m¨¢s de una d¨¦cada de paria voluntario de la industria, el enigm¨¢tico artista reinstaura su reinado y capitaliza sus extravagancias
Por decirlo finamente, Prince tiene verdadero arte para tocar las narices. Son pocas las entrevistas que da, pero cada una se salda con grandes titulares y esc¨¢ndalo medi¨¢tico. Un d¨ªa arremete contra Internet, a pesar de que anteriormente ¨¦l dedicara notables esfuerzos a explotar el mercado digital. Luego manifiesta su desprecio por las versiones que se hacen de sus canciones, aunque no hay noticia de que rechace los correspondientes derechos de autor. De lo que piensa sobre el matrimonio gay procura no hablar: lleva a?os como testigo de Jehov¨¢ y abomina de su ¨¦poca libertina. Por si acaso, advierte que todav¨ªa tiene ¡°muchos amigos gais y lesbianas¡±.
Con todo, su reputaci¨®n est¨¢ en alza. Hace dos semanas fue la estrella de South By Southwest, festival tejano dedicado a la m¨²sica alternativa: un concierto para apenas 300 personas patrocinado por el gigante Samsung a cambio de un mill¨®n de d¨®lares. A principios de este mes le consagraron un homenaje, The music of Prince, en el Carnegie Hall neoyorquino. ?Participantes? Desde D¡¯Angelo hasta Elvis Costello. Este verano viene por Europa, donde sus entradas est¨¢n volando. Y muchos artistas estudian su modelo de negocio, que le permite ingresos extraordinarios, superiores a los de muchos colegas de la primera divisi¨®n.
Tras el deplorable conflicto con Warner Music, cuando rechazaba su nombre profesional (que sustituy¨® por un s¨ªmbolo) y se escrib¨ªa la palabra ¡°esclavo¡± en la cara, ya no firma contratos de larga duraci¨®n con las discogr¨¢ficas. Ahora, si tiene m¨²sica fresca (algo que parece no ser su prioridad), pacta con alguna multinacional para que el ¨¢lbum se distribuya internacionalmente. Las disqueras pican, con la esperanza de que el acuerdo derive en una relaci¨®n larga, y a veces reciben desagradables sorpresas: Sony se las promet¨ªa tan felices con Planet Earth (2007)... hasta que descubri¨® que, previo pago de cantidades millonarias, Prince tambi¨¦n hab¨ªa acordado que se regalara con la edici¨®n dominical de cuatro peri¨®dicos europeos.
Un mundo a su medida
Tras largas discusiones con su amigo Larry Graham, bajista de Sly and the Family Stone, Prince se hizo testigo de Jehov¨¢ en 2001. Desde entonces es un estudioso de la Biblia. Tambi¨¦n es vegetariano. Para su ¨²ltimo concierto se acompa?¨® de 22 m¨²sicos (a los que exige devoci¨®n y paga religiosamente) e hizo inspeccionar la sala previamente por un asesor de 'feng shui'. En 2010, cuando insist¨ªa en que "Internet ha muerto", cerr¨® su web oficial. Ahora acaba de reabrir otra bajo el enigm¨¢tico nombre de 3rd Eye Girl y da cuenta de sus pasos en el perfil de Twitter @3rdeyegirl.
Pero la clave de su prosperidad reside en sus directos. Desde hace bastante tiempo, Prince suele funcionar como su propio promotor. Alquila grandes o peque?os recintos, deja que corra el boca a boca y no tiene que repartir la taquilla con nadie. Ha probado experimentos astutos como entregar un disco (Musicology, 2004) a los compradores de entradas para la gira correspondiente. Eso le permiti¨® volver a la clasificaci¨®n de los m¨¢s vendedores, obligando de paso a la revista Billboard a revisar las reglas para confeccionar sus listas, a fin de que nadie repitiera la jugada. Precisamente esa publicaci¨®n ser¨¢ la que le entregue en mayo el Premio Icon (que solo han recibido anteriormente Neil Diamond y Stevie Wonder) en los Billboard Music Awards.
No le importa caer antip¨¢tico. En contra de lo habitual, mantiene una guerra intermitente contra los fansites, los sitios de Internet donde se juntan sus admiradores. Pretende impedir que circule gratuitamente su m¨²sica e incluso intent¨® ampliarlo a la difusi¨®n de su imagen. Con Youtube y similares, la pelea es prolongada. No se cree, y tiene un punto de raz¨®n, que empresas tan sofisticadas no sean capaces de desarrollar filtros para su m¨²sica: ¡°Si son capaces de eliminar el material porno, ?c¨®mo no pueden evitar que se cuelen los v¨ªdeos no autorizados por el artista?¡±.
Cuidado, no es que Prince tenga la soluci¨®n para monetizar el disfrute de la m¨²sica en la era digital. Ha puesto en marcha servicios basados en la suscripci¨®n que irritaron a muchos seguidores al cerrarse sin muchas explicaciones cuando los contables comprobaron que no sal¨ªan de los n¨²meros rojos.
Es testigo de Jehov¨¢, evita dar su opini¨®n sobre el matrimonio gay y abomina de su ¨¦poca libertina
De cualquier forma, es un m¨²sico que tiene pocos competidores en su liga. Fue una de sus haza?as ¡ªllenar 21 noches el O2 londinense¡ª lo que llev¨® indirectamente a Michael Jackson a su destrucci¨®n: se empe?¨® en batir el r¨¦cord, con 50 conciertos. La relaci¨®n entre ambos result¨® conflictiva: Prince le envi¨® una caja con objetos que un horrorizado Michael pens¨® que obedec¨ªan a rituales de vud¨². Sin embargo, Jackson bautiz¨® al menor de sus hijos como Prince Michael II (no se confundan, el mayor tambi¨¦n es conocido como Prince). Por su parte, Prince recuerda al desaparecido de vez en cuando tocando un llenapistas de los Jacksons, Shake your body (down to the ground).
Tampoco le hablen de Madonna. Entre los dos hubo un flirteo que qued¨® en nada. Durante su choque con Warner se quejaba de que la empresa invert¨ªa sus recursos en ella, cuando ¨¦l se consideraba el artista de la compa?¨ªa con mayor potencial comercial. Curiosamente, Madonna cumpl¨ªa una de las condiciones de las mujeres de Prince: lo que en Estados Unidos llaman origen ¡°¨¦tnico¡± (italiano, en su caso). Sus sucesivas esposas fueron la bailarina y cantante Mayte Garc¨ªa y Manuela Testolini. Se le relacion¨® luego con la vocalista Bria Valente, de verdadero nombre Brenda Fuentes. Ante el asombro de muchos ¨ªntimos, no llegaron a vivir juntos.
Su mansi¨®n en Beverly Hills, alquilada a un jugador de baloncesto, suele abrirse a fiestas llenas de famosos. El entretenimiento est¨¢ garantizado: el se?or de la casa toca y luego deja a un dj trabajando. Tampoco falta la comida, aunque sea vegetariana. Pero no hay ni rastro de las org¨ªas so?adas por algunas mentes calenturientas.
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