La actitud de nuestros imputados

Parecen gente feliz. Sonrientes, con una alta dosis de autoestima, seguros de s¨ª mismos. Resulta curioso observar c¨®mo la conducta, como el comportamiento de los imputados por presuntos delitos de corrupci¨®n, es siempre igual, sigue siempre el mismo patr¨®n, sin excepciones.

Nunca reconocen nada de lo que se les acusa, aunque la evidencia sea demoledora. Nunca son conscientes de haber cometido ninguna irregularidad, nunca les consta haber cometido la m¨¢s m¨ªnima falta. Nada tienen que ocultar, nada que temer. Cuando las pruebas abruman y alguien les invita a irse, se aferran a sus cargos como lapas, con aut¨¦ntico esp¨ªritu de sacrificio y vocaci¨®n de servicio p¨²blico, que para eso los han elegido o nombrado.

Pero si en algo se parecen todos ellos es en su fe ciega en la justicia, siempre dispuestos a acatar las sentencias, siempre deseosos de ser llamados por el juez, de declarar, de dar explicaciones. Parecen estar esperando el d¨ªa de sentarse en el banquillo con la misma ilusi¨®n con la que un ni?o espera el D¨ªa de Reyes. Saben que ese d¨ªa tardar¨¢ mucho, mucho en llegar, y que cuando llegue, sus presuntos delitos probablemente habr¨¢n prescrito. Saben que su dinero est¨¢ a buen recaudo, y saben que seguramente la c¨¢rcel no es para ellos.¡ª Sebasti¨¢n Fern¨¢ndez Izquierdo.